Golpeado por la crisis económica que sufre la Argentina y la interna que desangra al Frente de Todos (FdT), este lunes, el presidente Alberto Fernández volvió a ponerse el traje que más cómodo le sienta, el de las relaciones internacionales. En el Centro Cultural Kirchner (CCK) inauguró el 39° período de sesiones de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), un organismo que utilizará para profundizar sus demandas para incentivar la integración regional, el cambio de la matriz productiva local a raíz de las consecuencias de la pandemia de covid-19 y la guerra en Ucrania y robustecer su prédica contra los discursos de odio.
Horas antes del discurso presidencial, el diputado Máximo Kirchner mostró nuevas diferencias del kirchnerismo duro con el inquilino de la Casa Rosada al asegurar que “el peronismo no tiene candidatos” para las elecciones de 2023. Ante distintas figuras de América Latina y el Caribe, Alberto Fernández cruzó las fronteras y plantó su bandera (una vez más) como líder regional, por lo menos hasta la segunda vuelta electoral de Brasil de este domingo. Desde su llegada al poder, el jefe de Estado aprovechó el vacío generado por Jair Bolsonaro en la arena internacional, pero en el Palacio San Martín saben que ese espacio podrá ser ocupado por el candidato del Partido de los Trabajadores (PT), Luiz Inácio Lula da Silva, si gana los comicios.
“El hecho de haber sobrevivido a un tiempo tan tremendo (la pandemia) nos impone el imperativo ético de cambiar este presente. Es hora de derribar muros y construir puentes”, aseguró el jefe de Estado, quien enumeró, como objetivos principales de la presidencia pro tempore de la CEPAL que ostentará la Argentina, la búsqueda por “reducir la brecha ecológica y tecnológica” y el trabajo para alcanzar la “igualdad de género”. “Es hora de derribar muros y construir puentes. Debemos volver a construir la patria grande”, agregó y reiteró dos frases de su ya conocido repertorio internacional. “Quien sueña solo, solo sueña; pero quien sueña con otros, cambia el mundo”, dijo y citó papa Francisco: “Nadie se salva solo”.
A pesar de los dardos internos que le lanzan algunas figuras del kirchnerismo, Fernández expuso ante la CEPAL una de las demandas más importantes de este sector: la lucha contra los discursos de odio y la extrema derecha a raíz del intento de asesinato que sufrió la vicepresidenta. “Las fronteras se diluyen frente al riesgo de la manipulación de datos y noticias falsas que influyen en el ánimo social”, advirtió y convocó a “coordinar acciones regionales para enfrentar los discursos de odio motorizados por algoritmos que generan adicción digital y debilitan la convivencia democrática”.
Este punto resulta de especial importancia para la Argentina a raíz del intento de magnicidio que sufrió Cristina Kirchner, pero también para el continente en su conjunto. El Presidente advirtió que estos discursos “aprovechan la desazón que generó la pandemia y los efectos económicos de la guerra” para proliferar y que “encontraron tierra fértil para transformar los reclamos legítimos por mejores condiciones de vida en un discurso contra la política que pone en jaque a la misma democracia”. Ningún país de la región escapa de esta ecuación: las tensiones políticas, sociales y económicas existían en la región antes de la aparición del covid-19, pero su irrupción junto a los misiles que atraviesan la frontera entre Ucrania y Rusia a diario las profundizaron y abrieron la puerta a tendencias conservadores o de extrema derecha que basan sus propuestas para resolverlas en la violencia, el racismo y el autoritarismo. Las últimas elecciones presidenciales de Chile, Colombia y Brasil son algunos de los ejemplos.
Para combatir este contexto inflamable, la CEPAL le brinda a Alberto Fernández una serie de herramientas económicas y sociales cercanas a sus políticas proteccionistas.
Este organismo dependiente de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) se creó 1948, en los orígenes de la Guerra Fría, frente a las tensiones generadas por los Estados Unidos en su “patrio trasero” a la hora de combatir la influencia de la entonces Unión Soviética. Ante el liberalismo del Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial (BM), la izquierda sudamericana encontró en esta sede un respaldo internacional y académico a los programas de gobierno cercanos al keynesianismo económico. En la actualidad, la Casa Rosada busca generar un ida y vuelta entre este espacio y la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), otro espacio que lidera Fernández, pero de carácter más político.