MEMORIA & BALANCE

Sordos ruidos: el choque de estilos que complejiza la relación Kicillof-Guzmán

El gobernador de la provincia de Buenos Aires, Axel Kicillof, y el ministro de Economía de la Nación, Martín Guzmán, tienen algo en común -además de su profesión de economistas- y algo que los diferencia: lo primero es el problema que deben abordar en el inicio mismo de sus respectivas gestiones, el de la deuda pública, cuya renegociación les condicionará el futuro; lo segundo, el carácter: impulsivo el primero, metódico el segundo, trazaron distintas estrategias para lidiar con acreedores voraces.

 


Fernández y Kicillof. El presidente y el gobernador hablaron del pago que hizo la provincia. 

 

 

El problema los llevó a interactuar cuando, en medio de una renegociación de la deuda soberana que ya está lanzada, surgió el conflicto por el tramo de capital de 250 millones de dólares del bono BP21 que la provincia de Buenos Aires debía abonar el 26 de enero. La impulsividad que atribuyen a Kicillof en algunos despachos llevó al mandatario bonaerense a plantear la postergación del desembolso hasta el 1 de mayo bajo una amenaza de default de improbable cumplimiento. Muchos atribuyen el fracaso de su enfoque al maximalismo del planteo inicial, que se basaba en la inexistencia de fondos para pagar que, finalmente, aparecieron.

 

 

 

En el contexto inicial, cuando la Provincia decía no poder pagar, surgieron en el mercado rumores sobre un rescate de la Nación. Eso era imposible, dado que tal paso hubiera obligado al Tesoro a auxiliar también a otras provincias muy endeudadas sin contar con los recursos para hacerlo. Por eso, además de aclararles el punto a los medios, hubo gestiones políticas de alto nivel tendientes a desactivar la versión, lo que volvió a exponer las diferencias de carácter y estrategia de los protagonistas.

 

En general, con todo, en los gobiernos nacional y provincial aseguran que hubo diálogo y coordinación a lo largo del proceso, del que participó incluso el presidente Alberto Fernández. Pero hasta ahí llega el amor y es evidente el esfuerzo del Ministerio de Economía por despegar sus tratativas de las bonaerenses. Haciendo de la carencia virtud, dicen querer darles autonomía a estas últimas y hablan de “negociaciones paralelas”. Esas líneas, como se sabe, siempre están cerca, pero no se tocan.

 

 

 

En ese sentido, hablan de dos estatus jurídicos diferentes, que no se deben mezclar. Es natural: el villano de esa película que tuvo a Kicillof como protagonista, el fondo Fidelity, que bloqueó la reprogramación del pago del BP21, es, también, un jugador de peso en la negociación soberana y debe haber sacado de la saga reciente la conclusión de que la dureza extrema es el mejor camino a seguir ante administraciones que, por contexto internacional, no pueden darse el lujo de la cesación de pagos.

 

El contexto de la relación entre la Nación y la Provincia en cuanto a la deuda tuvo otro hito reciente. El propio Fernández reconoció en París que habló con Kicillof y le dijo que era conveniente pagar. “Con Axel coincidimos en que pagase. Pero no es que podemos pagar. Los acreedores deben saber que la Argentina está impedida de enfrentar esa deuda”, dio vueltas el Presidente para envolver la sugerencia en palabras elegantes.

 

 


Guzmán con Merkel. Los europeos dan apoyo, pero piden evitar el default.

 


Un rato antes de su charla telefónica con el gobernador, Fernández había mantenido una reunión con la canciller alemana, Angela Merkel, quien le dio un mensaje de apoyo claro, pero le explicó que lo conveniente era que Argentina nunca cayera en cesación de pagos.

 

Un dato relevante de la coordinación nación-provincia, que develó Letra P, muestra que el acuerdo para pagar estaba pautado con bastante antelación. En el kicillofismo lo describen como el Plan “C”, que terminó el viernes último con una emisión de Letras del Tesoro provincial por casi $ 9.300 millones que compraron en su mayoría municipios de la provincia. Esa operatoria tiene plazos administrativos más extensos, lo que alumbra un proceso de planeamiento conjunto y de estrategia anterior a la crisis de la rebelión de los bonistas.

 

 

 

Naturalmente, Guzmán cuenta con la misma ventaja que tuvo Kicillof en las negociaciones que mantuvo con tenedores de bonos cuando Cristina Kirchner era presidenta: la figura de un jefe de Estado resolviendo el frente externo de las relaciones. Ese activo le permitió alinear en la gira europea el apoyo de votos importantes en el FMI, como Alemania, Francia y España, además de la curiosa incursión de respaldo del papa Francisco. En paralelo, Guzmán aprovechó sus contactos y también se vio con enviados del presidente de Estados Unidos, Donald Trump

 

En mayo de 2019, el Pontífice recibió en el Vaticano a Joseph Stiglitz, mentor de Guzmán, y al actual ministro, con quienes se trabó en una charla que dejó muchas coincidencias sobre cómo se debía manejar la economía. El caso del premio Nobel también le juega a favor, dado que en los últimos dos meses mantuvo reuniones con bonistas privados a los que les recomendó arreglar con Argentina.

 

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