Los argentinos decidieron confiarle su futuro imperfecto a Alberto Fernández, lo que obligará a este y a Mauricio Macri a una cohabitación de un mes y medio. El electo necesitará de quien tendrá la lapicera hasta el 10 de diciembre medidas de emergencia para evitar que en ese lapso la economía termine de desmadrarse con consecuencias graves para la sociedad. ¿Contará con toda la cooperación que impone la coyuntura, sobre todo cuando el jefe de Estado saliente puede sentirse envalentonado por un resultado mejor que el que había esperado? Por lo que dijo Macri en su conciliador mensaje de reconocimiento de la derrota, pareciera que sí. Por las dudas, los discursos del triunfo en el búnker del Frente de Todos fueron ásperos en cuanto a la herencia que reciben: no sea cosa que la buena voluntad tenga patas cortas. Mientras tanto, dado el calado de lo que se viene, uno y otro tienen una certeza: ninguno es inmune a sufrir daños.
Las interminables cavilaciones de quienes rodean al ministro de Hacienda, Hernán Lacunza, y al presidente del Banco Central, Guido Sandleris, sobre cómo manejar un lunes que imaginan peligroso admitían dos interpretaciones: las dudas podían responder a la inconveniencia de sumar zozobra a un mercado hipersensible o a la espera de una bajada de línea política sobre el tenor de la transición. Finalmente, impulsada por la autoridad monetaria, primó la idea de sobrellevar una operatoria lo más normal posible y no declarar feriado bancario. Eso sí, desde la mañana de este lunes el cepo será extremo: de compras autorizadas de 10.000 dólares por persona y por mes se pasará a apenas 200.
Desde la caótica rueda financiera del viernes los rumores en la city fueron intensos, sobre todo en torno a un posible fortalecimiento del cepo que preservara las escasas reservas que quedan en el Central para cubrir importaciones imprescindibles y vencimientos de deuda inminentes para evitar que el default se amplíe.
La renovada aceleración del dólar de las últimas ruedas se explica por la fragilidad de la economía de Cambiemos y el colapso de su modelo de especulación y fuga.
¿Era necesario que Lacunza y Sandleris esperaran hasta la noche de este domingo para definir una apertura normal de los mercados y esa medida? No, porque los inversores ya tenían plenamente descontado el triunfo de Fernández desde las Primarias Abiertas, Simultáneas y Obligatorias (PASO) del 11 de agosto. El caótico 12-A, cuando el dólar pasó de 45 a 60 pesos ante la mirada indolente del Gobierno y las acciones y títulos públicos perdieron un tercio más de su ya devaluado precio, fue el ajuste de las fantasías sobre un segundo mandato de Macri a la realidad. Todo lo que vino después, Macri lo hizo.
En efecto, la renovada aceleración del dólar de las últimas ruedas se explica por la fragilidad de la economía de Cambiemos y el colapso de su modelo de especulación y fuga.
Por un lado, el cepo light y electoralista de Lacunza, Sandleris y Macri, destinado, con su límite de compra de diez mil dólares para los individuos, a que todos los argentinos de clase media con capacidad de ahorro pudieran seguir llevándose pedazos del Banco Central a sus casas terminó de desangrar las reservas del país. Que haya sido necesario seguir quemando dólares para que no se escapara demasiado una cotización controlada fue un sinsentido inexplicable. Incluso así, el billete verde terminó por superar los 65 pesos.
La certeza de que el control de cambio se hará mucho más severo en lo inmediato generó un efecto manada que impactó tanto en el dólar oficial como en las cotizaciones paralelas usadas por las empresas.
Además, los conatos devaluatorios anteriores derivaron en una tasa de inflación que oscilará en los próximos meses entre el 6 y el 7%, lo que abortó la pretensión oficial de mantener al dólar acorralado por debajo de los 60 pesos como para que nadie se diera cuenta de lo que pasaba.
Por si eso fuera poco, el rojo fiscal de 240.000 millones de pesos previsto para diciembre (18% de la base monetaria) se cubrirá a pura máquina, lo que amenaza con espiralizar todavía más la inflación. Ante todo eso, la certeza de que el control de cambio se hará más severo en lo inmediato generó un efecto manada que impactó tanto en el dólar oficial como en las cotizaciones paralelas usadas por las empresas para fugar (legalmente) divisas, una salida que estas emprendieron a casi cualquier costo.
El viernes, como se dijo, fue un día de terror. La caída de reservas de 1.775 millones de dólares (más del doble de las dos ruedas previas sumadas) respondió a un tridente imposible de empeorar y elocuente sobre el estado de cosas: cerca de la mitad fue fuga de depósitos, unos 250 millones pago de deudas y el resto, venta de billetes del Central y de bancos oficiales para evitar un desastre mayor. Lo primero es especialmente delicado: evitar que la corrida cambiaria se vuelva bancaria resulta imperioso si no se quiere incurrir en males todavía mayores. Este lunes se juega un partido clave y habrá que ver la velocidad de los reflejos de quienes todavía manejan, se supone, la botonera.
¿Qué necesitará desde Fernández de Macri en la transición? Lo primero, como se dijo, un control de cambio que merezca ese nombre y que no sea un colador como el actual. Eso fue concedido en la misma noche del domingo. De la mano de eso, cabe esperar ahora que se dejen de despilfarrar las reservas. Además, coordinación para iniciar una renegociación de la deuda pública que debería realizarse en tiempo récord, acaso antes de marzo del año que viene, si se pretende ordenar la relación con el Fondo Monetario Internacional (FMI) y evitar un default hecho y derecho. Por último, acaso, un aumento de las retenciones a las exportaciones de soja que ayuden a cerrar una brecha fiscal que no será menor a 0,7% del PBI. Más allá de la anunciada buena voluntad, ¿le darán tanto?
La manta será corta tanto para Macri como para Fernández.
Si el presidente saliente cooperara en todo lo que le pidan, terminaría de asumir la magnitud de su fracaso. Además heriría a segmentos importantes de la clase media, los urbanos que compran dólares (y ahora casi no podrán hacerlo salvo en el mercado blue) y los rurales que no quieren más retenciones, algo negativo para su objetivo de sobrevivir como jefe de la oposición. Si no lo hiciera, sin embargo, no la tendría más fácil. La crisis, durísima pero que todavía tiene combustible como para estallar de verdad, podría terminar de quemarle las manos a Macri de un modo más doloroso que la propia derrota electoral.
Para Fernández, los peligros se dan en espejo. Si Macri cooperara plenamente, a él le tocaría compartir la patria potestad de medidas antipáticas y su liderazgo podría verse en alguna medida desgastado incluso antes de su asunción. Y si actual mandatario pusiera palos en la rueda, lo que recibiría, en lugar de un país, sería un páramo. Que el porcentaje que logró represente un mandato fuerte, pero no el abrumador que había soñado en las primarias implica para él una limitación extra.
La noche de este domingo llegó con festejos, desahogo y hasta un sentimiento de reivindicación para el peronismo. Y, desde la vereda de enfrente, con promesas de ayuda y de una transición civilizada, algo que todavía deberá convertirse en hechos.