INSEGURIDAD

La mano dura de Dios

Referentes eclesiásticos se suman a un sector de la sociedad que reclama más acción contra el delito. La pelea Frederic-Berni y el contraste con el papa.

La violencia urbana, la inseguridad y el hartazgo que expresa un sector de la sociedad pusieron a referentes eclesiásticos en la vereda de quienes exigen "un control real” del delito, sobre todo en distritos calientes del país. Todo, con el telón de fondo de la puja entre la Nación y la provincia de Buenos Aires por la política en la materia, la polémica por los escasos instrumentos a disposición del Estado para establecer el paradero de más de 160 presos alcanzados por el dictamen de excarcelación transitoria por el Covid-19 y el siempre latente proyecto para bajar la edad de punibilidad.

 

En este contexto, obispos, sacerdotes y laicos católicos elevaron reclamos a las autoridades para que combatan los hechos criminales con más firmeza; un discurso que sorprendió por estar más emparentado con un sector ciudadano que exige “mano dura” siempre que se visibiliza un aumento de los actos delictivos graves.

 

El tono del reclamo llamó la atención porque contrasta, de algún modo, con el pensamiento del papa Francisco, quien en varias oportunidades se manifestó contrario al endurecimiento de las penas por considerar que, con frecuencia, no resuelve los problemas sociales ni logra disminuir los índices delincuenciales. En este sentido, el pontífice ha advertido sobre cierta “asimetría” entre el delito y la pena y ha recordado que el objetivo es “hacer justicia a la víctima, no ajusticiar al agresor”.

 

La gota que desbordó los ánimos y provocó el reclamo popular y eclesiástico fue esta vez el crimen de una psicóloga social en Ramos Mejía, por el que está detenido y acusado un interno del penal de Batán, beneficiado con el arresto domiciliario en la primera etapa de la crisis sociosanitaria a raíz del alto riesgo de contagio en unidades carcelarias hacinadas.

 

El hecho fue perpetrado en el populoso municipio de La Matanza, distrito caliente por sus altas tasas de criminalidad, como otros del conurbano bonaerense, donde el jefe comunal Fernando Espinoza reaccionó con el anuncio de un plan integral y comprometiéndose a declararle “la guerra a la inseguridad”. En ese orden, el mandatario municipal prometió la incorporación de 50 patrulleros, 30 motos y 500 efectivos que recorren las calles del distrito las 24 horas. También confirmó que, además de la logística, armamento y móviles, colocará 2.000 nuevas cámaras de seguridad, 40.000 luminarias led, lectoras de patentes y alarmas vecinales a fin de lograr una geolocalización y hacer un seguimiento de los hechos delictivos.

 

El refuerzo del programa de Espinoza contra el delito vio la luz después de que el obispo Eduardo García (San Justo) y los curas villeros matanceros se pronunciaran ante el clima de inseguridad en el distrito; hechos de violencia que, en casos, golpearon a las puertas de las iglesias de los barrios populares, donde ellos predican y viven junto a los vecinos. Lo hicieron en una carta abierta dirigida al mandatario comunal y también al jefe de la Departamental, Walter Fernández Mamani, y los comisarios de las 12 dependencias policiales zonales. En la misiva, advirtieron que el problema de la inseguridad no es nuevo, pero se agudizó en los últimos meses, por lo que casi a diario escuchan historias de robos, violaciones y muertes en hechos delictivos. “Por todo esto es que les solicitamos que arbitren los medios necesarios para un real control del delito”, reclamaron.

 

Rosario bajo fuego: narcos y crímenes

Otras voces eclesiásticas también se alzaron contra la inseguridad en Rosario, ciudad santafesina con un promedio de un homicidio cada 30 horas en los primeros mes del año e inmersa en “guerras” por el control territorial narco. Los reclamos golpearon al poder político, al punto que obligaron al gobernador Omar Perotti a reemplazar recientemente a Marcelo Saín por el dirigente justicialista Jorge Lagna en el Ministerio de Seguridad provincial. Fue después que la Pastoral Social de la arquidiócesis difundiera un crítico documento, avalado por el arzobispo local, Eduardo Martín, clamando “Basta de violencia” y que el intendente rosarino, Pablo Javkin, pidiera una reacción a las autoridades provinciales. “Somos una ciudad de gente paciente, pero todo tiene un límite. Muchas balas, mucha sangre. Necesitamos que nos cuiden más”, gritó el jefe comunal en la apertura de sesiones ordinarias del Concejo municipal

 

En este sentido, el nuevo funcionario provincial visitó el 26 de marzo a Javkin y le prometió la incorporación de policías adicionales además de los 300 refuerzos federales que llegaron días atrás a Rosario y la designación de 60 motos de última generación para las tareas de prevención del delito. Lagna también se reunió con el arzobispo Martín y destacó la necesidad de trabajar con la Iglesia para reducir los niveles de violencia en los barrios y los nuevos delitos a los que definió como "rústicos".

 

 

En tanto, integrantes de la Pastoral Social habían sido recibidos por ediles de la comisión de Control, Convivencia y Seguridad Ciudadana a raíz del crítico documento que ese equipo arquidiocesano le habían acercado a fines de febrero reclamando terminar con la ola de violencia y pidiendo responsabilidad para encontrar soluciones a quienes fueron elegidos para “gobernar y gestionar los asuntos del bien común”.

 

 

En el documento eclesiástico, “ante la escalada de muerte y agravios contra la vida”, la Pastoral Social exigía a los responsables de la comuna y la provincia poner en práctica políticas públicas “decididas y valientes” para terminar -pedían- con el flagelo de la inseguridad, el narcotráfico, los femicidios y las violencias interpersonales. También ponía el acento en “otros síntomas de esta terrible enfermedad: desempleo, pérdida del poder adquisitivo de salarios y jubilaciones, pobreza, hambre y desnutrición, deficiencias educativas, destrato a los ancianos y enfermos, abusos y abandono de niños, aborto, adicciones, enfermedades evitables, discriminación, corrupción, manipulación mediática de las conciencias y una larga lista de calamidades profundizadas por el tiempo transcurrido sin acciones que las corrijan y por la pandemia”.

 

No hice nada malo, afirmó Javier Milei, admitió que sufrió un cachetazo y atacó a la oposición.
Pobreza

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