Cristina Kirchner le legó a Mauricio Macri una inflación del orden del 25%, aunque el número seguramente velara uno mayor en caso de liberación repentina de los controles a los que estaba sometida la economía en 2015. Macri lo hizo. Al cabo de su mandato, este dejará una Argentina con un aumento de precios proyectado para este año en el 55%, con riesgo de espiralización e incluso de hiperinflación, algo que limita drásticamente el menú de políticas para dinamizar el consumo y superar una recesión de dos años. El favorito descollante para el 27-O, Alberto Fernández, se propone “encender la economía”, pero la realidad le impone cautela.
Dentro de su plan de los primeros 180 días para revivir la economía se destaca la necesidad de recuperar el poder adquisitivo de los salarios en el marco de un acuerdo de precios entre empresarios y sindicatos. Según proyecta el albertismo, los aumentos no irán inicialmente más allá de la inflación, el control de cambios se aplicará seriamente para evitar que el dólar se escape y se reanude la carrera nominal y las tarifas de servicios públicos se desdolarizarán. Luego, una vez que estén controladas las expectativas de inflación, se reducirán las tasas de interés para reactivar el crédito y aliviar a empresas y consumidores. Todo con pie de plomo.
Gustavo Reija, director de la consultora Mecronomic, le dijo a Letra P que “la situación que hereda el Gobierno que asuma el 10 de diciembre no deja margen para una política expansiva tradicional, mediante el estímulo de la demanda a través del aumento del gasto público. El nivel de déficit financiero del Tesoro, sumado al cuasi fiscal del Banco Central -provocado por las Leliq- y los compromisos de pagos, internos y externos, que se deberán afrontar en el corto plazo quitan grados de libertad a la política económica del próximo gobierno”.
“El año que viene debería ser de transición y de salida paulatina de la crisis para poder iniciar el camino de la recuperación. Pensar en una solución que signifique expandir demanda agregada vía gasto público y monetizar el déficit sería un error y agravaría la crisis con un creciente riesgo de ingresar en la dinámica de una hiperinflación y sus nefastas consecuencias”, añadió.
En el peor escenario, los precios podrían espiralizarse desde su elevada plataforma actual y el cepo cambiario, más aún uno light como el de Macri y Hernán Lacunza, no sería un impedimento para ello, sobre todo si se tiene en cuenta que, pese a su imposición, es todavía necesario mantener tasas de interés de referencia del orden del 80% y que el Banco Central y entidades oficiales vendan billetes verdes en el mercado para mantener estable la cotización.
Para los economistas, la clave para que no se desate una hiperinflación es “que no se acelere el proceso de caída de la demanda de dinero”, según dijo Reija, esto es la huida del peso. “El nivel de desmonetización de la economía es la variable a seguir en este aspecto”, agregó.
Federico Furiase, director de la consultora Eco Go y profesor en la Universidad Torcuato Di Tella, indicó en diálogo con este portal que “el riesgo de hiperinflación aparece cuando el Banco Central se queda sin reservas y enchufa la maquinita de la emisión monetaria para financiar déficit fiscal, haciendo que el tipo de cambio no tenga techo. Hoy el Banco Central tiene 13.800 millones de dólares de reservas líquidas, más 7.200 millones del primer desembolso del Fondo y no está emitiendo para financiar déficit fiscal”. “De todas formas –advirtió-, en la transición hacia las elecciones con un equilibrio político sin cooperación, con el riesgo país arriba de los 2.000 puntos básicos, sin roll over de vencimientos de Letras de corto plazo en el mercado local y con el desembolso del Fondo probablemente trabado existe un riesgo de monetización forzada del BCRA para financiar una brecha fiscal de 200.000 millones de pesos en diciembre, en un contexto de pérdida de reservas por los vencimientos de deuda en dólares de corto plazo, por la venta de reservas, por la salida de depósitos en dólares y bajísimos niveles de demanda dinero”.
Furiase le explicó a este portal que “en caso de un triunfo de Alberto Fernández, considero que él será el primer interesado en destrabar el desembolso pendiente del Fondo Monetario Internacional (FMI) por 5.400 millones de dólares en diciembre, lo que permitiría cerrar esa brecha fiscal. Si el Central se ve forzado a monetizarla, sería por el equivalente al 15% de la base monetaria, algo que implicaría el riesgo de un nuevo shock cambiario e inflacionario dada la debilidad de la demanda de dinero”.
En efecto, según averiguó Letra P, la intención del candidato del Frente de Todos es iniciar un diálogo con el FMI ni bien, como espera, consolide su victoria dentro de un mes. Por lo pronto, el organismo dio el martes muestras de pretender congelar el diálogo con la administración saliente, según surgió de la reunión que mantuvieron en Washington Macri, Lacunza y el titular del Central, Guido Sandleris, con el director interino David Lipton y el jefe del Departamento del Hemisferio Occidental, Alejandro Werner.
De acuerdo con Gustavo Reija, el pacto social que propone Fernández “puede resultar un instrumento valioso para coordinar y alinear las expectativas de los agentes económicos a la hora de instrumentar un programa que deberá ser integral y tener como objetivo central corregir los desequilibrios heredados y comenzar a generar las condiciones de recuperación de la actividad económica y del salario real”.
“Lograr la convergencia de las variables clave -tipo de cambio, precios, tarifas, salarios y tasa de interés- en un sendero virtuoso requerirá acuerdos con los actores institucionales a fin de dar viabilidad al programa”, concluyó.