Al círculo de más cercano a Axel Kicillof todavía les cuesta asimilar el golpe.
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Al círculo de más cercano a Axel Kicillof todavía les cuesta asimilar el golpe.
Pasaron menos de tres semanas de la derrota en las PASO y unos diez días desde que el gobernador se vio obligado a cambiar tres sillones clave de su gabinete, donde había gente de su extrema confianza, para dejar lugar a “los intendentes”. Fue un impacto grande para un grupo que venía consolidado desde la victoria electoral de 2019 y se proyectaba para enfrentar la segunda parte del mandato, la del “renacimiento y reconstrucción”, con retoques mínimos en el equipo.
Pero el cachetazo en las urnas fue duro y la interna en el Frente de Todos también le pasó factura.
En los despachos del primer piso de la gobernación, los más cercanos al de Kicillof, todavía están acostumbrándose a los nuevos aires. El segundo tiempo de la gestión arrancó con un movimiento de renovación de nombres y de corrimiento a un segundo plano de figuras muy caras al gobernador, como Carlos Bianco y Agustín Simone, que todavía son foco de controversia y polémica.
¿Fue una intervención de la vicepresidenta Cristina Fernández al gobierno de su “mejor intérprete político''? ¿Fue una avanzada de Máximo Kirchner sobre la estructura de la provincia? ¿O fueron cambios que ya estaban en la cabeza de Kicillof y que tuvieron su sello?
Las respuestas cambian según el interlocutor, pero en el círculo más cercano a Kicillof avisan: la dinámica de la toma de decisiones en la Gobernación bonaerense no cambiará.
“Axel no va a alterar su manera de gobernar y gestionar y él no toma decisiones compartidas”, subrayan cerca del gobernador después de una semana en que el ritmo cotidiano en La Plata tuvo un cambio importante.
Desde que se instaló en el despacho que antes pertenecía a Bianco, Martín Insaurralde arrancó una ronda diaria de reuniones con responsables de todas las áreas del gobierno y, sobre todo, con intendentes oficialistas y opositores, a las que también se sumó el presidente de la Cámara de Diputados de la provincia, Federico Otermín, uno de sus delfines políticos.
En este primer tramo de una convivencia que algunos vaticinan complicada en términos políticos, la relación entre Kicillof e Insaurralde fue de “excesiva coordinación”. “Casi sobreactuada”, describen quienes conocen el ritmo cotidiano de la gestión platense. Como si los dos se esforzaran en dejar en segundo plano el recelo.
Para el “axelismo”, quizás el golpe más duro haya sido la salida de Bianco, relegado al cargo de jefe de Asesores del Gobernador. El dueño del Clio, un emblema de la campaña ganadora 2019, se ocupará de coordinar la elaboración de los informes técnicos por área que pide día a día Kicillof para tomar cualquier decisión de gestión.
Además, Bianco seguirá ejerciendo el rol de vocería política con el que sustentó su perfil público en estos dos años. Este punto en concreto fue hablado con Insaurralde, que le pidió a su antecesor que no se desentendiera de esa función, según trascendió.
“Cuando haya algún tema candente de verdad, la vocería va a ser de Martín, porque ese es, en definitiva, su rol. El jefe de Gabinete es la voz institucional de la Provincia, pero no es algo que a Martín le guste hacer y Bianco fue adquiriendo peso en su voz”, explican en el Ejecutivo bonaerense.
“Axel no va a compartir la toma de decisiones de gestión. Es un resorte exclusivo del gobernador. Obviamente, las decisiones más sustanciales se dialogan en el marco del frente que integramos. Se dialoga con Cristina, se dialoga con Massa. Incluso, con el gobierno nacional”, dicen en La Plata.
“Obviamente que no juega de memoria como con Carli. Todos jugábamos de memoria. Ahora es: ‘Martín, tengo esta situación. ¿Avanzamos de esta manera? ¿Qué te parece?’. Tenemos que terminar de aceitar ese marco de trabajo, pero estamos seguros de que va a salir. Nosotros creemos que Martín no tiene ninguna intención de que no funcione”, dicen cerca de Kicillof.
El desembarco de intendentes al gobierno bonaerense tuvo, si se quiere, ese primer efecto. Ahora, los jefes comunales, guardianes de su poder territorial, ataron de alguna manera su suerte a la del gobierno de Kicillof. Esa sensación es la que, más allá de los recelos políticos, se instaló fuerte en La Plata en los últimos días.
Fue una negociación complicada, que se desplegó días antes de la confirmación de los cambios e incluyó un vuelo relámpago de Kicillof a El Calafate para reunirse con Cristina. Allí, el gobernador expuso sus argumentos: si iba a haber cambio de figuras e iban a llegar la tropa del conurbano cercana a Máximo Kirchner, no podía haber plan B. “No queríamos segundas marcas. Si alguien tenía que ponerse al frente, que fuera Insaurralde entonces, y no otro intendente del sector”, dicen cerca del mandatario.
Para esa orga territorial, una de las preocupaciones más importantes tiene que ver con la posibilidad de voltear la ley que impide las re-reelecciones en los distritos. “La única manera de que eso pase es si tenemos una Legislatura más cercana -explican en la Gobernación-, con más voces propias, y eso solo va a ocurrir si mejoramos la elección en noviembre, algo para lo que se necesita el trabajo de los intendentes”. “Nuestras suertes están atadas”, resumen.
La interlocución con la Legislatura va a ser una función clave para lo que se viene, con el Presupuesto y la Ley Fiscal 2022 a la vuelta de la esquina. Esa es la tarea que tendrá como principales protagonistas a la nueva ministra de Gobierno, Cristina Alvarez Rodríguez, y su antecesora, Teresa García, que irá a presidir el bloque del FdT en el estratégico Senado bonaerense. Pero obviamente, Insaurralde tendrá también participación. Al fin y al cabo, un alfil suyo como Otermín preside la Cámara baja.
El desembarco de la tercera cara nueva, la del exjefe comunal de Malvinas Argentinas Leonardo Nardini en Infraestructura, también dejó muchos elementos arriba de la mesa. Kicillof tiene con él un “muy buen vínculo”, incluso mejor que el que tiene con Insaurralde, dicen en el Ejecutivo. Respeta el trabajo que hizo en el distrito y lo considera un muy buen gestor.
No obstante, en el círculo más cercano al gobernador no consideran que el reemplazo de Simone vaya a significar que la gestión en materia de obras vaya a acelerarse de un día para otro.
“Nardini tiene una cara más conocida, más asociada a la obra y a la gestión. Simone se comió el desgaste de dos años de intentar poner en marcha un tema muy difícil, con pandemia de por medio. La obra pública es un eje central de esta parte del gobierno, de la reconstrucción, y el cambio tuvo que ver con aportar más visibilidad a todo lo que se fue sembrando en estos años, pero no creemos que su llegada vaya a acelerar un área que tienen una estructura burocrática muy complicada y una ley que parece hecha para impedir que la obra pública se haga con el dinamismo que nosotros le queremos imprimir”, dicen.
Para Simone se piensa un destino en particular. El actual Instituto de la Vivienda tiene que convertirse en ministerio o, al menos, en un organismo distinto, con más estructura, para avanzar a buen ritmo con la construcción de viviendas, un aspecto que Kicillof puso como objetivo central de su gestión después de la crisis de Guernica.
Eso, como la posible creación de dos nuevos ministerios de Cultura y Turismo, quedará supeditado al resultado de las elecciones y a la conformación de la nueva Legislatura. “Más allá del ruido y las especulaciones, estamos todos concentrados en el mismo objetivo. La suerte nuestra en la suerte del Frente de Todos”, aseguran en La Plata.