Le toca sentarse en el mismo sillón que ocupó Domingo Cavallo durante la última dictadura militar, pero como parte de un gobierno de origen empresario que llegó al poder con el respaldo de las mayorías en las urnas. Con un presidente que no tiene ministro de Economía y no logra -tampoco- resolver el problema de la inflación, Federico Sturzenegger es la figura más notoria del elenco gubernamental en el día a día de la economía. Hacia adentro y, sobre todo, hacia afuera. La lucha infructuosa que libra desde el edificio de Reconquista 266 contra el aumento de los precios, la escalada del dólar y la jefatura de Gabinete alteran los nervios de la city, desatan una guerra de operaciones en busca de ganancias rápidas y llenan páginas de diarios. Aún devaluado por la falta de confianza y autoridad que delata la corrida al dólar, en el mercado algo parece claro: la suerte de Mauricio Macri está atada a la de Sturzenegger y no sobran voluntarios capacitados para asumir la tarea de reemplazarlo.
Ese Día de los Inocentes, 28 de diciembre, Fede perdió la confianza pero ganó en terquedad: decidió permanecer en el cargo para demostrarle a la jefatura de Gabinete que estaba errada. Abanderado de la ortodoxia, su vínculo principal con el Gobierno quedó atado a los contactos con Macri y a los pocos aliados que le quedan en la Casa Rosada, como Rogelio Frigerio, el economista al que lo une un pasado común y el puente de la gestión en el Banco Ciudad.
¿HAY EQUIPO? Sentado sobre 55.000 millones de dólares de reservas -que son muchas menos en términos reales-, Sturzenegger define la política cambiaria rodeado de un directorio sobre el que hay miradas antagónicas. Para los amigos de Fede, se trata de un equipo en el que se destacan el vicepresidente, Lucas Llach; el vicepresidente primero, Demian Reibel -que pasa demasiado tiempo en el exterior-; el gerente general, Mariano Flores Vidal; el subgerente de Investigaciones Económicas, Andrés “Andy” Neumeyer, y el gerente de Estrategia de Política Monetaria, Mauro Alessandro, con una formación similar a la de Sturzenegger y su paso por la función pública también en 1999-2001.
Para sus detractores, se trata de una mayoría automática que no discute nada, lo deja hacer y no habilita los lugares que corresponden a la oposición, como los que, se suponía, le tocaban a Guillermo Nielsen y Marina Dal Poggetto.
Un ex funcionario que quiere bien a Sturzenegger lo definió ante Letra P como “un técnico con formación académica” que escucha y mira los números, lee papers en forma permanente y tiene un equipo de técnicos que le consiguen datos y con los cuales delibera. Y contrastó esa supuesta solidez con la fragilidad que se detecta en el trípode de la jefatura de Gabinete. De acuerdo a esa descripción, Peña, Quintana y Lopetegui se dejan llevar por su “intuición” a la hora de tomar decisiones económicas. Guiados por la lógica de la consultoría, se lanzarían a la búsqueda de la verdad por medio de introspección y sin mucho esfuerzo.
A favor de Quintana, está el criterio de los que lo ven moverse dentro de su lógica empresaria, con la idea de un tipo de cambio más alto, que fomente el mercado interno y le permita al Gobierno una mayor legitimidad política.
Esa es la frazada corta de la disputa dentro del Gobierno: un día, la Casa Rosada ordena bajar el tipo de cambio para que la inflación no suba y la imagen positiva del Presidente no siga en picada. Pero, al día siguiente, se asustan con la pérdida de reservas que tratan de contener al dólar y piden poner el freno de mano.
“A Macri le dijeron que los números se estaban cayendo y le pidieron a Sturzenegger que baje la tasa de interés. Pero la economía está creciendo más rápido de lo que indicaba la jefatura de Gabinete. Sturzenegger hizo un acting, dijo soy un soldado y apostó a que las consecuencias le dieran la razón. Es una interna muy peligrosa entre dos sectores que no son muy compatibles”, le dijo a Letra P Amílcar Collante, del Centro de Estudios Económicos del Sur.
El contexto ahora es más complicado: adentro, la oposición arrincona al Gobierno con su proyecto contra el tarifazo en el Congreso y, afuera, la Reserva Federal aumenta la tasa de interés y se agitan las palpitaciones en el corazón de los que -como Argentina- viven de prestado.
HAGAN SUS APUESTAS. En la disputa intestina con Sturzenegger también pesa el subsecretario de Coordinacion y Analisis Económico, el ex JP Morgan Vladimir Werning. Egresado de la Universidad Di Tella, depende de Quintana y es mencionado como el interventor no declarado de la jefatura en el Banco Central, un organismo con el que tiene mala relación incluso desde el tiempo en que formaba parte del equipo de Alfonso Prat Gay. Considerado un técnico soberbio que venía a decir lo que hay que hacer, fue mencionado como director en el Banco Central, un área a la que no quiere ir para evitar que Sturzenegger y su equipo devalúen sus recomendaciones -muy escuchadas hoy en Casa Rosada- hasta la intrascendencia.
Pese a la presencia de “Vladi”, desde las cercanías del Central consideran que en la jefatura de Gabinete falta un proceso de análisis financiero que podría ser incentivado desde el Ministerio de Hacienda del vapuleado Nicolás Dujovne o del de Luis Caputo, concentrado en tomar deuda al menos costo posible en un contexto que se vuelve cada día más adverso. Mientras las acciones de todos pierden valor, entre los amigos del Gobierno circula una comparación desgraciada: ¿quién tiene menos credibilidad? ¿El Banco Central o la Jefatura de Gabinete?
La discusión interna en el gabinete económico de Cambiemos es álgida y las versiones van y vienen. Mientras algunos ven a Sturzenegger contra las cuerdas, otros anuncian la renuncia de un Dujovne que suele ser noticia por las denuncias en su contra y otros, quizás los menos, apuntan a una incipiente fisura entre Peña y Quintana, motivada por diferencias de criterio y apetencias personales del vicejefe de Gabinete. Detrás de cada rumor, hay un interés político y -mucho más en economía- una apuesta a decisiones que favorezcan los intereses del que lo hace correr.
HONESTIDAD BRUTAL. El presidente del Banco Central es elogiado por su transparencia. Su relación con Cavallo se nutre de una afinidad ideológica, una coincidencia en la función pública y una relación afectiva, que nadie oculta. Se definen como honestos intelectualmente y se aprecian sin pudor. En ese retrato, figura también un dato que distingue a “Fede” de Carlos Melconian, uno de sus rivales, eyectado del gabinete, que tenía pretensiones desmedidas: Sturzenegger -dicen- solo quiere bajar la inflación y terminar su mandato. No tiene otras pretensiones ni opera contra sus adversarios.
Con un paso por la Cámara de Diputados, Sturzenegger cultivó buena relación incluso con sectores del gobierno kirchnerista. Más allá de las diferencias, se mostraba abierto al diálogo y siempre de buen humor, una característica que se le hace cuesta arriba conservar en la silla eléctrica del Central. Sin embargo, en la Casa Rosada molesta su tono presuntuoso del que ya sabe y no escucha, prisionero de sus convicciones.
El presidente de la autoridad monetaria es dueño de una sinceridad brutal. Él mismo lo confesó en 2014 en una conferencia en Nueva York, cuando admitió que Jaime Durán Barba lo adoctrinó para que “no explicara nada” durante la campaña. Lo mismo que hace por estas horas el Gobierno, pero ya desde el Ejecutivo.
DESDIBUJADO. “Indudablemente, el Gobierno hasta ahora ha sido parte del problema, no de la solución. La devaluación en Argentina es el doble que la de Brasil y el cimbronazo acá fue el más grande de América Latina”, le dijo a Letra P Guillermo Nielsen. “A Sturzenegger lo veo totalmente desdibujado. La política monetaria se ve muy deslucida. Antes del 28, la tasa era excesiva y, después del 28, el mercado piensa que se quedó corto con la suba de tasa”. Nielsen está entre los que consideran que la pérdida de dólares es muy alta, que las reservas de libre disponibilidad son mucho menos que los 55.000 dólares declarados y que el porcentaje que se vendió es -por lo tanto- mucho mayor.
Nadie lo niega. Desde el Día de los Inocentes, el costo financiero se incrementó doblemente por la tasa en Estados Unidos y se profundizó la brecha con el resto de la región. Nielsen también se ubica entre los que creen que lo que hoy está en jaque es el sistema de decisiones concentrado que emana de la jefatura de Gabinete, con “gente que no tiene experiencia en macroeconomía” y tiene responsabilidades enormes, “que no guardan proporción con sus capacidades”.
¿FUTURO SIN CAMBIOS? Los problemas no son de fácil solución ante la incertidumbre y las apuestas que surgen del mercado contra el entusiasmo que pregona el gobierno de los CEOs. La disputa interna no ofrece demasiadas alternativas de recambio y no sobran los voluntarios con capacidad para asumir funciones en el año del sacrificio.
Mientras sus adversarios lo ven como “Cavallo más joven”, afirman que los mercados lo quieren tener como “zorro cuidando a las gallinas” y anuncian el “camino a su segunda crisis cambiaria” después de la de 2001 que también le atribuyen, otros afirman que Sturzenegger no saca provecho de la situación actual y cree firmemente en el ideario de ortodoxia y el monetarismo.
Pase lo que pase, la situación no es sencilla y menos aún de cara a la necesidad de financiamiento que tiene el gobierno de Cambiemos hacia 2019, el año electoral. “El año que viene tenemos que volver a pasar la gorra y salir a buscar otros 36.000 millones de dólares”, le dijo a Letra P un economista que está al tanto de los números oficiales. A partir de enero, la misión de reeditar el hambre por los activos argentinos no será tarea fácil antes los inversores. Argentina depende del humor que gobierne a Wall Street y enfrentará una disyuntiva ya conocida: pagar tasas más altas para endeudarse o ajustar más fuerte en el primer trimestre del año que Macri había soñado como el de su reelección.