Esta semana los mercados financieros pudieron asistir a un evento muy inusual: El cambio de las metas de inflación del BCRA, anunciado por el Ministro de Hacienda en una conferencia de prensa presidida por el Jefe de Gabinete. La conferencia excedió los límites de nuestros vuelos de cabotaje ya que fue escuchada en distintos bancos y fondos de inversión en Londres, en New York y en Sao Paulo.
La noticia era esperada. Rumores en las últimas semanas indicaban que la decisión de bajar las tasas y aumentar el valor del dólar estaba tomada al más alto nivel del gobierno. Pasada la aprobación de las leyes clave por el Senado los anuncios se precipitaron. Todo el mundo coincide en que mantener una meta de inflación que se había quedado nuevamente corta era no solo una incomodidad sino un papelón.
Ahora bien: dos papelones no constituyen un acierto, y lo de este anuncio fue también un papelón que hubiese sido evitable, y se hubiesen logrado resultados de mayor calidad si por ejemplo el Presidente del Banco Central hubiese anunciado en esa entidad que se dejaban de lado las metas de inflación y que en adelante se pasaría a trabajar con el control de los agregados monetarios en lugar de volver a poner una meta que también luce irrealizable.
Las metas no son para economías de alta inflación, entre otras cosas porque con alta inflación es muy difícil “pegarla” dentro de una banda, y porque los costos de no alcanzar las metas –que son públicos y notorios- exceden largamente lo que suponen las miradas no entrenadas.
Hay otras formas de luchar contra la inflación que hubiesen merecido ser evaluadas. Son temas delicados, que merecen ser tratados con respeto profesional.