En una escapada de fin de semana, de las clásicas, la cuarentena lo dejó varado voluntariamente en su chacra de Máximo Paz. Desde su búnker del partido de Cañuelas y entre la actividad de la cría casi artesanal de ganado y mucho libro -el más reciente, “Aramburu", de María O´ Donell- el ex candidato a presidente Roberto Lavagna se reconvierte en una especie de faro de consultas y aportante de sugerencias a su espacio y al gobierno de Alberto Fernández.
Lavagna dice la forma de conducir la crisis de Fernández es la “apropiada y hay que defenderla”, pero también entiende que, de manera gradual, se puede ir saliendo a la actividad para que en poco tiempo esté mejor parado el sistema productivo argentino.
A la gente de su entorno le avisó, de hecho, que la carrera por la presidencia fue el final de su disputa por cargos electivos. Y que, como siempre gobierna el que gana, sus contactos con el Frente de Todos son puramente “colaborativos”. Con esa explicación justifica por qué se negó al pedido del presidente de encabezar el Consejo Económico y Social, aunque, como informó Letra P, importantes figuras de su espacio ocupan puestos de relevancia en el organigrama albertista.
Cuentan los que lo conocen que hubo en él un antes y un después de haber conocido a Martín Guzmán. Con el ministro de Economía se reunió por primera vez en su casa, dos días antes de que asumiera. Cuando terminó el mitin, habló con Fernández. “Este chico es muy bueno y tiene el equilibrio justo entre heterodoxia y ortodoxia”, le dijo.
En la confianza que ambos se tienen luego de haber compartido gabinete nacional entre 2003 y 2005, Lavagna y el Presidente dialogaron sobre la designación y las virtudes del discípulo de Joseph Stiglitz. Depsués, el excandidato siguió el rodaje del ministro y volvió a hablar por teléfono en algunas ocasiones. En una de ellas, expuesta por el propio Guzmán en una reunión en Olivos, le dijo que no se hiciera problema por las críticas, que a él le había pasado lo mismo. De allí en más, empezó a pensar sobre la inconveniencia de que un economista condujera el Consejo. En una charla que tuvo un interlocutor de su espacio, le dijo que se le haría imposible no atender a sectores como la CGT o la UIA en ese rol, lo cual -entiende Lavagna- superpondría funciones y generaría ruido con Economía.
Fernández lo quiere para el Consejo Económico, pero dijo no.
En el marco de la pandemia, toma poco mate pero mantiene un nexo fluido con algunas costumbres cada vez más en desuso, como la obsesión por leer los diarios en papel. Entre la tinta y reuniones por Zoom, construyó una idea propia sobre lo que algunos describen como una dicotomía entre la cuarentena sanitaria y la economía. La mesa de los médicos, dice, es “un diferencial” de Argentina con otros países. Agrega que la forma de conducir la crisis de Fernández es la “apropiada y hay que defenderla”, pero también introduce críticas. Lavagna entiende que, de manera gradual, se puede ir saliendo a la actividad para que en poco tiempo esté mejor parado el sistema productivo argentino.
En ese sentido, algunas medidas que él impulsa, ya las tomó el gobierno, como la asistencia al pago de salarios vía ATP y la asistencia a sectores bajos, pero cree que el alcance se debe profundizar. “Igualmente, nadie tiene el manual de lo que hay que hacer en una pandemia, así que nadie puede tentarse con soluciones mágicas”, suele repetir.
En paralelo, salió a bancar fuerte un proyecto de ley de Alejandro “Topo” Rodríguez, diputado de su espacio, que plantea créditos a tasa cero a 24 meses y exención de Ganancias por tres años a aquellas firmas que reinviertan sus utilidades en equipamiento y bienes de capital. El exministro observa que, inclusivamente, un plan semejante sería de mucha más utilidad que el impuesto a las grandes fortunas.
Entre risas, le dijo hace unos días a un asistente que, “al final, soy más optimista que Alberto”. Lavagna asegura que, si se hacen algunas correcciones asistenciales más para sostener al sector privado, habrá una “rápida” recuperación de la producción y el empleo.
Las charlas con Guzmán y el apoyo a su gestión.
Las mayores diferencias con el Presidente están hoy puestas en algunas medidas que el Gobierno tomó y le pegaron de lleno al campo, una actividad que el ministro entiende clave para el ingreso de divisas. La más importante: la norma del Banco Central para el tipo de cambio que trabó la compra y venta de insumos.
El otro cuestionamiento al Gobierno fue haber demorado el tratamiento de la Ley de Economía del Conocimiento, un fomento a un sector que generó puestos de trabajo.
Respecto a la deuda, también comentó con los propios un matiz. Mientras Fernández se cierra en el círculo de apoyo político del Fondo Monetario (FMI), pidió que el orgamismo deje “el apoyo moral” y ponga plata en Argentina y el mundo para paliar los efectos de la pandemia.