Mauricio Macri estaba en su casa de Acassuso cuando vio la foto en la chacra de Elisa Carrió y le cayó como una bomba. La presencia de Horacio Rodríguez Larreta y María Eugenia Vidal le resultó una provocación innecesaria, pero mayor malestar le generó la estrategia inconsulta de poner sobre la mesa de discusión el pliego que duerme en el Senado para designar como procurador a Daniel Rafecas. No fue porque el expresidente esté necesariamente en desacuerdo con esa idea, sino porque lo considera una jugada extemporánea o, apelando a una máxima de la política, porque cree que Lilita interrumpió al enemigo cuando se estaba equivocando.
Contra ríos de tinta que así lo sostienen, a Macri no lo mueve ningún impulso personal contra el juez federal. “Eso fue algo que alguien dijo y quedó”, advierte un dirigente de trato diario con el ingeniero. No hay heridas mal curadas por el trato de algún expediente. Incluso, cree que había opciones mucho peores o más riesgosas, en términos judiciales, para sus causas en trámite. Lo que sí entiende es que la idea de Carrió de salir a pedir que Juntos por el Cambio (JxC) convalide los dos tercios en el Senado para consagrar a Rafecas -así, evitar una maniobra de Cristina Fernández de Kirchner que acabe con un ultra kirchnerista al frente de la Procuración- atenta contra el propio Rafecas. Lo que en el macrismo llaman la lógica del “mal menor” fue, para Macri, un apuro.
“Cualquier cosa que Mauricio haga en favor de Rafecas atenta contra Rafecas”, resume un estrecho colaborador del expresidente. Según esta lógica, cuanto mejor le caiga a Macri la idea de que Rafecas sea procurador, menos chances tiene de que CFK acelere los pasos para su designación, hoy totalmente congelada.
La evaluación en el entorno de Macri ante el caso Rafecas es así: mientras JxC no movió sus fichas, Cristina tampoco movió las suyas; recién cuando Carrió cuestionó desde adentro el posicionamiento de la alianza opositora, el kirchnerismo alteró el tablero. A esa lectura le faltan dos partes. Una es que la primera movida no fue de Carrió sino de Oscar Parrilli, convocando a discutir proyectos para reformar la ley marco del Ministerio Público Fiscal; la otra, que, con un par de tuits y una entrevista televisiva, Lilita puso al desnudo las internas propias, pero también sacó a la superficie todas las diferencias que el Frente de Todos escondía bajo la alfombra.
Dos preguntas atraviesan a Macri y su entorno íntimo cuando evalúan qué hacer con este caso:
¿El plan de Carrió de apoyar a Rafecas como el “mal menor” tiene viabilidad?
¿Qué interlocutores tienen en el Senado como para sellar un acuerdo que, miden, obligaría a JxC a tener que dar varias explicaciones a su electorado?
“Mauricio habla con (el presidente del interbloque de JxC en el Senado, Luis) Naidenoff y nunca le comentó ni el más mínimo intento de negociación”, sostiene la fuente consultada. MIentras tanto, lo que ven desde la zona norte del conurbano es que, mientras el peronismo resuelve sus internas y el pliego de Rafecas no avance, la Procuración será terreno del actual procurador interino, Eduardo Casal. Una mirada muy optimista: si la bicameral de seguimiento del Ministerio Público avanzara en las denuncias contra Casal, el cargo sería heredado por el procurador fiscal ante la Corte Suprema, Victor Abramovch, uno de los nombres que circularon como plan B si se cayera la opción Rafecas. En el ránking personal de Macri, Abramovich sería una de esas opciones peores o riesgosas.
“Sería bueno que primero nos pusiéramos de acuerdo nosotros”, dice un exfuncionario del gobierno macrista que, horas antes de la reunión de la mesa nacional de JxC, discutió con Macri qué posición llevar a esa cumbre. Como casi siempre, la propuesta del expresidente se impuso y se publicó así en el comunicado emitido tras el cónclave virtual: “En el momento en que el oficialismo en el Senado tome la decisión de impulsar el pliego propuesto por el Presidente, Juntos por el Cambio va a expresar su posición respecto al procurador”. Subtitulado: no habrá movimientos hasta tanto mueva Cristina.