El “camino hacia el centro”, como lo define Horacio Rodríguez Larreta, también requiere de gestos que rompan su rutina habitual para afianzar el perfil moderado que busca instalar para competir en 2023. El jefe de Gobierno teje su carrera proselitista con guiños hacia los distintos espacios que conviven en Juntos por el Cambio (JxC), pero también busca pescar en la pecera de corrientes cambiantes de los indecisos que no comulgan al 100% con el Frente de Todos (FdT) ni con la coalición opositora. Es una estrategia que explica su retórica "antigrieta", bajo la cual el porteño fundamenta su convocatoria al diálogo y el consenso. En ese marco, puede dimensionarse su acercamiento hacia el progresismo y su táctica de quebrar el silencio únicamente para pronunciarse sobre temas de actualidad.
Cómodo a la hora de comunicar actos o decisiones de gestión, Rodríguez Larreta evita expresarse sobre los tópicos que dominan la agenda. En paralelo, desde hace un mes profesa, religiosamente, el silencio y limita sus apariciones mediáticas a informar sobre la situación de la pandemia por coronavirus en la Ciudad y las aperturas y permisos que habilitan los indicadores sanitarios. No es un capricho. En la Jefatura de Gobierno, la lectura política es que el gobierno de Alberto Fernández atraviesa un momento de "error tras error" y completan esa visión con la frase "cuando el adversario se equivoca, nada hay que hacer"; un análisis que se remonta a Vicentin, pero que se reforzó -admiten en el larretismo- tras la decisión del Gobierno de recortar por decreto simple el porcentaje de coparticipación federal que recibe la Ciudad. Ese condimento explica el silencio estudiado del alcalde.
Sin embargo, Rodríguez Larreta corta el mutismo para casos específicos vinculados a la actualidad. Por su rol y por la construcción política que diseña su mesa chica, nunca será un panelista de televisión ni un adicto al "declaracionismo" (sic), pero tampoco puede omitir consideraciones sobre la agenda que hoy cruza la política.
En los últimos días, se pronunció sobre el Día Nacional del Derecho a la Identidad y saludó a la fundadora y presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo, Estela de Carlotto, por su cumpleaños. En ese sentido, reconoció "su labor permanente" y su compromiso con "la búsqueda de la verdad y la justicia" desde la organización de Derechos Humanos cuyo fin es la localización y restitución a sus legítimas familias de las personas apropiadas por la última dictadura cívico-militar.
Este miércoles, se metió en la polémica por la disputa de tierras entre familiares del exministro Luis Miguel Etchevehere. Lo hizo a lo Larreta, evitando tomar una posición determinante, oscilando entre una defensa de la propiedad privada y el derecho a una vivienda digna. "Por un lado, la defensa irrestricta de la propiedad privada y la vigencia de la ley; por el otro, la urgencia de generar suelo urbano asequible, urbanización e integración social. Un derecho no puede ser en desmedro del otro", aclaró en una cadena de tuits que publicó en su cuenta oficial.
Al mismo tiempo, en ese posicionamiento, se esconde un mensaje para la interna de la oposición. A la hora en que Rodríguez Larreta plantaba su postura, el excandidato a vicepresidente Miguel Ángel Pichetto llegaba a Entre Ríos para respaldar a Etchevehere y calificaba a Juan Grabois como "el verdadero problema de la Argentina". En la otra vereda, el jefe de Gobierno convive con el líder del Movimiento de Trabajadores Excluidos (MTE) y con los movimientos sociales. Hace una semana, ingresó a la Legislatura porteña un proyecto del oficialismo capitalino para regular la economía popular, una iniciativa que busca aceitar el vínculo con los movimientos sociales y arrastra internas entre los funcionarios y las funcionarias que promueven otro relacionamiento con este sector social y político en la Ciudad.
La redacción del texto en el que se expresa sobre la situación de la familia Etchevehere, sin nombrarla, es Larreta en estado puro: un discurso conciso, apelando a posiciones centradas "en el medio", aunque en Uspallata 3160 prefieren catalogarlo como un discurso de "moderación". El propio Rodríguez Larreta, como contó Letra P, confiesa ante sus ministros y ministras que, para surfear la agenda política, es recomendable la "moderación hasta el absurdo"; un concepto que vale para evitar responder al oficialismo y, también, los dardos de Mauricio Macri.