A principios de 2020, cuando Alberto Fernández tenía 80% de imagen positiva, Santiago Cafiero era "Santi". En los primeros meses del gobierno del Frente de Todos, el joven jefe de Gabinete de estilo descontracturado y linaje justicialista era la estrella en ascenso de la política argentina.
En el universo del peronismo, en los despachos de la Casa Rosada y para la prensa, ese apodo, "Santi", era suficiente para invocarlo.
La primera gran crisis todista, destada por la derrota electoral que sufrió el entonces oficialismo en 2021, lo corrió de ese lugar. Hoy, cuatro y años y medio más tarde, el excanciller dejó de ser "Santi" y volvió a ser "Cafiero". Recluido en la Cámara de Diputados, donde se mueve a prudente distancia de las distintas tribus de Unión por la Patria, purga una suerte de condena política de la mano del ocaso del proyecto del que fue una de las figuras centrales.
El escándalo de Alberto Fernández
El escándalo por las infidelidades de Alberto Fernández, la denuncia de maltratos físicos y psicológicos de Fabiola Yañez, la investigación por el negocio de los seguros y la supuesta extensión de la cuarentena por motivos de conveniencia política, como lo denunció hace poco Martín Guzmán, golpean a toda la dirigencia que formó parte del gobierno anterior, pero especialmente a Cafiero, la estrella mayor del albertismo.
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Con su jefe y amigo procesado en la causa por violencia de género, Santiago Cafiero espera que pase la tormenta, cambie el viento y el gobierno del que fue parte empiece a ser reconocido aunque sea por contraste con el de Javier Milei. "El peronismo se haría un favor a sí mismo reivindicando una gestión que tiene muchas cosas para rescatar", dice, masticando bronca, a quienes quieran escucharlo en las charlas políticas que tiene en su despacho y en su pago chico, San Isidro.
La semana pasada, rompió un largo silencio y dio una entrevista radial, porque sintió que Alberto Fernández se había convertido en una suerte de chivo expiatorio perfecto. Los que habían formado parte de su gobierno tomaron distancia sin perder un minuto cuando se conoció la denuncia de Yañez y las derivaciones mediáticas, con la filtración de videos con mujeres en despachos oficiales. “Hubo una condena social anticipatoria a Alberto Fernández, yo no le voy a tirar mierda ni pegarle en el piso”, dijo el ahora diputado en una charla con FM Futurock.
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Santiago Cafiero, el 12 de septiembre, con una funcionaria de la ONU.
Cafiero cree que atrás de la denuncia contra el expresidente hay una operación política contra el peronismo y que el caso de violencia de género le sirvió al Gobierno para que, durante semanas, no se hablara de los desastres que está haciendo. "Muchos compañeros dirigentes del peronismo no lo entienden. Actúan por rencor", se queja en privado.
En las charlas personales con el exmandatario, le aconsejó que se concentrara en la estrategia judicial, porque en los terrenos político y mediático no tiene mucho para hacer. No siempre Alberto Fernández lo escucha. A fin del año pasado, en el ocaso final del gobierno peronista, le aconsejó que dejara la presidencia del PJ nacional, pero no le hizo caso. Incluso, llegaron a tener una discusión fuerte. Su salida terminó definiéndose hace algunas semanas, con una carta de renuncia en medio del escándalo mediático.
El ocaso del Frente de Todos
Aferrado al perfil bajo de este nueva etapa de su vida, Cafiero dice a quien quiera escucharlo que llegará el tiempo en que el peronismo empiece a reconocer logros de una gestión que hoy es una mancha venenosa de la que todos quieren desepegarse. Aunque sea, para marcar el contraste con la gestión libertaria. "Hay muchas cosas para poner en valor. El rol del Estado, la obra pública, la política sanitaria, el complejo científico tecnológico, los proyectos nucleares, satelitales... El peronismo debería reconocerlas y reivindicarlas, porque se estaría reivindicando a sí mismo", repite, en privado.
El tiempo llegará, cree, porque en la política, como en el fútbol, siempre hay revancha. Por ahora, transita una especie de exilio interno en la Cámara de Diputados, donde se mueve solo, con perfil bajo.
En un bloque atomizado y sin liderazgos claros, el ex jefe de Gabinete no tuvo peso hasta ahora. Una de su tareas es la de asesorar a sus compañeros en temas de política exterior. Una vez por semana, comparte un informe que ofrece como insumo para el trabajo legislativo. A las reuniones de bloque asiste puntualmente, igual que a las de la Comisión de Asuntos Exteriores, donde ocupa la vicepresidencia, el máximo sillón que consiguió el peronismo en la cámara baja en materia de política internacional.
Santiago Cafiero, estrella fugaz
El contraste es fuerte. En su momento, como jefe de Gabinete y figura central del albertismo, Cafiero recibía en su despacho a gobernadores, dirigentes sindicales, empresarios y funcionarios que hacían fila para verlo y aprovechar su llegada al expresidente. Hasta 2021, cuando llegó la derrota en las elecciones de medio término y terminó eyectado a la Cancillería, era "Santi", la estrella en ascenso de la política a la que todos querían acercarse. Hoy, la realidad es bien distinta.
Con sus compañeros del "albertismo" -esa criatura que no llegó siquiera a nacer- la relación es buena, pero lejos del vínculo que supo tener. Por ejemplo, con Victoria Tolosa Paz mantiene la relación personal, pero con cierta distancia en el trabajo político.
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Santiago Cafiero y Victoria Tolosa Paz, en la cresta de una ola que terminó revolcando al peronismo.
Cafiero no ve al peronismo con capacidad de pasar de oposición a Milei a alternativa, poque no hay liderazgos que ordenen la atomización. La deriva se ve claramente en el bloque que integra.
Por ahora, espera que el tiempo pase y se concentra en San Isidro, su pago chico, donde quiso conducir al peronismo y recibió una dura derrota a manos de sus rivales alineados casi todos contra él. Desde allí, cree, se puede dar un renacimiento politico. "El tiempo pone las cosas en su lugar", está convencido.