un toma y daca desigual

Javier Milei y Donald Trump, un pacto para blindar el modelo

El acuerdo comercial entre los dos países parece desbalanceado en favor del socio más grande. Cambio estructural y adiós a un camino autónomo al desarrollo.

A la vez, impone una nueva y poderosa presión competitiva a sectores productivos locales ya complicados por la apertura de la economía, el ajuste y la recesión.

El entendimiento marco concreta lo que se esperaba en la última visita del Presidente a Donald Trump en la Casa Blanca, pero que se demoró por la propia naturaleza de las negociaciones. Asimismo, se vale del resquicio que se abrió en la cumbre del Mercosur de junio, en la que la Argentina pidió y obtuvo una flexibilización del arancel externo común del bloque para que los Estados miembros puedan fijar unilateralmente, o mediante tratados con terceras partes, tarifas diferenciales sobre un universo de 150 productos.

El acuerdo entre Javier Milei y Donald Trump

La noticia fue oficializada en momentos en que estaban reunidos en Washington los cancilleres Marco Rubio y Pablo Quirno.

El ruido será fuerte porque el entendimiento viene a reforzar las aristas más filosas de la mileinomía: el campo reniega por las retenciones, la industria por una política hasta aquí severamente lesiva para su crecimiento y el sector financiero se sobresalta ante la posibilidad de que el blindaje financiero del Tesoro norteamericano eternice la intervención sobre un tipo de cambio que, si el Gobierno buscara acumular reservas más acelerada y genuinamente, sería mayor que el actual.

Un toma y daca desigual

El costado comercial del acuerdo establece una apertura en teoría recíproca, pero que, en virtud de los sectores mencionados, parece desbalanceada en favor del socio más grande. No hay sorpresa en eso.

La Argentina brindará un acceso preferencial a productos estadounidenses en una amplia gama de ítems que va de los medicamentos y los productos químicos hasta maquinaria, artículos tecnológicos, vehículos y bienes agrícolas.

OPRA EEUU

En retribución –modesta–, Washington desgravará el ingreso de materias primas de las que no disponga y estudiará la posibilidad de un mayor acceso de carne vacuna.

En materia de industria farmacéutica, convendrá prestar atención a lo que vaya surgiendo en concepto de propiedad intelectual, viejo motivo de litigio entre los dos países y que, de hecho, demoró el anuncio del pacto. Los laboratorios nacionales, que se ven venir una extensión de los plazos legales de 20 años para la vigencia de las patentes, están ya en pie de guerra.

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El extremo débil de la sociedad –nosotros, claro– se abrirá incluso al ingreso de ganado en pie, pollo y ciertas denominaciones de quesos y carnes. Más ruido en rubros golpeados como el lácteo.

En un mensaje claramente dirigido a la competencia asiática en general y china en particular, el acuerdo marco establece que la Argentina prohibirá el ingreso de productos elaborados con trabajo forzado y que se alineará con Estados Unidos en materia de trabas al comercio que se declare como desleal.

Los cepos de la nueva Argentina

El Gobierno espera que el anuncio genere un beneficio reputacional y un nuevo impacto en el mercado financiero, suficiente para darle otro empujón a la baja al riesgo país y apurar el regreso al mercado voluntario de deuda.

Sin embargo, las eventuales consecuencias de lo pactado sobre las cuentas externas están por verse. En lo que va del año, el país venía acumulando un leve superávit.

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Si, como se teme, la apertura resultara desequilibrada, esa situación podría modificarse, algo que, por otro lado, iría de la mano del sesgo proteccionista de un Trump dispuesto a todo, desde la subordinación de países regionalmente importantes como el nuestro hasta –alerta– el lanzamiento de operaciones militares dentro de Venezuela.

¿Cómo financiaría la Argentina un comercio que pase a terreno crónicamente deficitario? ¿Usando el swap, ya activado para sostener la timba cambiaria preelectoral? ¿Hasta cuándo? En tal caso, se estaría sellando un cambio estructural en el comercio bilateral que se financiaría con deuda.

Todo es por el momento provisorio. Conviene esperar por definiciones, reacciones sectoriales y, sobre todo, por las nuevas realidades. Lo concreto es que la nueva Argentina de extrema derecha va activando cepos que ya nunca le permitan volver atrás, ni a los malos pasos que la han traído hasta este punto ni a las salvaguardas que le permitían todavía soñar con un camino autónomo al desarrollo.

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