La Argentina, como el resto del mundo, se sumerge en tiempos económicos anormales debido a la pandemia de coronavirus, en los que debe aplicar políticas de expansión del gasto público a pesar de vivir desde hace demasiado tiempo en un régimen de inflación elevada. La necesidad de limitar la esperada caída del nivel de actividad, que será tan grande como las medidas sanitarias de restricción que haya que imponer, hace que los especialistas se pregunten sobre los efectos inflacionarios del plan anticíclico anunciado el martes, que implica gastos por unos $700.000 millones que sumarán al déficit fiscal primario (antes del pago de deuda) preexistente. La emergencia unifica las bibliotecas de ortodoxos y heterodoxos en lo que hace a la necesidad de sostener la economía y la cadena de pagos, pero no salda la polémica sobre el futuro de la inflación. ¿El mayor gasto la espiralizará incluso por encima de su nivel de 2019 o (vaya consuelo) la recesión, que va a profundizarse, será un factor limitante?
La ortodoxia entiende las razones de la expansión del gasto, pero realiza sus advertencias.
“Hay que acordarse de lo que pasó en 2002, cuando el tipo de cambio pasó de 1 a 4 y la inflación, en comparación, fue bajísima”, exactamente del 41%, invitó. “Sin embargo, en aquel momento el país venía de una deflación de muchos años o de una inflación muy baja”.
En cambio, añadió, “ahora venimos de unos quince años de una inflación del 20% para arriba. Creo que va a haber una aceleración”, indicó en una entrevista en FM Milenium.
Economistas de otra formación coinciden en que un mayor gasto público, dentro de parámetros prudentes, es un mandato de la hora.
"La prioridad es darle liquidez al sistema para asegurar las cadenas de suministros y pagos. Las preocupaciones por la lucha antiinflacionaria también entran en cuarentena”, resumió Gustavo Reija, director de la consultora Mecronomic, en diálogo con Letra P.
Dado lo fluido del momento, ningún economista serio arriesga proyecciones de inflación, sobre todo porque si, como anticipan los epidemiólogos, el punto crítico de los contagios llegará dentro de un mes, podrían ser necesarias muchas más políticas de estímulo.
Por el momento, entonces, hay que ponderar dos variables fundamentales para analizar el impacto del gasto anticíclico sobre los precios: el monto del dinero que se movilizará y el tiempo a través del cual se volcará al mercado: si la asignación de ese dinero fuera más inmediata, el cálculo de la expansión del gasto público sería mayor; si se la prorrateara más en el tiempo, en cambio, este decrecería. Por esa razón, las proyecciones oscilan entre un mínimo del 0,5% y un máximo del 2%.
“El impacto de las medidas del Gobierno es, al día de hoy, incierto en términos de aumento de base monetaria y de la tasa de inflación”, dijo Gustavo Reija.
En relación con la primera de esas variables, Reija explicó que “el impacto de las medidas que el Gobierno anunció y que, con seguridad, continuará implementado es, al día de hoy, incierto en términos de aumento de base monetaria y de la tasa de inflación”.
“El paquete de medidas que se anunció tiene una parte de gasto fiscal, eso es cierto, pero no representa más que 0,5% del PBI. No se trata de la parte más relevante del dinero que se va a movilizar, que va a provenir del sector privado, especialmente de los bancos, con los créditos que se van a otorgar en base a las reglamentaciones que próximamente va a emitir en Banco Central. Esto último es movilización de recursos dentro de la oferta monetaria, no gasto”, estimó, por su parte, ante la consulta de Letra P Martín Kalos, economista jefe de la consultora Elypsis.
De acuerdo con ambos economistas, la segunda clave del análisis es el factor tiempo.
Para el hombre de Mecronomic, “hay que distinguir dos etapas. La primera es en la que estamos ingresando, con un parate de actividades casi total y con un control de precios anunciado sobre la canasta básica. Aunque partimos de una demanda de dinero débil, en este escenario resulta difícil que la expansión de base monetaria y crédito se traduzca en un gran impacto inflacionario. Habrá, por supuesto, reacomodamientos de precios relativos pero, a nivel macro, el índice debería seguir en niveles similares a los de enero y febrero”.
Con todo, “la segunda etapa será la del descongelamiento de la cuarentena y la reanudación paulatina de la vida social y productiva. Para ese momento, el Banco Central deberá hacer sintonía fina, ponderando cómo quedó la demanda de dinero y, en función de ello, realizar ajustes sobre la cantidad de dinero si fuera necesario”, recomendó Reija. Tarea para Miguel Pesce.
Miguel Pesce, presidente del BCRA.
De acuerdo con la mirada de Kalos, “gran parte de lo que el Gobierno va a gastar se concentra en el corto plazo, como los bonos a las jubilaciones mínimas y la Asignación Universal por Hijo, pero eso es una parte relativamente reducida del paquete. Por otro lado, el gasto anunciado en obra pública va a ser más dilatado en el tiempo, durante meses y quizás años. En definitiva, no estamos frente a un impacto inmediato en el aumento de la base monetaria, es decir de la emisión”.
El economista de Elypsis llama, con todo, a la prudencia. “La emisión, dentro de ciertos niveles, tiene un impacto inflacionario reducido en el corto plazo porque la Argentina está en recesión desde hace dos años, tiene recursos ociosos y cuenta con un contexto que permite mover recursos”. Ese contexto está dado por “un congelamiento de precios que en este momento contiene la inflación y la estabilidad del dólar oficial, que rige la mayor parte de las transacciones que realizan las empresas con el resto del mundo, como es el caso de las deudas y las operaciones de exportación e importación”, siguió.
“No parece que vaya a haber un impacto significativo en la inflación, siempre que la emisiónse mantenga dentro de límites muy moderados y extendidos en el tiempo, mes a mes, que es lo que, por ahora, se ve. No estamos ante ese problema en el cortísimo plazo”, insistió Kalos.
La pelea será larga y día a día.