DETRÁS DE ESCENA. ELECCIONES EN EL PJ BONAERENSE

Los devora María Eugenia

Cada cual atiende su juego en la pelea por una cáscara que naufraga en un mar cada vez más amarillo. La descristinización de los cristinistas 2017. El fortín K de La Matanza. Insaurralde 2019.

Si el macrismo se debilita en forma vertiginosa y en 2019 el PJ logra la hazaña de arrebatarle unido la provincia de Buenos Aires a María Eugenia Vidal, el conventillo de estas horas quedará en el olvido. Será una prueba más de aquel axioma de Perón que hoy aparece refutado por sus herederos: “Los peronistas somos como los gatos, cuando parece que nos estamos peleando, nos estamos reproduciendo”. 

 

 

La marcha hasta ahora inevitable de los jefes comunales hacia una interna entre Fernando Espinoza (La Matanza) y Gustavo Menéndez (Merlo) el próximo 17 de diciembre resulta del acuerdo frustrado por un reparto de sillones para conducir el PJ hacia la recomposición que todos dicen anhelar. Pero es también producto de un movimiento de los intendentes que cuestionan al jefe territorial de La Matanza y buscan, de alguna manera, tomar distancia de Cristina Kirchner, la candidata que fueron a buscar en estado de desesperación hace medio año.

 

La fórmula: Menéndez y Gray van por el trono de Espinoza.

 

 

LA MATANZA SE LEVANTA. Hace una semana, la saga de reuniones en las oficinas del Frente Nacional Peronista, en la calle Bolívar, del inoxidable Julio Pereyra, terminó mal. Fue cuando Verónica Magario irrumpió para auxiliar a su jefe en medio del encuentro en el que los intendentes de la Primera y la Tercera secciones electorales -que acompañaron a Unidad Ciudadana en las elecciones- le pedían a coro a Espinoza que diera un paso al costado. 

 

“Nosotros no podemos volver a La Matanza si no tenemos la presidencia del PJ. Si Fernando no sigue al frente, La Matanza se levanta y se va”, dicen que dijo Magario. No hubo acuerdo. La Matanza -representada en Verónica y Fernando- se fue. Después vino el culebrón de la inscripción de las listas, que terminó alrededor de las 5 de la mañana con Menéndez y Fernando Gray (Esteban de Echeverría) de un lado y Espinoza y Magario del otro.

 

El dúo matancero no sólo estuvo alineado siempre sin fisuras con CFK. Además, tiene una razón extra para encarnar la oposición más frontal contra Vidal: los planes de la gobernadora para partir en tres el distrito que tiene el peso equivalente a la quinta provincia de Argentina.4

 

 

 

LAS VUELTAS DE MARTÍN. Entre los intendentes pro-renovación, en cambio, conviven algunos que coquetearon un buen rato con el Grupo Esmeralda para regresar después bajo el paraguas de la ex presidenta con otros que figuran en la lista negra de CFK, como Pereyra.

 

La mayoría de ellos dijeron a Letra P haber recibido un llamado personal de Cristina con una frase recurrente: “Si hay lista de unidad, la voy a apoyar; si no hay, voy a tomar distancia”. Los más rencorosos con la senadora relativizan el mensaje y afirman que busca despegar, pero tiene al matancero como fronting.

 

Detrás de ese bloque, emerge la figura del inquieto Martín Insaurralde, que en su camino desorienta hasta a los más próximos. Siempre con la muletilla de la unidad, el intendente de Lomas de Zamora fue el que inclinó la balanza hacia Cristina en 2017 y ahora parece tomar distancia.

 

 

 

Con alto grado de conocimiento después de su candidatura en 2013 y su relación con Jésica Cirio, Insaurralde no oculta sus ganas de pelear por la gobernación en 2019. Pero, en lo inmediato, tiene dos objetivos: darle un rumbo al PJ que ayude a romper con el pasado y quedar posicionado como interlocutor principal del peronismo ante Vidal. Algo que acaba de lograr ya en la aprobación del Presupuesto 2018, con un movimiento en el que desplazó a su amigo Sergio Massa, devaluado como nunca. La presencia del intendente de Tigre, Julio Zamora, en las reuniones del bloque mayoritario abren la puerta para un regreso decoroso del fundador del Frente Renovador hacia las filas del PJ.

 

Cerca de Espinoza dicen que Menéndez responde a Insaurralde y a la estrategia de parecerse a Cambiemos: incluso aluden a un llamado del intendente de Merlo a Macri para que lo respalde de alguna manera. El Presidente no lo atendió, aclaran.

 

Si se atienen a las reglas que acordaron -las autoridades del partido no pueden ser candidatas-, sólo Martín quedaría en pie para enfrentar a María Eugenia en 2019. Como otros, el esposo de Cirio no lo dice, pero lo ve claro. De no interpretar las demandas y el cambio de época, pueden ser más los que pierdan sus territorios a manos de Cambiemos en 2019.

 

 

 

LA OLA AMARILLA. Los intendentes oficialistas del Frente para la Victoria eran 88 en 2015, en 2017 quedaron 54 como opositores y apenas 27 lograron imponerse en sus distritos en octubre pasado.

 

La tesis que difunde el Movimiento Evita se explica por la realidad de los territorios: en los municipios en los que predomina una economía integrada con puntos de contacto con la ciudad de Buenos Aires, el macrismo gana, empata o acecha. El peronismo se impone, en cambio, en las realidades en las que se impone una economía informal, desintegrada, como la de Florencio Varela y José C. Paz. De ser así, el ensayo de Dujovne y Sturzenegger puede resultar más decisivo que cualquier alquimia que pruebe la dirigencia del PJ.

 

La mayoría de los intendentes que sobreviven con la camiseta peronista en la provincia de Buenos Aires repite que el único camino es la unidad que permitía ordenar ese piso nada desdeñable del 40% que hubieran reunido Cristina y Florencio Randazzo. Pero no encuentran el modo ni el jefe ni el programa ni el tono que conforme a todos y -algo bastante más importante- logre interpelar a la mayoría de los bonaerenses. Nadie acierta con la fórmula para salir del lugar de lo viejo en la que los puso la ola amarilla, mucho menos en un territorio en el que enfrente tienen a Vidal, una contrincante bastante más difícil para doblegar que Mauricio Macri. Más aún, si logra atravesar el último trámite en el Congreso y alzarse con el botín del Fondo del Conurbano que el Presidente le concedió y los gobernadores del PJ -también hastiados del predominio del peronismo conurbano- aceptaron.  

 

 

Magario-Espinoza: resistiendo con aguante.

 

 

EL AUTO DE LA UNIDAD. Después del debut accidentado de Randazzo como candidato, el debilitado Grupo Esmeralda moderó las ínfulas de renovación y ahora pone en primer lugar la unidad. Paradójico o no, la pelea en el PJ surge y se da en las filas de los que hicieron campaña juntos por Unidad Ciudadana hasta hace un mes. Son los mismos que este año vaciaron un acto con la excusa de diferenciarse de Amado Boudou y Luis D’Elía y el objetivo real de impedir un discurso de cierre de Máximo Kirchner. Y que prefirieron ausentarse a la hora del recuento del búnker cristinista en Arsenal, el 22 de octubre.

 

Pese a todo, dicen en el frente de Menéndez-Gray, Espinoza había sido advertido hace tres meses de que su tiempo había expirado. Este miércoles, en Malvinas Argentinas, y este jueves en Florencio Varela, volverán a reunirse en el camino hacia el 17 de diciembre.

 

Los intendentes que están enfrascados en la disputa por la cáscara pejotista aportan un dato que podría rescatarlos de una pelea intestina e intrascendente: el peronismo tiene un millón 500 mil afiliados en la provincia de Buenos Aires que están en condiciones de votar. Sólo si esa base social se siente convocada para algo más que votar cada dos años, la historia podría ser distinta en un contexto empinado, donde parte de las nuevas generaciones que se incorporaron a la militancia desiste ante la dificultad de la intemperie opositora.

 

“Estamos discutiendo por ver quién maneja un auto que no arranca y no tiene nafta”, le dijo a Letra P un peronista que prefiere tomar distancia de la disputa principal, aunque también juega sus fichas. En ese cuadro, la rapiña en torno al PJ sería parte de un desbande, producto del terremoto que generó en 2015 el triunfo de Vidal sobre el entonces Frente para la Victoria. Una réplica más de un temblor que dejó al peronismo atontado, en una situación inédita, fuera del poder y sin capacidad de reacción. Que sólo puede resurgir y volver a andar si el oficialismo choca su proyecto contra la realidad, en forma intempestiva.

 

Omar Perotti, el gran apuntado por la debacle del peronismo en Santa Fe.
Javier Milei, Karina Milei y Romina Diez, al frente de la caravana de cierre de campaña en Rosario

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