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Tras el operativo seducción en Europa, Fernández arma ahora alianzas regionales

Viajará esta semana a Perú y buscará ir luego a Bolivia y México. Lo acompañará otra vez el “canciller” Felipe Solá. EE.UU. y Brasil, en la mira tras el grato paso por el verano europeo.

El candidato presidencial del Frente de Todos, Alberto Fernández, máximo favorito para alzarse con el triunfo en las elecciones del próximo 27 de octubre, viajará esta semana a Perú y, si logra armar la agenda, posiblemente a Bolivia y México, en busca de empezar a completar su su haz de alianzas regionales con vistas a una probable asunción del poder el 10 de diciembre.

 

Como en su reciente gira por España y Portugal, estará acompañado por Felipe Solá, uno de los hombres por los que se siente mejor interpretado y, a esta altura, ya una suerte de virtual canciller. En el espacio peronista nadie confirma cargos por el momento, pero la gestualidad del presidenciable parece -provisionalmente- guardarle ese rol al ex gobernador bonaerense. En tanto, un hombre de estrecha confianza, amigo personal y especialista en relaciones internacionales como Jorge Argüello, ex embajador en Estados Unidos entre otras posiciones de relevancia, se carga al hombro la tarea de darle contenido técnico a la propuesta en esa área sensible. También él tendrá un rol clave en la eventual administración albertista.

 

El viaje al Perú del presidente Martín Vizcarra se concretará este miércoles y es probable que la Bolivia de Evo Morales se sume al periplo. En estas horas se trabaja también en encontrar el hueco que le permita a Fernández visitar a Andrés Manuel López Obrador en México. Esa entrevista es considerada fundamental y, si no se produce ahora, se concretará en breve.

 

Fernández buscará recuperar para el país una política exterior independiente, no subordinada a Estados Unidos y, sobre todo, restaurar el peso de la Argentina en la región. Los viajes que está realizando en la campaña son la gestualidad que apunta en ese sentido.

 

Para el candidato de Todos, México sería, junto a España -sobre todo si permanece en manos del PSOE, lo que requeriría la superación del impasse actual para la formación de gobierno- y, más en lo sub regional, Uruguay -donde el Frente Amplio también debe revalidar credenciales el 27-O- un puntal en el esquema de alianzas internacionales.

 

Fernández imagina una política exterior moderada, pragmática y afincada en los intereses nacionales. En ese sentido sabe que el mundo y, sobre todo, la región, no son los de sus años en la Jefatura de Gabinete junto a Néstor Kirchner, que el progresismo está en provisoria retirada y que la derecha dura vive un momento de auge.

 

Sin embargo, afirma que buscará recuperar para el país una política exterior independiente, no subordinada a Estados Unidos como la de Mauricio Macri, y, sobre todo, restaurar el peso de la Argentina en la región. Los viajes que está realizando en la campaña son la gestualidad que apunta en ese sentido.

 

Aprovecha para ese fin las relaciones que tejió tanto en sus años en la Jefatura de Gabinete como a posteriori, durante su etapa en el llano. Sus recientes visitas a José “Pepe” Mujica y al presidenciable frenteamplista Daniel Martínez en Uruguay y a Luiz Inácio Lula da Silva en su prisión en Brasil se enmarcan en ello.

 

 

También las que realizó a España, donde departió casi como un jefe de Estado electo con el presidente del Gobierno Pedro Sánchez y con José Luiz Rodríguez Zapatero, y a Portugal, donde estuvo con el primer ministro António Costa para enviar un fuerte mensaje político al Fondo Monetario Internacional (FMI): no habrá ruptura pero sí una negociación dura para incrementar el margen de autonomía relativa del país en el diseño de la política económica de los próximos años.

 

 

 

Su estadía en Madrid le resultó particularmente gratificante, más allá de haber cumplido con compromisos académicos adquiridos desde hace años. Más allá de reflotar sus históricos contactos con el Partido Socialista Obrero Español (PSOE), también reverdeció los que supo trabar con empresas de ese origen, que se cuentan entre las inversoras externas más importantes de la Argentina. En ese contexto sobresalieron la buena recepción que percibió de parte del diario El País, de la agencia de noticias EFE y de Telefónica, a la que le prometió, más allá de los “hechos consumados” producidos en el actual gobierno, un campo de juego mejor balanceado después de años de favoritismo macrista por el Grupo Clarín.

 

 


Que Fernández piense en España, México y Uruguay lleva directamente al actor supuestamente ausente en la ecuación: Estados Unidos. No hay ausencia, en realidad: los contactos con representantes de la Casa Blanca se multiplican de modo discreto, a través de la embajada en Buenos Aires, algo cuyo efecto positivo se expresa en el silencio de Donald Trump, quien se ha cuidado de no hostilizar al “populismo” y se privó de hacer campaña internacional a favor de Macri desde el “palazo” de las Primarias Abiertas, Simultáneas y Obligatorias (PASO) del 11 de agosto.

 

 

El equilibrio será delicado ya que la eventual Argentina albertista pretende salir de la esfera de influencia de la Casa Blanca en un tema de alto voltaje: Venezuela.

 

 

Si bien no habrá seguidismo, con Estados Unidos se busca mantener una relación lo más cercana posible dentro de lo que se define cono “madurez” porque ese país tiene una de las llaves más importantes del FMI y la renegociación de la deuda pública será uno de los ejes que vertebrará la política exterior argentina de los próximos años.

 

Con todo, el equilibrio será delicado ya que la eventual Argentina albertista pretende salir de la esfera de influencia de la Casa Blanca en un tema de alto voltaje: Venezuela. En este punto es donde vuelve la vocación por rodearse de lo que queda de progresismo en el mundo más cercano. Justamente, la idea de Fernández es militar junto a España, México y Uruguay en el Grupo Internacional de Contacto, que impulsa una salida negociada, lo que sacaría a la Argentina de la política de confrontación directa con el madurismo del Grupo de Lima. De hecho, con apoyo del gobierno de Macri, este evocó en la última semana la activación del Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR), una herramienta de la Guerra Fría útil solo para darle un pretendido barniz de legitimidad a una posible intervención militar.

 

Tras el ida y vuelta de descalificaciones -que comenzó en Brasilia, en rigor de verdad- y el arrepentimiento de Fernández por “haber entrado en ese juego”, también el brasileño Jair Bolsonaro se refugió en el silencio. Ninguno de los dos países tiene margen para seguir con bravuconadas, más allá de que el ministro brasileño de Hacienda, Paulo Guedes, haya regresado hace poco a ellas al preguntarse, retóricamente, “¿desde cuándo el país necesitó de la Argentina para crecer?” y al amenazar con abandonar el Mercosur. Pese a la diferencia de escala, al vecino no le resulta indiferente la actual crisis nacional, que le restará medio punto porcentual de crecimiento, según dijo la Fundación Getúlio Vargas. Al Bolsonarismo, de capa caída en las encuestas de respaldo popular, no le sobra absolutamente nada en esa materia.

 

¿Pretende Fernández convertir a la Argentina en un polo de atracción alternativo al que constituye el tándem Estados Unidos-Brasil en Sudamérica? Para eso falta mucho y nadie en su entorno piensa seriamente en algo así. El país tiene demasiado trabajo por hacer para fortalecerse lo suficiente en lo doméstico como para pensar ahora en aventuras semejantes.

 

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