ELECCIONES 2023

Qué se juega Sergio Massa: futuro a cara o ceca y el peronismo en sus manos

El candidato oficialista llega al 22-O pese al desmadre de la economía y a una coalición de gobierno fallida. Optimismo blindado, verticalismo y CFK.

Al final de la carrera, Sergio Massa se quedó con todo el protagonismo. Sedujo al kirchnerismo diez años después de su ruptura y encolumnó al peronismo territorial. Aunque su candidatura haya sido un salto peligroso que todavía no ofrece garantías, casi no hay dirigente de Unión por la Patria(UP) que no diga, jugadas las fichas, que ninguna otra figura hubiera tenido el temple del líder del Frente Renovador para enfrentar una campaña tan difícil, en plena crisis económica.

Una buena elección solidificará su sueño de convocar a la unidad nacional, con aquellos amigos suyos que siempre fueron refractarios a Cristina Fernández de Kirchner. Una vuelta de página para el peronismo. El escenario adverso no está en sus planes. Si todo fallara, cree que habrá tiempo para recomponerse, aunque Massa asegura que no se volverá a subir a una tercera carrera presidencial.

El ministro imaginaba otro escenario en julio de 2022, cuando dejó la presidencia de la Cámara de Diputados para dar el salto hacia el Palacio de Hacienda. Massa esperaba llegar a la carrera presidencial con un panorama venturoso, pero una sequía histórica, la falta de dólares y errores propios depositaron al candidato del peronismo a las puertas de las elecciones con 103,2% de inflación acumulada en lo que va del año y 40,1% de pobreza. Aun así, en un escenario imprevisible frente a dos aspirantes rivales que no logran enamorar a la mayoría del electorado, logró mantenerse competitivo.

“Hubo medidas que impactaron bien, como la devolución de IVA a los productos de la canasta básica o la eliminación de Ganancias, pero no es que se haya generado un proceso de esperanza alrededor de la figura de Sergio. Sin embargo, la campaña es inmejorable en un contexto tan complejo”, resume ante Letra P un dirigente de peso en el territorio que trabaja de manera activa para la candidatura del ministro de Economía.

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Massa supo desde el comienzo que el camino no estaba despejado. Repitió hasta el cansancio que no se podía ser “ministro de Economía y candidato” a la vez, en un país donde apenas cuatro millones de dólares provocan una corrida financiera y donde los factores de poder juegan abiertamente para los bandos contrarios.

Los reparos resultaron fundamentados. El acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI) impuso una devaluación que se instrumentó después del resultado amargo de las PASO y, una semana antes del cierre de campaña, el mercado sufrió un tembladeral que provocó una corrida bancaria y otra disparada del dólar, con su consiguiente impacto en los precios. El ministro tuvo muñeca política para surfear la crisis y controlar el valor de la divisa. El domingo se sabrá el impacto electoral de la corrida y si la paz cambiaria será duradera o terminará después del resultado del domingo.

Verticalismo o...

El ministro también tuvo que sortear otros obstáculos. Se convirtió en candidato de un peronismo en estado de descomposición, después de la experiencia fallida del gobierno de coalición del binomio que conformaron en 2019 Alberto Fernández y CFK. Massa trabajó durante toda la campaña para convencer al electorado de que un eventual gobierno suyo sería diferente. Mostró una voluntad inquebrantable.

La operación empezó por el cambio de nombre, para que Unión por la Patria (UP) hiciera olvidar al Frente de Todos (FdT). El ministro se encargó, después, de explicitar las diferencias. “Las decisiones las voy a tomar yo”, dijo una y mil veces cuando se le preguntó por el temido doble comando. Remarcó que “la mitad de los ministros” del gobierno de Fernández no tendrían trabajo en el suyo.

Massa identifica a la transversalidad del FdT como el principal error del gobierno de los Fernández. Piensa que el loteo de espacios sin jefatura generó parálisis en la gestión y desmadre político. Si gana las elecciones, será verticalismo o muerte.

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En el tránsito, a fuerza de trabajo y política, convenció a gran parte del peronismo. Gobernadores, intendentes, referentes territoriales y sindicales respiran aliviados por haber encontrado una conducción. “Hay que ver qué dice Sergio” o “eso lo va a definir Sergio” son respuestas recurrentes entre la dirigencia que pedía a gritos la vuelta del verticalismo. El resultado de la elección determinará si la subordinación a la palabra del ministro será duradera o transitoria.

Para conseguir esa centralidad, Massa necesitó también de la determinación de Cristina. La vicepresidenta dio todos los pasos necesarios para despejarle el camino. En una secuencia que empezó en diciembre del año pasado, anunció que no sería candidata. Mandó un mensaje cuando le pidió a cada integrante de la dirigencia que tomara el bastón de mariscal. Escenificó su despedida en la Plaza de Mayo y ubicó a Massa a sus espaldas. Compartió con el ministro tres actos y se corrió del centro una vez que se aseguró de que el electorado kirchnerista había comprendido su mensaje.

Massa respondió con astucia. Ubicó a Cristina en un lugar de consulta permanente. La nombró su consejera. Respondió una y mil veces a la pregunta sobre la ausencia de la vicepresidenta durante la campaña. Dio su mejor versión cuando dijo que, si la necesitara al lado suyo de manera permanente, significaría que no es un buen candidato a presidente.

Sea cual fuere el resultado del domingo o del ballotage por el que puja, el massismo asegura que el ministro no abandonará su lugar en el Palacio de Hacienda. Seguirá en el cargo hasta el 10 de diciembre. Con triunfo o derrota.

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Sergio Massa.

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