¿EL ABANDERADO?

Macri y la educación, de los dichos a lo hecho

Con fundación y traje de estadista retirado a la americana, el líder PRO usa el tema para reciclarse y validar su liderazgo. Su gobierno reprobó la materia.

Resulta evidente que el expresidente Mauricio Macri ha decidio tomar a la educación como una bandera, haciendo un uso exprofesamente político partidario de un bien público. Más allá de las internas dentro de su propio espacio y la necesidad de sentar mojones para parapetar un liderazgo en disputa, resuta llamativo que quien levante esta bandera sea el mismo presidente que se cansó de criticar a sus opositores haciendo referencia de que hacían política en la escuela. Por lo visto, ante la conveniencia, los principios pueden ser otros, como bromeaba el otro Marx, Groucho. 

 

Esto dista mucho de ser gracioso cuando lo que está en disputa es, probablemente, el dispositivo institucional y culural más relevante en los procesos de igualación social y construcción de oportunidades colectivas. Sí, la escuela. La misma que impulsara Sarmiento con la Ley 1420, la reforma universitaria de los radicales irigoyenistas abriendo las universidades a la autonomia y el cogobierno, la que estableció la gratuidad de los estudios superiores con Perón en 1949 y la que defendieron la Marcha Blanca y Fuentealba.

 

Por eso, es necesario dar el debate y preguntarnos de qué escuela quiere Macri ser abanderado.

 

Fuente inobjetables como el CIPPEC ya observaron que, durante los cuatro años de su gestión como presidente, el sistema educativo argentino perdió un punto y medio del PBI, lejos del promedio de seis puntos de inversión que estableció la Ley de Financiamiento Educativo en 2006 y recomiendan todos los organismos internacionales, como Unicef o la OCDE. ¿Dónde están los 3.000 jardines de infantes que prometió? ¿Cuántas escuelas secundarias nuevas se crearon durante su gobierno? Las respuestas se fueron por el agujero negro del ajuste y, vaya paradoja, siempre les toca a los que menos tienen.

 

En su administración, también se desconoció la paritaria nacional, bajo el argumento de que el Ministerio de Educación no tenía escuelas ni pagaba salarios docentes. Esta circunstancia aumentó la disparidad de ingresos docentes en las diferentes jurisdicciones, donde el acuerdo nacional establecía pisos mínimos de ingresos, y potenció una conflictividad que el sistema arrastra desde hace décadas.

 

Otro aspecto en el que la presidencia Macri se destacó fue en la desinversión tecnológica. Una de las primeras medidas del Gobierno fue desmantelar el programa Conectar Igualdad, referencia ineludible en la región en materia de inversión tecnológica educativa; sugerido como modelo por el MIT en el reconocido programa "One Laptop per Child" que impulsaron especialistas como Nicholas Negroponte, Argentina fue pionera en la distribución de equipos y en la formación de una extensa red de capacitadores en educación digital. En la acualidad, uno de los paises que mejor desempeño tiene en el marco de la pandemia en la transposición online del sistema es Uruguay, donde el Plan Ceibal, réplica del nuestro Conectar Igualdad, se ha convertido en una política de Estado con continuidad en las diferentes administraciones de Tabaré Vázquez, Mujica y Lacalle Pou.

 

Un último aspecto a mencionar relevante es el desconocimiento que las políticas educativas de Cambiemos tuvieron en relación al sistema universitario argentino. Apenas asumió, Macri desmanteló todos los convenios que el Estado tenía con las universidades nacionales como consultoras privilegiadas, pero esto es quizás lo de menos. Entre 2003 y 2015, se fundaron 17 universidades nacionales en diferentes puntos del pais y la matrícula universitaria creció cerca de un 25%. Para el expresidente, eso en realidad era "caer en la educación pública". 

 

Por supuesto, este programa político no es inocente. Nadie puede desconocer hoy que en las formas de producir, difundir y compartir el conocimiento están las claves del desarrollo de las naciones y la posiblidad de una vida autónoma de los sujetos. Que el expresidente haya creado una fundación para promover sus ideas no es un dato menor sobre las implicancias de lo que está en juego: o defedemos el conocimiento como un capital común y compartido o será provecho de unos pocos, en general, los dueños de siempre de todas las cosas. 

 

El autor es docente de la UNLP y director del Observatorio de Calidad Educativa.

 

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