LA TRANSICIÓN | 28-O

El doble filo del supercepo: un freno al despilfarro con riesgo de más inflación

El Banco Central prácticamente cerró las puertas del mercado cambiario oficial. Una demora con demasiado olor a electoralismo. Costos y responsabilidades. A mirar el blue… y los precios.

Una de las leyes básicas de la economía es que la demanda de un bien determinado puede limitarse solo por dos vías: por precio o por cantidad. El más deseado de los bienes en la Argentina, el dólar, sumó especial brillo desde el inicio de la extensa corrida contra el peso que se inició en abril del año pasado y que, con treguas intermedias, dura hasta hoy. Las pruebas indican que la apuesta a reducir la avidez de los compradores vía precio fue fallida, ya que la misma no cede pese a haber pasado, en el ínterin, de 20 pesos a los 80 de la modalidad más cara del paralelo. Mientras, la secuencia de megadevaluaciones destrozó los salarios y, con eso, el consumo y la economía productiva. El camino que quedaba, entonces, era el de la restricción por cantidad, lo que se aplicó a comienzos de septiembre. En ese punto surge la pregunta: ¿por qué Mauricio Macri y el presidente del Banco Central, Guido Sandleris, permitieron durante casi dos meses que un cepo light se llevara, en concepto de fuga, miles de millones de dólares vitales de las reservas para, en la misma noche de la derrota, hacer lo que se esperaba desde hacía mucho tiempo: apretarlo drásticamente?

 

Era obvio que la situación no daba para más y es mejor no tener que comprobar qué decisión al respecto se habría tomado si Macri hubiese sido capaz de forzar un ballotage. Solo el viernes se perdieron reservas por 1.775 millones de dólares, más del doble de las dos ruedas previas sumadas. Dentro de semejante cifra, cerca de la mitad correspondió fuga de depósitos, unos 250 millones al pago de deuda y el resto a venta de billetes para contener la cotización oficial.

 

El cambio que se anunció el domingo a la noche, ni un minuto antes ni uno después de que se confirmara el triunfo de Alberto Fernández, redujo el límite de compra de las personas humanas de 10.000 dólares por mes a apenas 200 vía home banking (100 si se lo hace en efectivo). Así, el cepo que deja Macri es aún más restrictivo que el que le había legado Cristina Kirchner.

 

 

 

El nivel de limitación del control de cambio no es solo cuantitativo. También implica cambios en el modo de analizar sus consecuencias.

 

Por ejemplo, si el límite de 10.000 dólares dejaba adentro al 98% de los individuos potencialmente compradores de divisas pero excluía totalmente a las empresas, había que prestarle atención a la modalidad que les quedaba a mano a estas para dolarizarse: el llamado “contado con liquidación” (CCL), una operatoria legal que consiste en la compra en pesos de una acción o bono que también cotiza en el exterior para revenderlo allí en dólares, donde queda alojado el dinero resultante.

 

 

 

Ahora, en cambio, cuando el oficial se cierra prácticamente de modo total para los individuos, habrá que observar en los próximos días con atención la evolución del paralelo, negro o blue, la única modalidad informal que este lunes levantó la cabeza en medio de un mercado aturdido.

 

Así entendido, el cepo no es santo de la devoción de Fernández, quien entiende, con razón, que es un mecanismo más apto para evitar el ingreso de divisas al país que para impedir su fuga. En efecto, ¿quién entra a un lugar del que no va a poder salir y quién se queda pudiendo irse? Esperar inversiones, en este contexto, es absurdo. El presidente electo asume un nuevo lastre para su proyecto de “poner en marcha la economía”.

 

Ante eso, Fernández planteaba la necesidad de pensar un esquema más flexible de control de cambio, pero una emergencia realmente dramática pudo más y esto es con lo que deberá lidiar desde el 10 de diciembre, cuando el esquema de Sandleris caduque y el nuevo gobierno deba decidir cómo seguir adelante.

 

Gustavo Reija, director de la consultora Mecronomic, le dijo a Letra P que “la decisión de endurecer el cepo deja en claro la situación frágil de las reservas de libre disponibilidad y la irresponsabilidad de las autoridades del Banco Central haber dilapidado 22.800 millones de reservas desde las PASO” del 11 de agosto.

 

Christian Buteler, analista financiero, explicó en tanto a este medio que “esto demuestra la gravedad de la situación: no hay más dólares. Entonces se busca sufrir el daño menor, que es una restricción fuerte de las compras para atesoramiento y no tocar depósitos, pagos de deudas e importaciones”. “Eso no quiere decir que esté bien, pero sí que es lo que hay”, agregó.

 

 

 

Lo ocurrido en los últimos dos meses fue, entonces, electoralismo puro del gobierno de Cambiemos, que buscó no molestar a su base de clase media con una medida tan antipática como un cepo duro.

 

“Es indudable que se intentó mantener viva la chance del oficialismo de llegar a una segunda vuelta. Entonces, con las cosas ya definidas, no hay incentivos ni margen de reservas para continuar con semejante política”, dijo Reija. “Como en la mayor parte de sus decisiones económicas, el Gobierno llega tarde, ya que la cantidad de reservas de libre disponibilidad ha ingresado en niveles críticos”, advirtió.

 

¿Cuánto queda en caja? Según se calcula en el Central, la salida de divisas con el nuevo supercepo no debería superar los 1.000 millones de dólares por mes, lo que permitiría llegar al cambio de mando con reservas por unos 10.000 millones. Algo es algo.

 

 

 

El impacto de esta situación se medirá e primer lugar, como se dijo, en términos de crecimiento de la brecha entre oficial y blue, y además en lo que hace al peligro de una disparada mayor de la inflación.

 

“Vamos hacia una brecha mayor entre el dólar oficial y el paralelo. El valor del ‘dólar libre’, en sus distintas versiones, impactará en las expectativas de inflación porque será tomado como referencia por los formadores de precios”, anticipó el director de Mecronomic. “A esto se le suman las necesidades de expansión monetaria de noviembre y diciembre como potenciadores de la inflación”, añadió.

 

En la misma línea, Buteler dijo que “como en la gestión anterior, el riesgo es que el dólar no oficial sea el que termine marcando la referencia para los precios y, por ese lado, venga un nuevo aumento de la inflación, que ya es demasiado alta”.

 

 

 

Las señales de los gerentes de la transición política, con mayor o menor coordinación, serán claves para atenuar o agravar el impacto sobre las variables financieras y económicas en esta larga transición”, cerró Reija.

 

Las responsabilidades políticas del despilfarro de divisas que habilitó el cepo de bajas calorías que rigió entre septiembre y el último domingo 27 a la noche están a la vista. Habrá que ver si fiscales y jueces que han sido tan sensibles ante operatorias como la venta de dólar futuro previas a diciembre de 2015 (una que Sandleris también usó copiosamente) encuentran ahora mérito para sustentar otro tipo de sospechas.

 

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