Detrás del lanzamiento oficial de la campaña por la reelección del presidente Mauricio Macri, el Gobierno maneja distintas aritméticas sobre la evolución de la intención de voto de sus candidatos. También de sus adversarios, pero con especial atención sobre aquellos que cuentan con un caudal de voluntades que el oficialismo buscará apropiarse antes o después de las PASO del 11 de agosto. En ese mapa de sondeos hay dos economistas que concentran la máxima obsesión del PRO, porque podrían aportarle seis puntos a la fórmula que integran Macri y Miguel Pichetto. Se trata del ex ministro de Economía y precandidato de Consenso Federal, Roberto Lavagna y del aspirante del Frente Despertar, el economista ultraliberal José Luis Espert.
Para los cálculos que consume el Ejecutivo, la fórmula que Lavagna comparte con el gobernador salteño Juan Manuel Urtubey encierra un potencial electoral cercano al 8%, mientras que la dupla que integra Espert junto al mendocino Luis Rosales, cuenta con una proyección cercana al 4%. En los dos casos el equipo de campaña del oficialismo apunta a quedarse con la mitad de las proyecciones que les adjudican.
Los votos de Espert, en la mira.
Una parte del desgranamiento deseado, según vaticinan en Balcarce 50, se producirá por la profundización de la hiperpolarización con el kirchnerismo. No será el único factor que esgrimen los operadores del macrismo. Lo acompañan con el adelantamiento de los escenarios electorales que dependían del rol que tuviera el Gobierno durante las primarias. A diferencia de los comicios anteriores, el equipo de campaña del PRO decidió apostar a las PASO como si fuera una primera vuelta presidencial y posicionar a las generales del 27 de octubre como un balotaje.
La confirmación de ese giro la oficializó este miércoles el consultor ecuatoriano Jaime Durán Barba durante el encuentro partidario en Parque Norte. "Las PASO son prácticamente la primera vuelta. Y no es imposible que se resuelva en primera vuelta", pontificó el politólogo respecto al cambio de escenario, donde la línea que separa al pánico de la tranquilidad gira en torno a una desventaja del 5%. Si la derrota de Juntos por el Cambio supera ese número en las primarias, “comenzaremos a sudar”, según confesó un alto funcionario a Letra P mientras deambulaba por Parque Norte. Por el contrario, si se confirman los deseos imaginarios del macrismo, la Casa Rosada apuntará a remontar esa diferencia en octubre.
Dentro de esa tensión electoral, los votos que el oficialismo le pueda sacar a Espert o Lavagna encierran una relevancia determinante para la línea de tiempo que delinean en la Casa Rosada. “A nadie le sobra nada. No hay margen para pelearse con todos y solamente buscaremos mantener la contienda con el kirchnerismo”, afirmó otro asistente al evento partidario de este miércoles, para confirmar que Juntos por el Cambio buscará “minimizar” a Espert hasta “el ninguneo”. Al precandidato del Frente Despertar lo evalúan como un producto electoral que depende “pura y exclusivamente” de su aparición en los medios y la Rosada eludirá contestar a sus críticas. Lo mismo harán con Lavagna, en un giro de la decisión inicial que adoptó Macri cuando eligió polemizar con el ex ministro.
Esa táctica también tiene un contorno no dicho. Está vinculado a la evolución de la recesión y a la paridad del dólar. Cerca del Presidente aseguran que en la medida que “la situación económica no empeore aún más”, ambos competidores continuarán “desinflándose”, aunque se trata de dos contendientes que le restan votos a Juntos por el Cambio. Para intentar revertir esa tendencia el Gobierno dedicará toda su artillería comunicacional para antagonizar con el kirchnerismo, con la certeza del poco margen que le quedará a esas segundas fuerzas para diferenciarse. “Con eso no alcanza, también tenemos que ser atractivos para esos votos que migren de Espert o Lavagna. No los vamos a ganar con la economía, sino con el miedo que tengan ante el riesgo de que todo sea peor”, confesó un funcionario.