Los intendentes de Villa Allende, Pablo Cornet; y de Jesús María, Federico Zárate, se adelantaron a entablar un vínculo directo con el gobierno de la Nación a través de la vicepresidenta Victoria Villarruel, de quien ambos fueron anfitriones en su reciente visita al Festival de Doma y Folklore de la ciudad cabecera del departamento Colón. El villarruelismo pone su piedra fundamental en la provincia de Córdoba.
Lo hicieron a través de un vecino de la ciudad que gobierna el hombre amarillo, también amigo en común que tienen con la presidenta del Senado. En ese marco, obtuvieron el compromiso de una próxima incursión, “con más tiempo”, para enfocar ya una agenda de gestión concreta. Esa misma persona que los acercó a Villarruel oficiaría de nexo, esperan, para llegar también próximamente a Javier Milei.
Pero nadie es ingenuo. Ambos intendentes saben a la perfección que hoy no existe ninguna posibilidad de obtener ayuda económica inmediata o para obras de parte del poder nacional, centrado en un ajuste extremo para reducir el déficit fiscal y condensado en la frase-lema del libertario: “No hay plata”.
Sin embargo, valoran la posibilidad de quedar en las gateras o en primera línea de relaciones territoriales, para cuando se abra el grifo nacional hacia municipios, si es que finalmente eso ocurre.
“Nos abrieron las puertas y nos atienden. La relación es muy buena”, señaló Cornet, admitiendo ese escenario actual y de expectativas hacia adelante. Y no descarta que ese contacto pueda ser llave de ingreso de otros intendentes a la Nación.
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No hay que olvidar que la ola libertaria de La Libertad Avanza (LLA) arrasó electoralmente en Córdoba, traccionada exclusivamente por la figura mediática de Milei, casi sin presencia física y mínimo armado territorial.
En ese marco, los municipios del ecosistema Juntos por el Cambio (JxC) aparecen como terreno fértil para que los libertarios intenten hacer pie con una posible construcción de lazos que al menos hoy no existen.
De Bullrich a Milei
Por el peso relativo que tienen sus dos municipios en el departamento Colón, Cornet y Zárate son las caras más visibles de lo que este medio denominó G6, un grupo de intendentes de JxC que en ese territorio pegado a la ciudad de Córdoba integran también Ezequiel Lemos (Río Ceballos), Fernando Rambaldi (La Calera), Adela Arning (Mendiolaza) y Miguel Pittaro (La Granja).
Se abroquelaron en Sierras Chicas, parados en la fortaleza electoral que allí tiene JxC, lo que les da la posibilidad de mostrarse como un mojón diferenciado frente al gobernador Martín Llaryora, y su Hacemos Unidos por Córdoba, que en la mutación hacia el cordobesismo cada vez extiende más su influencia hacia intendentes de todos los colores políticos.
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El G6 del departamento Colón, polo de poder del intendentismo para gestionar en la región.
En el caso de Cornet, su gestión aparece como continuidad de los dos períodos que ya tuvo el PRO, a través del ya fallecido Eduardo Gato Romero, cuyo segundo mandato fue completado por María Teresa Riu-Cazaux de Vélez.
Villa Allende es de pura cepa PRO, y desde esa identidad, Cornet jugó fuerte en las elecciones presidenciales por Patricia Bullrich. Pero una vez que esta quedó fuera del ballotage, volcó su preferencia hacia la dupla Milei-Villarruel.
“No me daba la mismo votar por Massa o por Milei”, repite, y hay transita sus primeros meses de gestión expectante por la suerte del Gobierno nacional, al que apoya con ganas.
Mientras tanto, a nivel regional es una de las cartas del G6, y está activando un fuerte protagonismo en la reconstrucción del CoMuPro, el foro de intendentes que años atrás forjó el macrismo, y que fue la vía de contacto institucional con el Gobierno a través de la Mesa Provincia-Municipios.
Un lugar en el tablero
Villa Allende tiene una relación un tanto culposa con CoMuPro, porque si bien lo integró, nunca asumió el rol preponderante que se esperaba, sobre todo a partir del conocido vínculo que el exintendente Romero tenía con el expresidente Mauricio Macri.
En el caso del jesusmariense Zárate, abrir puertas con otras jurisdicciones es una necesidad imperiosa. No sólo por el impacto de la crisis económica, que limita la capacidad de gestión de propia los municipios, sino también por posicionamiento político.
Zárate es radical y llegó a la Intendencia de la mano de su mentor Luis Picat, con quien hoy toman caminos algo divergentes.
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Picat fue cabeza de la lista de diputados nacionales por Córdoba de Bullrich. Pero hoy la ministra de Seguridad es una de las principales espadas del Gobierno de Milei y Picat, desde su banca radical y como expresidente de la Sociedad Rural de Jesús María, resiste parte de la ley ómnibus que debate Diputados, en particular el capítulo referido a las retenciones a las agroexportaciones y que Toto Caputo decidió retirar.
Zárate se mantiene al margen de esas disputas y necesita golpear todas las puertas para pedir ayuda. Lo hizo con Villarruel, también con la vicegobernadora Miryan Prunotto y mediante su activa participación en el G6.
En época de vacas flacas, para gestionar los intendentes asumen que la realidad les impone la búsqueda de posibles amigos y socios, no de enemigos.