Está a un abismo de caminar el ring con soltura, pero el gobernador Axel Kicillof se mantiene en el centro del cuadrilátero electoral más allá del traje que calza. Aunque siempre a tiro del golpe de nocaut que pudiera propinarle el virus del coronavirus, lleva las riendas de una pelea desigual con sus adversarios políticos; un poco por su responsabilidad de gestionar el desastre irremediable en el territorio donde se posan todas las miradas y otro tanto por sus modos de ejercer el liderazgo. Las novedades de esta semana, con la presencialidad educativa suspendida en la Ciudad de Horacio Rodríguez Larreta convertida en presea, le oxigenan el paso en ¿la cresta? de la segunda ola que pega mucho más allá del AMBA. Lo ayuda un poco, también, la dispersión de la alianza opositora, que, envuelta en una lucha intestina sin cuartel entre halcones y palomas -y otra, entre palomas-, no termina de presentarle opositor.
La campaña de vacunación convertida en blanco de la alianza y presentada por esta como la génesis de todos los males sigue siendo, por necesidad, su principal activo en una campaña en marcha, aunque negada a uno y otro lado de la grieta. El resultado de la inoculación, a la que tributa el cierre estricto -presentado como “confinamiento” por sus rivales, en una lucha dialéctica también desigual- sigue siendo su bala de plata y la estrategia más riesgosa, aunque inmodificable por ser la única posible.
Estos días, Kicillof salió a blandir la bandera del “yo te avisé” cuando los vientos de cambio de Larreta con la marcha atrás de las clases presenciales eran un hecho al calor de la disparada de contagios. El bonaerense había quedado en offside tras el primer DNU de Fernández, pero dejó en claro toda vez que pudo que el cierre debía ser más estricto; también lo hicieron sus espadas sanitarias Gollán y Kreplak. Kicillof toma distancia de la oposición acatando a rajatabla las decisiones del Presidente, pero, al mismo tiempo, se diferencia de este haciendo pública su postura procuarentena, con la que siempre llevó de tiro al resto, en un intento por seguir corriendo unos metros adelante del colapso sanitario.
Vidal, quien en el imaginario colectivo aún
sigue emergiendo como rival directa del gobernador en la provincia, pese, incluso, a sus esfuerzos por nacionalizar su figura, transita en sepia esta pretemporada 2021. Se advierte fatigosa su voluntad e incómoda su obligación de mantenerse vigente desde su vuelta al ring de la mano de su libro
Mi camino, cuya irrupción no resultó lo que esperaba; quedó diluida en el mar de publicaciones que, como frutas de estación, madura en víspera de elecciones.
El punto es que se subió al cuadrilátero electoral, pero se desconoce qué pelea librará, en qué territorio. Mientras tanto, practica equilibrismo para no quedar envuelta en el tiroteo de alta intensidad propuesto por el ala dura PRO sin responsabilidad de gestión. Se nutre de la tribuna amiga de un periodismo jugado en el negocio de la grieta, en la que vierte sus críticas a la gestión en la pandemia -a la del gobernador y a la de Alberto Fernández- y pregona la inconveniencia de hablar de candidaturas en tiempos de desastre sanitario. ¡Mala pata! Esta semana quedó como la más adelantada con su auto-voto en una eventual compulsa por la Rosada en 2023 con el jefe de Gobierno porteño y el expresidente Macri, planteada por el periodista Luis Novaresio.
Los intendentes de la oposición con aspiraciones más allá de sus territorios se abrazan a la gestión en sus pagos chicos y entran a la disputa con dos armas: las clases y la economía. Se montan a la defensa de la educación y exprimen una presencialidad a la que parece habérsele terminado el jugo. Es la circulación, insiste el oficialismo. Y ahí está, huérfana de tíos y fijada en la cuenta de Twitter de su mentor, la propuesta de Macri, Jorge, el intendente, para segmentar esa circulación que atañe a lo educativo. Una dosis de oxígeno -al menos- entre tanto reclamo sin oferta de solución.
Primera ventanilla de reclamos en sus distritos, los jefes comunales amarillos avanzaron en una serie de medidas de alivio fiscal para vecinos, comerciantes y pymes y, en paralelo, apuran el reclamo a la Provincia. Lo hicieron de manera simultánea los Dorrego, luego de las restricciones anunciadas por el Presidente, con el pedido de la eximición del pago de Ingresos Brutos y la vuelta del ATP para garantizar los sueldos de los trabajadores.
Kicillof respondió con una batería de medidas vía ARBA para aliviar el bolsillo de la gente, condición sine quanon, junto con la vacunación, para entrar con algo de aire a la campaña abierta. Necesita encarrilar esa cuestión el gobernador. En la provincia con más desigualdad y una pobreza galopante, el aislamiento estricto vuelve audible el sonido de las personas silenciadas, el de las impedidas de cumplir el “me quedo en casa”.
La indefinición de candidaturas de la oposición responde, efectivamente, a la pelea interna entre el eje Macri-Bullrich y el tándem Larreta-Vidal, pero la dilación tiene, a su vez, un revés positivo, el de no sacar a la cancha a candidatos o candidatas antes de que el semáforo de largada se ponga verde, frente a una sociedad para la que esa carrera resulta impropia en tiempos de 35.000 contagios diarios.
Agobiada por el desastre y la pena en medio de tanta muerte, a la ciudadanía de a pie le quedan lejos las elecciones, pero, para la dirigencia política y la audiencia de los dobleces de la disputa de poder, está a la vuelta de la esquina. Los de este año serán comicios atípicos y resulta intrigante el modo en que se desarrollará la campaña, más allá de una obviedad: la pandemia y su gestión serán temas excluyentes sobre los que se montarán las fuerzas políticas.