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La crisis en la Amazonia le da tiempo a Fernández y aleja una ruptura del Mercosur

El desastre ambiental expone a Bolsonaro. Francia deja en suspenso el libre comercio, abre la puerta a una revisión a medida del peronista y deja en el aire la amenaza brasileña de ruptura del bloque.

Las enormes quemas en la Amazonia brasileña se convirtieron en un dolor de cabeza internacional para el presidente Jair Bolsonaro, ya que las Naciones Unidas, la cumbre del Grupo de los Siete (G-7) principales países industriales de Biarritz y hasta el Vaticano se hicieron eco de ese desastre ambiental, mientras que, debido a la emergencia, países como Francia e Irlanda dejaron en suspenso su respaldo al acuerdo comercial Mercosur-Unión Europea (UE). Aunque evidentemente no deseada, la situación favorece la idea del candidato presidencial del Frente de Todos, Alberto Fernández, de revisar ese entendimiento sin correr el peligro de que se concrete la amenaza brasileña de una ruptura del bloque, le dijeron en su entorno a Letra P.

 

La sequía estacional y la acción de agricultores y madereros convierte los incendios forestales en esa vasta zona en un clásico todos los años en esta época. Sin embargo, esta vez los focos detectados por el Instituto Nacional de Investigación Espacial (INPE) son un 85% más que en 2018.

 

Bolsonaro reaccionó del modo en que puede hacerlo: primero culpó a las ONG ambientalistas de haber desatado el fuego y después, en medio del repudio unánime, ordenó que el Ejército salga a apagarlo. Pensamiento setentista y ochentista a pleno.

 

El mundo asume el derecho de protestar por considerar a la Amazonia un conversor de dióxido de carbono en oxígeno clave para el equilibrio ambiental de la Tierra. Más allá de las fantasías del presidente, alineadas con una vieja hipótesis de conflicto de las Fuerzas Armadas de Brasil, nadie plantea la internacionalización de esa región selvática, pero sí que el país en el que está localizada debe hacerse cargo responsablemente de ella.

 

Bolsonaro, sin embargo, reaccionó del modo en que puede hacerlo: primero culpó a las ONG ambientalistas de haber desatado el fuego y después, en medio del repudio unánime, ordenó que el Ejército salga a apagarlo. Pensamiento setentista y ochentista a pleno.

 

Varios países culpan a Bolsonaro del desastre debido a las ideas y a las políticas que este ha aplicado desde su llegada al poder el último 1 de enero: la negación a lo Donald Trump de las pruebas científicas sobre el cambio climático, de cuya argumentación es un exponente militante el canciller, Ernesto Araújo;  la relajación de los controles contra la deforestación y toma ilegal de terrenos; un recorte del presupuesto ara combatir los incendios del orden del 40%; el rechazo agresivo a las donaciones a esos efectos de países como Noruega y Alemania, que incluyó haber mandado a la canciller Angela Merkel “a reforestar su país, que lo necesita más”; y hasta el descabezamiento del INPE porque no le gustaba la insistencia de su anterior titular, Ricardo Galvão, en denunciar el incremento vertiginoso de la depredación de la selva.

 

El desastre en curso y ese cúmulo de razones le dieron la excusa perfecta a Emmanuel Macron para anunciar el retiro de su apoyo al tratado de libre comercio entre el Mercosur y la UE, que nunca le había gustado y que amenaza con barrer a buena parte del subsidiado campo francés, escenario que constituye un problema económico, político y social. Por si eso fuera poco, fue respaldado en su postura por Irlanda, otro país que mira el entendimiento como malos ojos.

 

 

 

Cuando termine de negociarse en sus detalles, el acuerdo debe ser aprobado por cada uno de los parlamentos de la UE y del Mercosur para ser plenamente operativo, por lo que en el bloque europeo el rechazo de un solo país equivale a un veto total.

 

Un Brasil entregado a la causa de la apertura pretende imponer en su presidencia pro tempore del Mercosur una cláusula de “aplicación temporaria” de acuerdos comerciales, esto es el permiso a los miembros que vayan dando a los mismos sanción parlamentaria para adelantarse en su implementación sin quedar limitados por el veto de facto de sus socios.

 

No obstante eso, en su apoyo a Mauricio Macri y en su retórica agresiva hacia un eventual gobierno de Fernández, pasó de deplorar el posible regreso al poder de los “bandidos de izquierda” a advertir sobre un masivo flujo de refugiados argentinos al sur de Brasil. Por si eso fuera poco, el ministro de Economía Paulo Guedes amenazó explícitamente con “salir del Mercosur” si Fernández cumple su promesa de revisar el acuerdo ya sellado en busca de mejores términos para los países sudamericanos.

 

La traba ahora se pone desde Europa y no precisamente por culpa del “populismo” argentino sino por las acciones del propio Bolsonaro, que corre el riesgo de pasar a la historia, a su pesar, como el liquidador de la apertura del bloque.

 

Cómo este último tiene temas más acuciantes de qué ocuparse en su relación con el mundo que el signo político del próximo gobierno argentino, dejó en manos de sus hijos la diatriba contra el peronismo.

 

 

 

Pero, esta vez, Alberto Fernández jura a sus íntimos que no volverá a “pisar el palito” de las provocaciones y que ya no tildará al presidente de Brasil de “racista, misógino y violento”. Si las cosas siguen su cauce actual, el acuerdo Mercosur-UE entrará en una etapa de revisión sin que cobren sentido las amenazas de ruptura que llegaron desde Brasilia. Justo como él quiere, aunque Bolsonaro desespere.

 

Alberto Fernández
Miguel Ángel Pichetto durante el debate de la ley ómnibus.

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