“Hay que hacer trazo grueso”, pidió el secretario general de Suteba, Roberto Baradel, el 22 de enero pasado en la entrevista dominical de Letra P. “Hay que trabajar sin egoísmos y sin coronita”, reclamó este domingo, en el mismo espacio, el jefe de La Bancaria, Sergio Palazzo. Idéntico mensaje de dos líderes sindicales fuertes, referentes de gremios poderosos, que trazan un puente entre la CTA y la CGT, coinciden en trascender el terreno sindical y convocan a las fuerzas políticas, sociales y gremiales que se oponen a “las políticas de ajuste” del Gobierno a unirse en un frente común que pueda vencer al oficialismo en las elecciones de octubre. Al mismo tiempo, las distintas líneas internas del peronismo deciden dejar de lado la discusión de las candidaturas y cerrar filas bajo el paraguas de la defensa de la industria nacional y el empleo y comprometen su apoyo a la marcha convocada para el 7 de marzo por la CGT, que parece salir de su letargo y recibe el apoyo, también, del Frente Renovador y el socialismo. Demasiadas señales de alerta en el tablero de control de la alianza Cambiemos, que, por acumulación de daños autoinfligidos, se muestra en su momento de mayor debilidad: una encuesta reciente de Julio Aurelio registró bajas sensibles de la imagen positiva del presidente Mauricio Macri y de la gobernadora bonaerense, María Eugenia Vidal, que tocaron pisos del 40% y del 50,6%, respectivamente.
EL PRIMER ADELANTADO. En aquella conversación que mantuvo con este portal en el agujero negro del verano, Baradel fue políticamente incorrecto. “Ojala que pierda el Gobierno” porque, “si le va bien, le va mal al pueblo”, dijo y convocó a “hacer trazo grueso” para “frenar las políticas de ajuste” del macrismo. Hablaba de hacerlo en el terreno de la lucha sindical, pero también proyectaba esa expectativa al campo electoral. Baradel quedó en off side. Su figura, como las de los delanteros que dan un paso de más antes de tiempo, quedó expuesta, distinguida de las de sus pares. Ya estaba, pero, a partir de entonces, quedó definitivamente instalado en el radar de la Gobernación bonaerense y de la Casa Rosada, que lo auparon a la categoría de enemigo público número uno. También, en la mira de fuerzas mafiosas que operan en los pliegues del poder: el dirigente ya era blanco de gravísimas amenazas que involucraban a su familia, pero la ofensiva ganó intensidad y engrosó su tenor en las últimas semanas.
El contexto ha cambiado significativamente. La incorrección política de Baradel no parece tan incorrecta ahora. Palazzo –uno de los dirigentes que se mostró más vehementes en la condena a las manobras de intimidación contra el líder de Suteba- dijo este domingo:
“Creo que es muy necesario que confluyan todos los sectores políticos, gremiales y sociales que tengan una visión distinta a la del rumbo que sostiene el macrismo. Tienen que confluir en un espacio de construcción de una propuesta. No digo que primero sea de candidaturas: eso depende del consenso mayoritario de los sectores que estén dentro de ese espacio y del candidato que mejor mida. Ése deberá encabezar para transformarla en una propuesta electoral, pero tenemos que trabajar sin egoísmos y sin coronita.”
Dijo, también:
“Yo creo que con el peronismo y con el kirchnerismo adentro no alcanza. Si nos planteamos un escenario hipotético de construcción de una propuesta, tiene que ser abarcativa de diversos pensamientos políticos y sociales que la integren. El adversario que tenemos en frente es muy sofisticado. Es la década del noventa sofisticada y recargada porque Macri tiene un blindaje mediático muy grande. Por eso digo que no alcanza el peronismo con el kircherismo adentro: hay que articular con los sectores sociales, sindicales y políticos que tengan un tronco o una raíz nacional y popular y que defienda un modelo de país distinto a lo que sostiene Macri. “
Palazzo viene del radicalismo y de Mendoza. Tiene buena relación con su correligionario coterráneo Ernesto Sanz, miembro del triunvirato fundador de Cambiemos junto a Macri y a la diputada Elisa Carrió. Su figura creció a partir del resultado de la paritaria bancaria, que logró perforar el techo virtual del 18% que había fijado el Gobierno y consiguió la homologación de un acuerdo que implica aumentos del 24% para los trabajadores del sector. Su arenga no suena con eco, como perdida en la inmensidad de un valle atrapado entre montañas, como había sonado la de Baradel.
En el marco flamígero de una crisis que cierra fábricas y expulsa trabajadores del mercado laboral a paladas casi diarias, la CGT, en la que el bancario representa el ala más dura, avanza finalmente en una medida de fuerza concreta: la movilización a Plaza de Mayo prevista para el 7 de marzo. Aunque mantiene en suspenso la definición de una fecha para el paro general que anunció para algún día de la segunda quincena de ese mes, la semana pasada emitió un documento cocinado a fuego lento –tardó 19 días en ver la luz- en el que cuestiona, con moderada dureza, el rumbo del Gobierno. Además, salió de gira por las sedes de los principales partidos políticos y encontró amplia recepción en el peronismo, en el socialismo y también en el Frente Renovador, la fuerza que lidera Sergio Massa. No es, este último, un dato menor: el diputado nacional, aun empuñando la defensa del empleo y de las pymes como una bandera, había usado su influencia sobre el triunvirato que conduce la central obrera para dormir definiciones en el campo de la confrontación con la Casa Rosada.
Con una política que, como ha venido informando este portal, está provocando estragos en la industria nacional, con su correlato en la destrucción sistemática del empleo genuino, el Gobierno ha fomentado el caldo de cultivo en el que, ahora, las fuerzas de raíz popular que se oponen al modelo vigente encuentran un tinglado bajo el cual disimulan sus diferencias.
Un lema con antepasado massista –lo usó el jefe del FR para hacer campaña contra el proyecto K de reforma del Código Penal- empieza a instalarse como agente aglutinante de la oposición. “Ponerle un freno” a Macri. Lo dijo aquella vez Baradel y lo dijeron intendentes bonaerenses de distintas líneas internas el viernes pasado en un encuentro celebrado en San Vicente, donde exhibieron la decisión de poner sus internas bajo sordina y concentrarse en una militancia activa contra la política económica oficial.
“Busquemos la unidad para ponerle freno a este Gobierno de ajuste", arengó en ese escenario, por ejemplo, el intendente esmeraldo de Lomas de Zamora, Martín Insaurralde, con el jefe de La Cámpora, Máximo Kirchner, asintiendo a su lado. Y la misma expresión usó horas después –en diálogo con este portal- su par de Moreno, Walter Festa, enrolado en el Grupo Fénix: “Si Macri gana, se legitima y, si no, se le pone un freno”, dijo.
La pregunta es: ¿Es posible pensar en un frente como el que imaginan Baradel y Palazzo, que sea capaz de sintetizar una oferta electoral integradora de las fuerzas populares opositoras, si n siquiera el PJ, solo, parece en condiciones de resolver su dinámica interna y se traba en sus grietas cada vez que se asoma a la discusión electoral? ¿Es posible si, pese a las razones objetivas que unen al grueso de la dirigencia sindical, persisten procesos intestinos turbulentos en las centrales obreras, como en la CTA que conduce Pablo Michelli y en la propia CGT, donde el camionero Pablo Moyano lanzó este fin de semana la advertencia de quebrar la reunificación por rencillas que podrían tacharse de menores en virtud de la coyuntura que se pone en cuestión?
Parece una quimera. De todos modos, el Gobierno toma nota de esta ráfaga de señales y se concentra en un objetivo inmediato de altísima trascendencia: desactivar las protestas convocadas por la CGT, con primera parada el 7 de marzo.
Por eso, como anticipó Letra P este sábado, el oficialismo impulsará en el Congreso una ley que daría prioridad a la industria nacional en los procesos de contratación de obras y servicios por parte del Estado. No es muy distinta a la vigente ley de compre nacional, sancionada en las aciagas horas previas a la caída del gobierno de la Alianza, a fines de 2001. Pero su promoción podría representar una carta de negociación para calmar a la CGT. La jugada oficial podría ser anunciada por el presidente Macri en el discurso que dará el miércoles, ante la Asamblea Legislativa, para inaugurar un nuevo período de sesiones ordinarias del Parlamento nacional.
Lo sabe el jefe del Estado: si no consigue torcer el rumbo de los acontecimientos, el martes de la semana que viene una multitud de dimensiones y heterogeneidad inimaginables se volcará a las calles porteñas, desbordará la Plaza de Mayo y le subirá la fiebre a las cabezas que fantasean con aquel frente electoral capaz de “ponerles freno a las políticas de ajuste” de la alianza que encabeza, que, encima, viene crujiendo un poco con los arranques de furia de la socia fundadora Carrió y el pataleo de sectores rebeldes –este término debe ser tomado con las pinzas correspondientes- de la UCR por la flaca participación de los correligionarios en la mesa que toma, a diario, las decisiones medulares del Gobierno.