Lo anunció Cristina Fernández de Kirchner a mediados de mayo, cuando todavía el peronismo no había anunciado el nombre de su precandidato. Las elecciones 2023 reconfiguraron el mapa político argentino, terminaron con el bipartidismo y consagraron la división en tercios, con la irrupción de un nuevo actor: la derecha libertaria que encabeza Javier Milei, el más votado de las primarias. La vicepresidenta sostuvo entonces que, como otros países de la región, Argentina también definiría a su nuevo presidente en un ballotage.
Por la noche de su derrota más amarga, Sergio Massa se hizo cargo de aquella lectura de la vicepresidenta y llamó a construir una “nueva mayoría” que le permita al peronismo llegar al ballotage y polarizar con Milei, la estrella que irrumpió en la política para representar el descontento de la sociedad con la dirigencia tradicional.
Massa recibió un cachetazo inesperado: no consiguió los objetivos de ser el candidato más votado ni llevó a Unión por la Patria (UP) al segundo lugar. La coalición tampoco alcanzó el piso de 30 puntos soñado. En una derrota histórica, el peronismo quedó en un tercer lugar y perforó un piso nunca antes conocido. El ministro de Economía consiguió poco más del 27% de los votos y quedó por debajo de Juntos por el cambio (JxC), que se desangró en la pelea entre Patricia Bullrich y Horacio Rodríguez Larreta. Massa quedó por debajo de los 22 puntos.
El massismo vio venir el ascenso fulgurante de Milei los días previos a la elección, pero no alcanzó a medir su magnitud. El sábado, en el comando de campaña de UP, el libertario había tocado los 25 puntos. Puertas adentro, Massa había advertido que aquel anuncio mediático de que La Libertad Avanza se había desinflado en las últimas semanas no tenía ningún asidero. La información que le acercaban los dirigentes territoriales hablaba de una tendencia consolidada que no bajaba y, por el contrario, que se aceleró la última semana, después de una sucesión de episodios de inseguridad que alimentaron el discurso de mano dura y antipolítica. Uno de sus colaboradores advirtió, incluso, que podía llegar a ser el postulante más votado.
Pero la apertura de las urnas, este domingo, sorprendió a todos. En el búnker de UP ubicado en el barrio de Chacarita las noticias de que Milei orillaba los 30 puntos llegaron apenas comenzó el escrutinio. La reacción fue inmediata. Con caras largas, todos los voceros designados para hablar ante la prensa bajaron el mismo mensaje: hablaron de la unidad consolidada y de la necesidad de “ampliar la mayoría” en octubre.
La llegada de los números de la provincia de Buenos Aires trajo un poco de alivio: el gobernador Axel Kicillof superaba a la suma de Néstor Grindetti y Diego Santilli. En el kirchnerismo aseguran que “ganará cómodo” la elección de octubre. Massa recortó la diferencia en territorio bonaerense. Los números dejaron al descubierto que los bastiones peronistas del interior habían caído. El candidato de UP apenas ganó en Catamarca, Santiago del Estero, Chaco, Formosa y la provincia de Buenos Aires. En Córdoba, Santa Fe y Mendoza, los números de la derrota fueron estrepitosos.
La búsqueda de culpables
En el oficialismo no tardaron en señalar la inacción de varios gobernadores propios. “Estuvieron demasiado quietos, ya jugaron la propia”, dijo un vocero que puso el ojo en las provincias. Esperan que el mapa se revierta en las elecciones generales, cuando a los mandatarios les pese la posibilidad de convivir con Milei o Bullrich en la Casa Rosada.
La participación electoral no ayudó. El consultor Antoni Gutiérrez Rubi, a cargo de la campaña, había advertido que el peronismo saldría perjudicado si menos del 70% de la ciudadanía concurría a las urnas. El número fue inferior. Quedó en 69,62% de los votos. El voto en blanco quedó en menos del 5%. Milei fue la opción que capitalizó la bronca y el desencanto de la sociedad.
Golpeado, Massa trazó desde el escenario el objetivo para octubre. Convocó a construir “una nueva mayoría”, a “abrazar a radicales y a sectores del campo popular, a todos aquellos que representan una idea de país mucho más amplia”. El candidato pidió “que el próximo gobierno sea de unidad nacional” y empezó a marcar el rumbo hacia el ballotage. Su rival en la interna, Juan Grabois, fue el primero en subirse al escenario. Como había prometido, el dirigente llamó a votar a la lista de Massa en octubre, aunque nunca pronunció su nombre y dedicó los primeros minutos de su discurso a agitar sus propias reivindicaciones.
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Kicillof intentó contagiarle ánimo. “En estos meses, Sergio, hiciste un trabajo encomiable negociando duramente con el FMI que trajo de vuelta Mauricio Macri. Vamos a militar con alegría y convicción la boleta completa de UP pata octubre. Ni Patricia Bullrich ni Javier Milei están en condiciones de solucionar ni uno solo de los problemas que tenemos”, dijo el gobernador, que le dio palmadas de aliento a un Massa que no escondía su preocupación.
El consuelo
Aunque las urnas pusieron al peronismo contra las cuerdas, en el búnker de UP se leyó con alivio el resultado de JxC. Creen que Bullrich no logrará retener en octubre todos los votos de Rodríguez Larreta y que incluso podría perder algún voto duro, si su electorado percibe que Milei es más competitivo. El llamado al radicalismo desde arriba del escenario apuntó en ese sentido. La durísima derrota del jefe de Gobierno porteño también fue motivo de comentario. Massa hará todo por ir a buscar el voto de Rodríguez Larreta, un moderado como él.
“Vamos a ir al ballotage con Milei”, decían en el búnker de UP después de la una de la madrugada, cuando la plana mayor de UP todavía digería los números y analizaba la derrota. En la cuenta entraron la interna a cielo abierto entre Cristina y Alberto Fernández, la inflación indomable y el hartazgo de la sociedad frente a la polarización.
El partido será largo. “Este es el final del primer tiempo. Nos quedan el segundo tiempo, el alargue y los penales. Vamos a estar peleando hasta el último minuto”, dijo Massa. Cerca de las dos de la mañana, el candidato presidencial, Eduardo de Pedro y Máximo Kirchner seguían en el búnker de Chacarita.
Como habían vaticinado Cristina y el propio equipo de campaña, es posible que la elección se defina en noviembre, en una segunda vuelta. A partir del lunes, la campaña cambiará de tono. Massa saldrá a buscar la nueva mayoría. También tendrá que dedicarse a contener la reacción de los mercados, ante un escenario inesperado.