CARLOS REUTEMANN

Bandera a cuadros para Lole

Lo espanta un frente con la UCR y el socialismo. En JxC le cierran el paso para otro mandato. Veto de Macri y reproche por correr el cuerpo. ¿Fin de la carrera?

Por primera vez en su extensa carrera como político y automovilista, no quieren dejar competir a Carlos Reutemann. La banca del Senado que ocupa hace 18 años consecutivos aparentó ser un privilegio vitalicio para el expiloto de Fórmula Uno, pero ahora hay quienes desde Juntos por el Cambio (JxC) pretenden bajarle la bandera a cuadros para que no sea candidato en las próximas elecciones legislativas y ponerle punto final a su trayectoria el próximo 10 de diciembre, cuando venza su mandato y se cumplan exactos 30 años de su llegada a la Casa Gris, la sede del gobierno santafesino.

 

Lole en 2003 con Carlos Menem, su mentor en la política.

Luego de sus dos gobernaciones justicialistas, la senaduría lo arropó para sostener su cuota de poder, con el plus de quedar lejos de las críticas que lo persiguen desde entonces y sólo preocuparse en conectar con su electorado cada seis años, pero ahora su situación se complejizó con un JxC en plena renovación nacional y provincial que lo corre como primera opción, al menos por el momento. 

 

Lo que en el fondo parece haberse agotado es su figura, un modelo que jamás se reinventó. No hubo muchos Reutemann: sólo hubo uno reutilizado desde principios de los noventa, cuando pasó de celebridad deportiva a gobernador. Nunca se corrió del hombre de campo y latifundista, el hombre recto y parco que conduce, el garante del statu quo de un sector conservador. Siempre mantuvo el rostro imperturbable, de césar. Ni siquiera cambió de enemigos: el socialismo y el radicalismo santafesinos le siguen sacando caspa.

 

Esa es una de las grandes razones de la exclusión. El Frente Amplio que impulsa la UCR Santa Fe con Juntos por el Cambio, más la idea de sumar al socialista Miguel Lifschitz, lo acorrala. “Lole nunca se juntaría con el socialismo”, jura alguien que lo conoce de cerca. En tanto, el radicalismo lo espanta porque el partido centenario lo apuntó como máximo responsable de la trágica inundación de 2003 de la ciudad de Santa Fe, que dejó 23 muertos cuando era gobernador. 

 

Ganas de un nuevo mandato siempre tiene, repiten en su entorno a Letra P, pero reconocen que la pandemia le dio una estocada. Con casi 79 años, no le es aconsejable calzarse un barbijo y salir a hacer campaña, por más segmentada y reducida que sean. Así, sólo dependería de lo que traccionara su nombre y el sello por el que compitiera. “No alcanza”, sostiene un dirigente del PRO, consciente de que no bajará los brazos e insistirá en competir dentro o fuera de JxC.

 

Por lo pronto, arrancaron las operaciones en el revuelto escenario de JxC: días atrás, tiraron a la cancha el nombre de Miguel Del Sel, quien estuvo a punto de ser su sucesor y resignificar el modelo Lole: outsider, electoralmente fuerte, empático con el campo, con brillo en los noventa. Hay quienes leen la jugada como una manera de mojarles la oreja tanto a Reutemann como a Lifschitz y su indecisión de sumarse a un frente amplio.

 

Silenzio (lo) stampa

El senador no abre la boca en los medios ni en el Congreso. Según el portal SumaPolítica, en las 600 sesiones que llevan sus mandatos, sólo habló 30 minutos. No cree que su electorado deba escuchar sus posturas, básicamente, porque ya las conoce. Es cierto: Reutemann, ante todo, es previsible. Se puede saber cómo votará con sólo pasarle un filtro conservador al tema: en contra del aborto, del matrimonio igualitario, de la 125...

 

Justamente la pelea del gobierno kirchnerista con el campo lo colocó de un lado de la grieta y sin siquiera tener que hacer sacrificios. De allí, naturalmente recaló en el macrismo en un santiamén, ahorrándose divisiones inferiores y explicaciones. Sin embargo, el vínculo se fue desgastando y, aunque hace poco su amigo Miguel Ángel Pichetto  le haya pedido personalmente a Mauricio Macri por la renovación del mandato del Lole, esta vez el expresidente no concedió. 

 

Lole con Macri, ¿su verdugo 2021?.

 

Antes de dar una respuesta, puso una pausa y llamó por teléfono a Santa Fe. "¿Qué me decís del Lole?", preguntó, según supo Letra P. Del otro lado le recordaron que su imagen negativa es de las más altas de la política, sobre todo en Rosario, donde le es difícil transitar. Añadieron un dato: hay un enorme electorado y una nueva generación que no lo registra. 

 

“Encima no abrió la boca en cuatro años para defendernos y se armó un monobloque”, completó Macri, palabras más, palabras menos, en lo que sonó a un “ma’ sí”. Aquel silencio que Reutemann usó como coraza y templanza para su carrera política pasó de una fortaleza a una debilidad en el clásico análisis político. ¿Macri terminará siendo el verdugo? 

 

Lo tapó el agua

Su carrera política se desdobla en un antes y después de 2003, el último año de su segunda gobernación. La fecha no sólo remite a la trágica inundación, sino, también, al rechazo a la insistencia de Eduardo Duhalde para que corriera la carrera por el sillón de Rivadavia. Su figura robusta generaba consenso en una política en llamas y arriada por el justicialismo de los gobernadores, pero no quiso, no hubo forma, por más que hasta el entonces presidente interino le diseñó una suerte de ley de neolemas para evitar ir de punto en una interna con el dos veces presidente Carlos Menem

 

Duhalde lo quiso Presidente en 2003, pero Lole metió freno de mano.

 

Sin embargo, el esquema electoral lo empujó a pensar por un momento en aceptar la propuesta de Duhalde: con la ley de lemas llegó en 1991 y 1999 a la gobernación de Santa Fe y se volvió el arma infalible del PJ de los noventa. Dicen que su costado de “gringo desconfiado” sospechó que Duhalde le pondría las manos en la chequera y todo su aparato encima. “Vi algo que no me gustó y que tal vez no vaya a decir nunca”, dijo en una entrevista. Mejor el Senado, pensó. 

 

Carlos Reutemann en la ExpoRural de Rafaela en 2009. Cerca, el actual gobernador Omar Perotti.

 

Al marcharse a Buenos Aires y ya no aparecer en el barro cotidiano santafesino con frecuencia por más que vuelva al campo, sacrificó la conducción del PJ provincial, una bestia difícil de domar cuando se es gobernador y aun más desde un despacho en el Congreso. Cuando un peronista santafesino lo nombra, patina entre la ambigüedad de ponerlo en el bronce y a la vez desmarcarse. Con el exilio también sepultó la construcción de un antireutemismo que nadie tuvo que revivir. Paradójicamente, la bandera a cuadros se la quieren bajar desde su propio espacio político.

 

Reutemann nunca perdió en política, no sólo en las urnas, sino en su decisión de abroquelarse en el Senado. Ahora, por primera vez en 30 años de carrera, le quieren decir que hasta acá es suficiente. Lole se mira en el espejo del Menem senador y se pregunta: "¿por qué si él puede, yo no?" Para mantenerse vitaliciamente hay que dejar un legado en la tierra propia: Menem lo hizo, Reutemann no. 

 

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