Todo empezó como consumo irónico en redes sociales, pero 2018 terminó con los economistas ultra buscando un nicho para la construcción de una derecha extrema que edifica sobre los cimientos corroídos del primer macrismo. Ese oficialismo que hoy padece la crítica de un sector que militó el Mauricio Macri 2015, que le soltó la mano rápido y que hoy camina el Círculo Rojo buscando fondos y apoyos para jugar en las elecciones de 2019.
El espacio heterogéneo que sintetiza el conservador José Luis Espert, autodenominado Partido Libertario, nació casi en el momento de la salida de Federico Sturzenegger del Banco Central (BCRA). El banquero era el nexo y la promesa de que Cambiemos iría en línea con la promesa de campaña de una derecha apolítica, ahorrativa y poco voraz desde lo fiscal. Intentó contenerlos antes de la ruptura explicándoles que la política es un arte complejo que, en muchos casos, requiere de compases de espera. Pero los ultras le aclararon que habían acompañado a Macri para borrar al kirchnerismo y a su visión “populista” y que no querían una versión remozada y amistosa de ese mismo fenómeno.
En la relación con los libertarios, el Gobierno atravesó dos etapas.
Primero, la minimización, la burla y el aprovechamiento de un espacio conservador para pararse en una línea de centro, lejos de la caracterización de un gobierno de CEOs.
La segunda fase es posterior al lanzamiento mediático de los ultras y se corresponde con una preocupación parcial sobre la chance de que el electorado más liberal y decepcionado con Macri se fugara del núcleo duro de votantes de Cambiemos.
Según un trabajo de la consultora Ejes, hay, entre los diez economistas con más minutos en TV, al menos cuatro del partido de Espert. Entre ellos, Fausto Spotorno, de la consultora Orlando Ferreres, y Javier Milei. Este último es el economista de cabecera de Eduardo Eurnekian en Corporación América y el más radical. Se autodenomina cultor de la escuela austríaca y confiesa haberse entusiasmado con la economía luego de la destrucción de la misma a manos de José Alfredo Martínez de Hoz.
“Presidente, presidente, le gritaban a José Luis”, contó a Letra P uno de los economistas invitados a una fiesta de la Fundación Fiedrich Naumann, que aglutina a los liberales alemanes en todo el mundo. La celebración era, en realidad, el primer contacto de Espert con la militancia de lo que luego sería su partido. Albergó el convite el boliche New York City y aparecieron allí otros cuadros ultras que acompañan la movida: Miguel Boggiano y Diego Giacomini, economistas de consulta habitual en los medios, y Agustín Etchebarne. Este último es un cuadro clave en el aporte de fondos en su rol de directivo de la Fundación Libertad y Progreso y la Asociación Cristiana de Dirigentes de Empresas (ACDE). Luis Rosales, experto en política internacional, periodista, pupilo de los liberales alemanes y habitual columnista del canal América, es el único del conglomerado de Espert que tiene idea no económica. Rosales fue candidato del PRO en Mendoza y es otro de los defraudados por el Modelo M.
El canal de TV de Daniel Vila y Claudio Belocopitt fue el mascarón de proa de la aventura de los ultras. “Ellos trabajaron mucho en cómo comunicar”, contó a este medio alguien del armado. Aprovecharon, sobre todo, la silla que Espert consiguió en el prime time de la señal: el programa Animales Sueltos, que conduce Alejandro Fantino. En paralelo, viralizaron en las redes videos caseros donde demonizan al kirchnerismo, se quejan de Cambiemos y se lanzan a las presidenciales. Capitalizaron, según su visión, el desencanto con Macri de sectores que nunca se inclinarían por el peronismo o sus vertientes del centro a la izquierda. Y dañaron al Gobierno convenciendo a la clase media que se abastece de la TV de que el ajuste, el menor gasto y la austeridad son variables positivas. Además, casi todos van contra la idea del Estado como un actor central. El más extremo es Milei, que insiste en demoler el BCRA.
“Son una quimera, como la izquierda, como los troskos”, simplificó un empresario reconocido que pidió reserva.
El Círculo Rojo no sabe cómo pararse ante esta intentona política de la extrema derecha. A decir verdad, esa confusión tiene más que ver con el dilema interno del establishment que con la oferta que proponen los ultras. Hoy, casi todo el empresariado se queja de Macri, no votaría a un peronismo K, pero tampoco está conforme con este agrupamiento. De hecho, en el ideario libertario hay una fuerte crítica no sólo a Macri, a María Eugenia Vidal y Cristina Fernández, sino también a los CEOs que describen como “prebendarios”.
Sturzenegger, el socio de los ultras dentro de Cambiemos. Con su salida, se cortó el apoyo al oficialismo.
Los ultras tienen una ventaja competitiva ante la opción conservadora que representa el oficialismo. Y se congratulan de eso: “Nosotros no somos culposos”, aseguran y sacan pecho cuando celebran las posiciones xenófobas de Jair Bolsonaro, el ascendente brasileño de la crisis política y de representación en América Latina. Entienden que Macri representa a una elite que es hija de la patria contratista y que, a diferencia de los ultras, busca despegarse de esa imagen para recrear una nueva política. En la cabeza de los libertarios, Macri no es un neoliberal, porque no responde a la lógica de cómo se miden los ingresos y cómo se gastan. “Esto es por lo que Macri tiene el boleto picado en Wall Street”, detallaron en el entorno de Espert.
Milei, el más extremo. Insultos a la política convencional y escuela de Austria.
Los que conocen a Espert aseguran que tiene carisma, llegada, pero escasa capacidad de liderazgo. Le reconocen empuje, recorrido buscando fondos, pero escasa perspectiva política en el corto plazo.
Los libertarios consideran que hay lugar para una opción de ultra derecha porque los partidos convencionales están agotados. Incluso, se animan a decir que la corrupción y los escándalos de este estilo son datos menores. “Los partidos tradicionales se agotaron por otras razones más que por eso”, destacan.
No son pocos los que los equiparan a Ricardo López Murphy. Ellos mismos le elogian al “Bulldog” la campaña que pudo llevarlo a presidente. Pero, a la vez, se muestran lejos; se describen como “una nueva generación”, más osada y sin tapujos. Un experimento extraño, raro, pero un experimento que se da en un escenario crítico de una política nacional que supo dar para todo.