Fin de ciclo (corto)

La plaza del sí, se puede volver

Macri reunió una multitud módica, pero le alcanzó para decir que es "alternativa de poder". Se entregó, otra vez, a la calle de la que el PRO siempre renegó. "Esto recién comienza", prometió.

El sol -inquieto- se posaba y se escondía sobre la Casa Rosada este siete de diciembre, el último sábado de Mauricio Macri como presidente. La previa de su acto final estuvo recargada de los hits de campaña de Juntos por el Cambio: sonó el cuarteto de Rodrigo, las cumbias de Gilda y la salsa de la cubana Celia Cruz. Camisas celestes, boinas y shorts de fútbol se mezclaban en el público macrista presente en la icónica Plaza de Mayo, que el martes copará el peronismo para festejar la asunción de Alberto Fernández. Con magra autocrítica, el presidente habló de sus " conquistas" y festejó la multitud que lo acompañó hasta el último minuto, al tiempo que adelantó que, a partir del 10 de diciembre, representará "una alternativa de poder". Para eso había convocado a la plaza: para no irse con pena y sin gloria y para que no lo jubilaran como líder político, ahora en la oposición.

 

Sobre la puesta en escena del acto brotaba una sensación agridulce. Las leyendas de los carteles y pancartas, como "Hay que aguantar" y "el 41% los está mirando", desnudaban ese clima de ánimo en el electorado de Juntos por el Cambio, que el propio Macri se encargó de relatar cuando reconoció. sobre una tarima lindante con el monumento al General Manuel Belgrano, sentir "tristeza". Al hablar de "oposición responsable" y martillar con el "esto recién comienza", el líder del PRO se abre paso entre sus fieles para reclamar la patria potestad de ese 40,28% de los argentinos que lo eligió a pesar de "los años difíciles", como él mismo adjetivó a la crisis económica que deja su administración y con la que deberá lidiar el próximo gobierno.

 

Las comparaciones son odiosas, pero inevitables. Macri también tuvo su plaza, al menos como la soñó él, del "sí, se puede volver". Se retira en la misma parcela de tierra que Cristina Fernández de Kirchner, de espaldas a Balcarce 50, mirando al Cabildo y a sus feligreses. El Presidente consiguió lo que buscaba: un acto militante para mostrar músculo político residual. Un ejercicio para, como reconocen en el Gobierno, blindarse hacia afuera y hacia adentro: exhibir ante la tropa amarilla que pide su jubilación que, como recita Marcos Peña, "los votos son de Mauricio" y que, además, ese electorado está dispuesto a acompañarlo, incluso si aparecen las tormentas judiciales que azotan al círculo aúlico presidencial.

 

Por otra parte, Macri se entregó, como nunca antes en su historia, a una campaña estrictamente política e ideologizada, que nació después del "palazo" de las PASO y que vino a enterrar la bibliografía proselitista que Peña y Jaime Durán Barba presentaron, durante cuatro años, como "otra forma de hacer política", en obvia intención de diferenciación con el peronismo y los partidos políticos tradicionales. Una búsqueda por asentar una identidad inmaculada del PRO que abrió grietas en el espacio amarillo. Distintas lecturas políticas que convivieron estos cuatro años y, ahora, con la resaca de la derrota, se acrecentarán en los próximos meses.

 

 

 

La imagen final del Gobierno es un cruce de telas: las banderas que desplegó el pueblo macrista pidiendo por su líder político nacen justo cuando el Presidente escondió las suyas y se zambulló a una campaña tradicional que no soñó ni el más peronista del PRO. La multitud que llegó hasta Plaza de Mayo, mezcla de jóvenes militantes, funcionarios y votantes, coreó el "Macri no se va" y "no estás solo".

 

Su deseo de trascender luego del fin de ciclo lo resumió en una frase: "El presidente electo puede contar con que, después de mucho tiempo, puede encontrar una oposición constructiva y no destructiva. Firme y severa, que va a defender la democracia, la calidad institucional y nuestras libertades", avisó.

 

“Esto recién comienza”, enfatizó, flanqueado por la primera dama, Juliana Awada, y su candidato a vicepresidente en la última elección, el senador peronista Miguel Ángel Pichetto. El Presidente pasó la tarde en la Quinta de Olivos y luego viajó en auto hacia el microcentro. Llegó pasadas las 18.30 a la Casa Rosada, saludó desde el balcón y luego bajó a la Plaza de Mayo, donde se encontró con María Eugenia Vidal y Horacio Rodríguez Larreta. La vice saliente, Gabriela Michetti, volvió a brillar por su ausencia.

 

Pablo Corsalini, el intendente de Pérez que le llevó a CFK una propuesta para alcanzar la unidad del PJ en Santa Fe. 
Casa Mar en Pinamar.

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