El Gobierno vive del corto plazo y el día posterior al 26-O es un agujero negro de expectativas. Todo lo que importa es que la inflación de mayo haya arrojado 1,5%, tras siete meses de meseta por fin debajo del maldito piso del 2, y que la de junio, si nada interrumpe la cadena de la felicidad, mantenga la tendencia. Si los comicios legislativos son el mañana, el día después será otro cantar.
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Para satisfacción de Javier Milei, de Toto Caputo y de las necesidades electorales del oficialismo, el índice de precios al consumidor por fin quebró a la baja el piso del 2%.
Apenas se confirmó su destino legal y político, Cristina Fernández de Kirchner dio el que acaso haya sido su último discurso público durante un buen tiempo. En términos de lo que considera que viene, habló justamente de deuda y "dólar planchado" y, dirigiéndose al Círculo Rojo, sentenció: "Esta tranquilidad del dólar, de miles de millones de dólares que siguen tomando prestados, anuncia la crónica de una muerte anunciada. Esto no tiene final feliz".
"El poder económico lo sabe y necesita que, cuando este monigote que tenemos de presidente no le sirva más, nos hagamos cargo de una buena vez de todas las cosas", añadió. ¿El poder económico lo sabe?
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Javier Milei le dio a Toto Caputo una revancha política tras la traumática experiencia de la era de Mauricio Macri. ¿Diferente liderazgo, mismos errores?
Javier Milei y Toto Caputo no convencen al mercado
Ni la baja de la inflación ni el acuerdo de abril con el FMI ni el dólar pisado ni la apertura forzada del mercado de deuda ni el eclipse de Cristina animan al mercado. No hay caso. Si, más allá de la inflación y sus desequilibrios macro, uno de los problemas principales del país es su deuda, llama la atención que el riesgo país parezca casi un electrocardiograma planchado, con algún pico arrítmico, en lo que va del año.
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El riesgo país no cede en la medida de los deseos y necesidades de Javier Milei y Toto Caputo. (Fuentes: ambito.com en base a datos de Rava Bursátil).
La clave de la desconfianza pasa por el nivel de reservas, que el Gobierno había prometido elevar en el entendimiento con el Fondo a través de una agresiva política de compra de divisas en el mercado incluso cuando la cotización se moviera dentro de la banda de flotación.
Ni bien se estamparon las firmas e ingresaron al Banco Central los 20.000 millones comprometidos en el nuevo programa, las autoridades argentinas se dieron vuelta y violaron el espíritu del reglamento. Milei aseveró que sólo se adquirirían dólares cuando la paridad tocase el piso de la banda, extremo que nunca estuvo ni cerca de ocurrir y que, sumado a la previsión de reservas brutas de 50.000 millones de dólares para fin de mayo, enroló al Presidente y a su ministro en el lote de los "econochantas" y "pifiadores seriales" de pronósticos.
FMI: silencio público, queja privada
En línea con el jefe de Estado anarcocapitalista, Felipe Núñez, asesor de Caputo, completó: "No venimos acá a comprar reservas, venimos a bajar impuestos y a bajar la inflación". ¿El FMI? Calló, cómplice de lo que sabe que ha sido un nuevo y multimillonario aporte de campaña a un gobierno de derecha en la Argentina.
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Sin embargo, la queja, sorda, llegó y, con ella, un cambio de planes sugestivo: la fecha establecida para la primera revisión, en la semana que comienza, se desplazó para fin de mes de modo de darle tiempo a la administración de extrema derecha a hacer algo al respecto. Ocurre que las urgencias son severas: en julio hay que hacer frente a pagos de cupones de deuda por unos 4.200 millones de dólares.
La demora no es sólo una graciosa concesión: de la revisión exitosa o, en su defecto, del otorgamiento de un waiver o dispensa depende el desembolso de otros 2.000 millones de dólares.
Los "dólares del colchón" no fluyen, algo que no sorprende debido a lo reciente de un blanqueo sumamente generoso y a la endeblez legal del nuevo, que no asegura que una autoridad diferente les haga preguntas a los crédulos de hoy. Además, esas divisas son ahorro, no instrumentos que los privados deseen poner en circulación para aliviar a un gobierno que se pasó de rosca con la desmonetización de la economía.
Toto Caputo, en modo emergencia
El jefe del Palacio de Hacienda debió pergeñar un plan de emergencia para sumar divisas al Central. Dado el sostenimiento electoralista del mandato de no comprar billetes en el mercado para no sumar demanda y no hacer subir la cotización ni, con ello, el IPC, decidió pavimentar la autopista del endeudamiento y la bicicleta financiera, el recurso habitual en él.
Primero, tanteó con el dedo gordo del pie la temperatura del agua al emitir, para inversores extranjeros, un bono en pesos que se suscribió en dólares, con la posibilidad de una devolución anticipada en 2027 por si las encuestas no le dan bien al oficialismo. La tasa en moneda nacional quedó apenas por debajo de un 30% anual, un exceso dadas las perspectivas de caída de la inflación.
Para que ese instrumento mantuviera atractivo y cumpliera la función que tiene reservada, la de un verdadero "bono carry trade" –bicicleta–, fue necesario dar de baja la decisión inicial de establecer un período mínimo de seis meses de permanencia para los capitales extranjeros que ingresen bajo cualquier modalidad, por especulativa que esta sea. Un semestre parece un plazo demasiado extenso para apostar por la nueva Argentina.
El precio del dinero de Toto Caputo
Además, el Gobierno cerró un préstamo tipo REPO por 2.000 millones de dólares con un pool de siete grandes bancos internacionales. Esa modalidad establece la toma, por parte de los prestamistas, de un bono de deuda pública que el tomador debe recomprar al cabo de un plazo establecido. La operación se realizó a dos años y con una tasa del 8,25% anual en dólares.
El precio fue menor que el 8,8% asumido en el REPO de fines de 2024, por 1.000 millones, y unos tres puntos porcentuales menor a lo que habría sido una colocación de títulos en el mercado abierto; para eso está la garantía entregada. Sin embargo, la tasa comprometida sigue siendo extravagante, demuestra que el mercado voluntario sigue cerrado y expone el motivo de la desconfianza de los inversores: la fragilidad de las reservas del país.
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Según se anunció, la captación de fondos, por caso con "bonos carry trade" también para inversores locales, se mantendrá a un ritmo de 1.000 millones de dólares por mes hasta cubrir un total de 7.000 millones en lo que queda del año.
Deuda, deuda y deuda. También del Banco Central, BOPREAL en dólares, que se seguirá colocando para extraer pesos de la economía y, pese al efecto contractivo de la medida, seguir poniéndole la bota encima a la posible demanda de billetes estadounidenses.
Los economistas –incluso los del establishment– son unánimes respecto de que sumar reservas en base al fomento del ingreso de capitales golondrinas y un endeudamiento copioso –sobre un fondo ya bastante saturado– es pan para hoy y hambre para mañana. Se trata de reservas prestadas, no de un esquema que le dé solidez a la economía futura.
El populista Javier Milei
El populismo económico y electoralista de dólar barato, importaciones a granel y autopista especulativa se ha probado ruinoso demasiadas veces en la historia económica nacional. El propio Caputo dejó una huella indeleble al respecto en tiempos de Mauricio Macri, entre 2015 y 2019, primero como responsable de Finanzas y finalmente como presidente del Banco Central. El esquema derivó en una toma de deuda por más de 70.000 millones de dólares, cuya tocata y fuga llevó al país otra vez al FMI, que otorgó un préstamo políticamente motivado por 45.000 millones más.
Una economía mucho más equilibrada en lo presupuestario y en lo monetario, además de un piso de inflación más bajo que amortiguaría la severidad de un rebote, diferencian el presente de lo ocurrido en el ocaso del macrismo. Sin embargo, el frente cambiario preocupa. ¿Vuelve la economía argentina, en ese plano, a un momento 2017? ¿Se probará otra vez que el equilibrio fiscal sirve para lo que sirve, que no es poco, pero que no obra el milagro de la conversión de pesos sobrantes en dólares que faltan? ¿Experimentará el dólar un nuevo salto –el tercero de la mileinomía– cuando pase el ciclo electoral, otra vez con efectos destructivos para los ingresos, el consumo y la producción?
"El poder económico lo sabe", dijo Cristina Kirchner. El nivel sostenido del riesgo país demuestra que, por lo menos, lo sospecha.