

Lo primero que debe decirse de la decisión del gobernador de la provincia de Buenos Aires, Axel Kicillof, de dar marcha atrás con su amenaza de un default es que fue un acierto. Lo segundo, que ese juicio alude a la corrección de un error inicial, severo y autoinfligido: su porfía en haber encarado las particulares simultáneas de truco que debía jugar con varios adversarios cantando falta envido sin haber mirado las cartas y contando, en la práctica, apenas con un seis y dos sotas de palos diversos.
El acierto, entonces, deviene táctico en la renegociación en curso de la deuda soberana que llevan adelante el presidente Alberto Fernández y su ministro de Economía, Martín Guzmán, así como en la que el propio Kicillof anunció, apurando su cronograma inicial, para la Provincia; una cesación de pagos habría sido un disparo en el propio pie, algo que el mercado de bonos entendió al responder a la buena nueva con un retroceso inmediato del riesgo país de más del 6%. Sin embargo, en lo estratégico resulta en un relativo daño a ambos procesos por haber fragilizado una palabra oficial que aseguraba no contar con fondos para pagar cuando, en realidad, existían.
Esa nebulosa de intereses y visiones, muchas veces sesgadas, que se da en llamar “mercado” creía, de hecho, que Kicillof tenía con qué pagar el tramo de capital del bono Buenos Aires 2021 (BP21) que vencía el 26 de enero y que este pretendía reprogramar para el 1 de mayo. Asimismo, afirmaba que era insólito plantear un posible default por apenas 250 millones de dólares. Tercero, que la Nación no podría permitirse semejante noticia en medio de una negociación que pretende culminar, contrarreloj y con éxito, el 31 de marzo.
“Dentro de las opciones, que básicamente eran pagar o no pagar, se optó por la mejor y la menos costosa. Pero nunca se debió entrar en este brete, en una negociación que todos veíamos que iba a fracasar y que, de hecho, fracasó totalmente”, resumió esa noción el analista financiero Christian Buteler en diálogo con Letra P.
Hay que concluir, entonces, que había razón en los mencionados tres postulados del mercado financiero: el gobernador, en efecto, encontró los recursos, los 250 millones no eran impagables (al revés de lo que viene, sobre todo desde junio) y el gobierno de Fernández terminó influyendo para inclinar la balanza hacia el lado de la coherencia. En su conferencia de prensa de este martes, Kicillof les agradeció al Presidente y al ministro de Economía por su respaldo.
De la mano. La negociación fallido de Kicillof golpea a la nación en su propia paritaria con acreedores.
Guzmán había dicho que un default bonaerense le pondría “ruido” a su negociación. En tanto, el Gobierno nacional pensaba que un rechazo de los bonistas al planteo del gobernador podía deteriorar, al desencadenar la cesación de pagos, la situación económica e influir negativamente en la oferta que se debe hacer a los acreedores. Está claro que una ruptura del contrato vinculado al BP21 era lo que menos deseaba.
Hay, con todo, un atenuante en el error inicial de Kicillof: el vencimiento de capital que enfrentaba era el único que mediaba entre la actualidad y el plazo del 31M establecido por Guzmán en atención al calado de los vencimientos soberanos, imposibles de sostener a partir de abril; de ahí la decisión de pagar únicamente intereses hasta esa fecha.
La narrativa de los dos distritos frente a los acreedores habría quedado igualmente a salvo si se hubiese explicado que se iba a hacer efectivo el pago del BP21 justamente por ser una excepción en el proceso y por no suponer un monto desmesurado. Sin embargo, se optó por afirmar que no había dinero en caja. El fondo Fidelity, tenedor según el gobernador del 20% del BP21 en circulación, no lo creyó y se aferró a un porcentaje de tenencias que le daba casi poder de veto dada la cláusula de acción colectiva que exigía una mayoría del 75% para la reprogramación.
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Fidelity, uno de los grandes jugadores internacionales, con una cartera de 1,5 billón de dólares, echó por la borda la estrategia bonaerense. Además, ahora entra en fase de definiciones también con el Gobierno nacional, del que es acreedor, repitiendo lo ocurrido en 2005. Ese fondo y la Argentina son viejos conocidos que saben de sus mañas recíprocas.
La amenaza bonaerense de la cesación de pagos terminó con la aparición de dinero que se decía inexistente. ¿Cómo capitalizará en ese duelo, valga la expresión, Fidelity, así como otros fondos, la experiencia de haber obtenido todo lo que quería desde una postura de máxima dureza? He ahí el doble costo de la estrategia fallida, para la Nación y también para la Provincia, que, según dijo el propio Kicillof, anticipó por lo ocurrido su decisión de reestructurar.
Fuente: Elypsis
Si la negociación soberana será durísima, la bonaerense no le irá a la zaga. El historial de sobreendeudamiento del distrito no nació con Mauricio Macri y con María Eugenia Vidal y, de hecho, el PB21 fue emitido a una tasa de interés sideral de casi el 11% anual en dólares, en 2011. Sin embargo, los últimos inquilinos de la Casa Rosada y de la Gobernación de La Plata contribuyeron mucho al empeoramiento de su perfil. Como le dijo a Letra P el director de la consultora Mecronomic, Gustavo Reija, la Provincia tiene una deuda total de aproximadamente 11.200 millones de dólares, de los cuales el 73% vence en la actual gestión. Haberla asumido es insólito.
El 55% de apoyo que dijo haber cosechado Kicillof puede ser considerado el punto de arranque de la negociación anunciada. Y el 20% de Fidelity, sumado a lo que tienen otros rebeldes, puede resultar una ladera muy empinada para escalar.