Hace siete días, la oficina de ceremonial de Mauricio Macri tomó contacto con el equipo de María Eugenia Vidal para combinar agendas. La idea era mostrarse juntos, compartir una recorrida, un acto o simplemente una foto. Desde la gobernación bonaerense respondieron secamente: "No estamos en campaña". La anécdota grafica el mal momento que atraviesa la histórica relación entre el Presidente y la gobernadora, que ya superó los 15 años.
Entre ambos hay respeto y hasta cierta admiración, pero la conexión se resintió luego de las PASO del 11 de agosto, cuando el Presidente perdió por más de 15 puntos contra Alberto Fernández y la gobernadora sufrió una dura derrota frente a Axel Kicillof, que le sacó 1.698.076 votos de ventaja en la provincia de Buenos Aires, según el escrutinio definitivo, lo que dejó la contienda bonaerense en un 52,7% contra un 34,5% a favor del ex ministro de Economía.
La emoción que tanto Macri como Vidal expresaron en el cierre de campaña en Vicente López poco tiene que ver con el clima que se vive puertas adentro del PRO. El Presidente y la gobernadora proyectaban cuatro años más juntos, uno como garante del otro, pero la respuesta de las urnas rompió todo los pronósticos y resquebrajó una confianza que venía en descenso desde la negación del adelantamiento de las elecciones en la Provincia.
Vidal está enojada, sulfura en privado y ante el equipo íntimo que la asesora desde que puso el primer pie en la Provincia y la defendió a capa y espada en su guerra fría con el jefe de Gabinete, Marcos Peña. Aunque ese enfrentamiento comenzó antes de 2015, luego de las primarias de este año la mandataria bonaerense cortó el diálogo con el principal asesor del Presidente. Días después, Macri dijo ante los empresarios más importantes de la Argentina que quienes cuestionaban al ministro coordinador lo criticaban a él. En las distintas terminales del PRO ese mensaje público se leyó distinto. En la provincia de Buenos Aires, como también en el gobierno de Horacio Rodríguez Larreta, se creen destinatarios de esa “patadita”.
En la semana post PASO, el Gobierno era un hervidero. Hubo reuniones con discusiones de alto voltaje en la Casa Rosada y la Quinta Presidencial de Olivos. En una de ellas, el tándem Vidal- Larreta, acompañado por el ministro Rogelio Frigerio (Interior), enumeró sus críticas a la campaña nacional, tomó el control y pidió medidas urgentes. Fue después del Macri furioso en la conferencia de prensa del lunes 12 de agosto. En otra de las reuniones, los gobernantes estrellas del PRO se fueron con la confirmación del alejamiento de Peña y de Nicolás Dujovne del Ministerio de Hacienda. Uno de ellos, incluso, llegó a alertar a uno de sus máximos colaboradores que la salida de Marcos del Gobierno era un "hecho". Falsas promesas. Dujovne dejó su cargo horas después, pero Peña sobrevivió. Hay quienes le endilgan haber "sacrificado" al ministro, a quien defendía a capa y espada.
Hace un año, la misma dupla -Larreta y Vidal- fue por Dujovne y pidió modificar la estructura de poder del Gobierno, con epicentro en la Jefatura de Gabinete. Al igual que en aquel fin de semana de reunionismopermanente y operaciones cruzadas de 2018, Peña resistió los embates internos y se mantuvo en el sitial de preferencia que Macri le prodiga. Esa decisión enfureció a Vidal, que responsabiliza al jefe de Gabinete y al Presidente de la fatídica derrota en la provincia de Buenos Aires y de descuartizar cualquier plan alternativo, como el desdoblamiento de las elecciones.Tras ese episodio, en el comando de campaña bonaerense esquivan cualquier bajada de línea que provenga desde la Jefatura de Gabinete. La gobernadora hará una campaña distanciada de las órdenes nacionales, aunque seguramente compartirá alguna foto, actos y el cierre de campaña con el Presidente.
“No nos vamos a bajar del barco. Somos el mismo equipo”, advierten en La Plata. Pese a su enojo, Vidal no cortará su vínculo -histórico y hasta afectivo- con Macri, pero en las últimas semanas puso límites. Estuvo ausente con aviso en el encuentro de Mujeres PRO que se realizó en Parque Norte, del que también se bajó Peña como uno de los principales oradores. Según pudo saber Letra P, aceptó a regañadientes participar de la reunión del Presidente con los gobernadores de Cambiemos en Olivos, cuando ya había adelantado una decisión indeclinable de separarse de la Casa Rosada y sus decisiones.
“Fue la mejor alumna y la mejor candidata pero, a veces, hay que plantarse”, sostiene un vidalista que esperaba un poco antes la reacción que su jefa política tuvo tras las PASO, distanciándose abiertamente de Macri y Peña y haciendo oídos sordos a las órdenes de Balcarce 50.
Con respecto a la campaña, la gobernadora hará foco en algunos municipios bonaerenses. No estará en todos. Uno de los afortunados será el candidato del Gobierno en Mar del Plata, Guillermo Montenegro, a la sazón, otros de los marcados con una cruz por la Jefatura de Gabinete. Se concentrará en aquellos distritos donde, entienden, el macrismo tiene chances de ganar. A la corta, muy corta lista, hay que sumar a Lanús, Tres de Febrero, Morón y La Plata.