Felipe solá

El soldado estudioso para la diplomacia de la unidad

Fue confirmado canciller. Quiso ser candidato a presidente pero vive la designación como un buen cierre para su carrera. El adelanto del futuro que llegó, en esta nota del mes pasado.

El embajador chino se acercó al búnker electoral de la calle México. El flamante presidente electo estaba de viaje en Tucumán para asistir a la ceremonia de asunción de Juan Manzur pero, en su lugar, Felipe Solá recibió de manos de Zou Xiaoli una carta de felicitación firmada por Xi Jinping. “Argentina es un buen amigo y socio. Queremos una relación estratégica win-win”, dijo el diplomático. Designado por Alberto Fernández para reemplazarlo en el encuentro, el ex gobernador bonaerense estrenaba, dos días después de la elección, el cargo de canciller que todavía no tiene anunciado formalmente pero que en el albertismo todos dan por descontado que ocupará a partir del 10 de diciembre.

 

La relación con China es uno de los temas que Solá estudia con mayor detalle dentro del curso acelerado de política internacional que se propuso hacer desde que habló con Fernández sobre su desembarco en Cancillería, después de haber sonado, durante los primeros meses de campaña, como candidato a ocupar la presidencia de la Cámara de Diputados, el Ministerio del Interior y la Jefatura de Gabinete.

 

Solá junto al embajador chino Zou Xiaoli, que le entregó una carta de Xi Jinping para Fernández.   

 

 

Disciplinado, el ex gobernador se entusiasmó con la tarea y se abocó a la lectura de papers, libros y artículos sobre política global y las relaciones de Argentina con cada uno de los países que visitó junto a Fernández antes de las elecciones de octubre -España, Portugal, Bolivia y Perú- a los que sumó México después del triunfo, además de las grandes potencias, Estados Unidos, China y Rusia, y del país que le genera mayor preocupación en cuanto al equilibrio regional, Venezuela. También, se puso a estudiar posibles modelos de estructura para la Cancillería, una dependencia en la que conviven diplomáticos de carrera y funcionarios políticos, que se referencian en distintos dirigentes. Y coincidió con el presidente electo en la importancia de que el comercio exterior vuelva a estar en la órbita del Palacio San Martín.   

 

 

 

Para su tarea, Solá cuenta con el apoyo del ex canciller Jorge Taiana, con quien mantiene encuentros frecuentes y que le puso a disposición a su equipo de trabajo. Aunque tiene cierta aversión por los viajes y alguna limitación con el idioma inglés –entiende y habla, aunque no de manera fluida-, Solá está entusiasmado. Si bien todavía resta el anuncio formal, los gestos de Fernández sobre su eventual nombramiento son elocuentes y entiende que responden a la mirada que tiene sobre Cancillería. En un contexto complejo para el país, el presidente electo busca ubicar en el Ministerio de Relaciones Exteriores a alguien con quien comparte la mirada sobre la política doméstica y global, un peronista clásico y moderado, que será sus ojos y voz frente al mundo y a quien pueda tener a mano como hombre de consulta para los asuntos locales.

 

El idioma, en ese contexto, es un tema menor. “Vas con un traductor y punto”, simplificó Fernández, que tampoco maneja el inglés, al igual que Néstor y Cristina Kirchner. “Y no fue problema”, resumen en el albertismo, donde además defienden la postura de que los presidentes y cancilleres deben hablar el idioma del país que representan y no una lengua extranjera.

 

Más allá del agradecimiento por su apoyo incondicional durante la campaña, cerca de Fernández remarcan que el nombramiento de Solá en Cancillería sería también un gesto hacia afuera del país: poner a un dirigente que fue crítico del kirchnerismo, y que se animó a romper con Cristina cuando su gobierno aún cotizaba alto, es una buena estrategia para recuperar la confianza de aquellos países que todavía le ponen reparos a la fórmula electa.

 

 

 

Antes de que su nombre sonara para ocupar el Ministerio de Relaciones Exteriores, Solá había sido señalado para ocupar otros lugares en el gobierno. Primero se especuló con que podía llegar a encabezar la lista de diputados nacionales por la provincia de Buenos Aires, para convertirse, en caso de que Fernández ganara la elección, en presidente de la Cámara baja. Ese lugar quedó finalmente para Sergio Massa, una vez que se cerró el acuerdo del Frente de Todos.

 

Solá había sido uno de los más desconfiados sobre el resultado que podían tener las conversaciones con Massa. El ex gobernador le había insistido al líder del Frente Renovador durante más de un año para que iniciara conversaciones con el kirchnerismo. Massa se había negado sistemáticamente y Solá, por fin, había iniciado el camino por su cuenta, a fines de 2017, cuando se juntó por primera vez en la Universidad Metropolitana (Umet) con Fernández, Fernando “Chino” Navarro, Daniel Arroyo, Daniel Filmus, Agustín Rossi y Víctor Santa María para hablar sobre la unidad peronista. Ya en 2019, Fernández apostó por el diálogo con Massa y lo esperó para darle el lugar que primero parecía haber conquistado Solá.

 

 

 

Ya con la candidatura presidencial, los primeros viajes de Fernández por las provincias habían ubicado al ex gobernador en otros dos lugares de importancia vital para el eventual gobierno: el Ministerio del Interior o la Jefatura de Gabinete. Las dos especulaciones tenían sentido. En 2018, cuando todavía no se vislumbraban definiciones, el peronismo seguía disperso y Cristina no daba señales claras sobre su futuro político, Solá había apostado a la construcción de su propia candidatura presidencial, con apoyo en su experiencia como gobernador y por ser un hombre de diálogo con todos los sectores del peronismo. Si la candidata no era Cristina, él bien podía ser un candidato de unidad. Si la ex presidenta se decidía a encabezar la fórmula, podía ser su vice. En cualquier caso, la prioridad era la consigna que instaló primero y que luego Fernández tomó para su campaña: “Es con todos”.

 

Hasta Fernández, que empujado por sus históricos laderos del PJ porteño se había animado a soñar con su candidatura presidencial, había avalado la teoría de Solá, que ya se había reconciliado con Cristina y tejía lazos con gobernadores, sindicalistas, cristinistas y peronistas federales. La historia se dio vuelta la mañana del 18 de mayo, cuando Cristina anunció la fórmula presidencial con un mensaje en redes. Solá dormía en su casa de General Rodríguez. Su esposa, María Helena Cháves, se enteró mientras estaba en la calle. “Dígale a Felipe que se despierte y que prenda la tele”, le pidió a una empleada de la casa familiar. El ex gobernador se enteró así de la noticia, que tardó algunas horas en digerir. Su perfil y el de Fernández, peronistas clásicos de diálogo con todos los dirigentes, que habían roto con Cristina y se habían retirado con críticas para luego volver, eran tan parecidos que la candidatura bien podía haber sido suya. “Pegó en el palo”, dicen en el felipismo.

 

 

 

“Mi candidatura tenía una única misión: construir una unidad amplia para defender al trabajo, a los humildes y a la clase media. Ese objetivo está cumplido. Celebro la decisión de Cristina. Felicito a Alberto”, se alineó rápidamente Solá, menos de tres horas después de que se conociera la nominación. Y puso a todo su equipo a disposición de la campaña nacional.

 

Fernández le reconoció el gesto, lo sumó a viajes locales e internacionales y lo sentó en su mesa chica. También le dio un lugar como vocero. “Felipe es quien mejor interpreta lo que yo pienso”, repitió. Solá se encargó de bajarse, por su cuenta, de su posible lugar en la Jefatura de Gabinete. “No creo ser el indicado. El jefe de Gabinete debe ser más joven que yo. No debe tener inconvenientes con acostarse tarde y levantarse temprano. No estoy ya para esa dinámica. Salvo que la concepción fuera la de un jefe de Gabinete que 'soluciona' (entre comillas), que se ocupa de temas políticos”, dijo en una entrevista con el diario Perfil.

 

Los gestos de Fernández lo ubicaron, por último, en la Cancillería, el lugar en el que Solá siente que, después de haber sido ministro provincial, secretario nacional, gobernador y diputado, le pondrá, a sus 69 años, un broche de oro a su carrera.

 

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