El domingo 30 de julio, una semana después de las elecciones en la ciudad de Córdoba, la atención se concentrará en Villa Allende, la localidad más próspera del denominado corredor de Sierras Chicas, que se extiende desde el límite mismo de la capital y por buena parte de la región metropolitana, conocida como Gran Córdoba. Allí, el peronismo cordobés procurará sumar una victoria que se torna crucial tras varias derrotas en el departamento Colón, el segundo en cantidad de habitantes de la provincia con poco más de 300 mil personas repartidas en 20 municipios y comunas.
Al inicio del año, 16 de ellas estaban bajo el control de Hacemos por Córdoba, ya con gobiernos peronistas, ya con gestiones en alianza. Siete meses después, sólo 10 permanecen bajo el mismo signo. Entre las seis derrotas cordobesistas se destacan las que implicaron cambio de signo en La Calera, histórico bastión justicialista, La Granja, Río Ceballos y Salsipuedes, con gobierno del vecinalista aliado Marcelo Bustos. También duele en El Panal el traspié en Mendiolaza, donde Nicolás Martínez Dalke perdió ajustadamente con la dirigente del PRO, Adela Arning, cuando parecía encaminado a terminar con 24 años de dominio radical.
Aunque en su haber el cordobesismo ubique la retención de distritos como Saldán, Unquillo, Juárez Celman y Colonia Caroya, la balanza termina desequilibrándose en favor de la oposición con el triunfo en Jesús María (cabecera departamental) de Federico Zárate, delfín de Luis Picat, quien encabeza la lista para la Cámara de Diputados del sector que lidera Patricia Bullrich en la interna de Juntos por el Cambio.
La magra cosecha hasta aquí es adjudicada a rencillas en el armado de listas, reflejo de las tensiones entre la vieja guardia peronista, referenciada en Juan Schiaretti, y la renovación que intenta impulsar Martín Llaryora. El intendente que llegó a ser gobernador decidió confiar en su amigo Gustavo Brandán, alcalde de Colonia Caroya, en desmedro de Carlos Presas, histórico armador en la región. Acusaciones y sospechas leudan al calor del año electoral.
Los resultados también echan sombras sobre la continuidad del Ente Intermunicipal de Gestión Metropolitana. Presentado como un organismo para avanzar en el desarrollo integral de la región "afrontando problemáticas comunes", operó como una herramienta de instalación de Llaryora en el territorio de mayor crecimiento demográfico de las últimas décadas. Con un mapa que grafica un crecimiento de la oposición rubricado en las urnas, en particular del radicalismo, la nueva gestión provincial deberá definir estrategias de negociación. Algunos de los intendentes electos han adelantado que revisarán la permanencia de sus municipios en el ente, así como otros convenios suscriptos en los últimos cuatro años.
El country más grande del mundo
Para la intendencia que completa el ciclo en Colón, los operadores llaryoristas ratificaron la estrategia de ampliación que definió Hacemos Unidos por Córdoba: la cooptación de figuras de partidos que conforman Juntos por el Cambio.
El apuntado fue Nicolás García, un comunicador que se desempeñó como secretario de Gobierno y mano derecha de Eduardo “Gato” Romero, el golfista exintendente PRO, reelecto en 2019 y fallecido en enero de 2022.
Lo acompañará Héctor Colombo, exintendente de “la Villa” en el período 2011 – 2015 y retador, sin éxito, en los dos turnos posteriores. Su postulación se daba por descontada cuando nadie preveía el salto de García a filas cordobesistas.
Esta movida llegó para cerrar una jugada de pinzas. Sólo dos semanas antes se había confirmado el pase de Delia Dolores Romero, quien, según el recuento provisorio de las recientes elecciones, ocupará un lugar en la Legislatura Unicameral por el “tramo único”. Justo, el último correspondiente a HUxC.
Aunque el entorno de García y Romero aseguran que toda la operatoria contó con la anuencia de Mauricio Macri, venerado por amplios sectores de la ciudad y amigo de “Gato” Romero, el PRO presentará su propia nómina y llevará nombres de peso para intentar retener una ciudad cara a sus sentimientos.
La lista amarilla es encabezada por el concejal Pablo Cornet, integrante del G-25 que fomentan Macri y el exministro de Transporte Guillermo Dietrich. Lo secundará María Teresa Riu-Cazaux De Vélez, quien asumió el mando del municipio tras la muerte de Romero. Entre sus primeras gestiones se destacó, precisamente, el desplazamiento de García de la cartera más política.
Otro concejal lidera, por escaso margen, distintas encuestas. El radical Julio Loza, presidente del Concejo Deliberante, encabeza la lista Elegí Villa Allende, que lleva el aval del Frente Cívico y sectores boinablanca. Lo acompaña la concejala juecista Marta Banegas. Aunque llegaron como parte de la alianza gobernante, a la que no adhiere formalmente la UCR, fueron objeto de embates por parte de la conducción de Riu-Cazaux De Vélez, que intentó, sin éxito, desplazarlos de sus bancas.
Dos exintendentes radicales alientan expectativas de regreso triunfal sobre una misma base de votantes. Heriberto Martínez, exmandatario por dos períodos consecutivos y exdiputado, y Martín Ambort, histórico referente de las décadas 80-90 y exlegislador provincial, acudirán con sellos desvinculados de JxC y sin apoyo “oficial” de la UCR: el Movimiento de Integración y Desarrollo (MID) y el Movimiento de Acción Vecinal.
Por fuera del espectro de JxC, otras nóminas dividirán el voto justicialista. Todas aseguran representar a un peronismo “auténtico”: Daniel Zabala, por el Frente de Acción Solidaria; Juan Martín Petrini, por Kolina; Mario Quiroga, con el Frente Grande
Otras cuatro listas integran un sobrepoblado pelotón de 12 contendientes para una ciudad que cuenta con 32 mil personas domiciliadas en 30 barrios, 15 de los cuales son definidos como urbanizaciones cerradas.
La proliferación de barrios cerrados, las edificaciones en altura y el cuidado de los recursos naturales (especialmente el agua) han sido ejes de discusiones en un distrito donde la cantidad de habitantes tipificados en la clase ABC1 asciende al 14%, exactamente el doble que el promedio provincial.
“En los barrios cerrados vive un tercio del padrón. Ahí no podés hacer campaña. Sus vecinos no discuten de política. Por lo tanto, pesan mucho las marcas conocidas y se terminan inclinando por ellas. Fuera de allí, la realidad es otra y se nota la falta de obras para una ciudad que ha crecido desordenadamente”, analiza un exdirigente autóctono.
“Capaz ya es tarde para algunas discusiones. Hace 25 años estaban todos contentos con un cartel que presentaba a Villa Allende como el country más grande del mundo”, sentencia la fuente consultada por Letra P.