“Militar hasta que duelan los huesos”. La frase acuñada por Martín Llaryora se convirtió en bandera para que el peronismo de la ciudad de Córdoba terminara dándole forma a una victoria que se ubicará entre las más importantes de su historia en la ciudad. Igual a la que él mismo protagonizó en 2019, cuando edificó el triunfo que, cuatro años más tarde, lo terminaría convirtiendo en gobernador.
Daniel Passerini será el nuevo intendente de la capital mediterránea luego de imponerse por casi ocho puntos sobre Rodrigo de Loredo, en la elección que terminó con un resultado mucho más amplio de lo que auguraban las otra vez erráticas encuestas y bocas de urna que circulaban por la ciudad. En una contienda hiperpolarizada, el médico que actualmente ejerce la viceintendencia obtuvo casi el 48% de los votos y se convirtió en el intendente que sucederá a Llaryora al frente del Palacio 6 de Julio durante los próximos cuatro años.
“Córdoba eligió seguir para adelante”, afirmó Passerini sobre un escenario en el que también estuvieron Llaryora; el gobernador Juan Schiaretti; la senadora Alejandra Vigo; los diputados nacionales del cordobesismo; el jefe de campaña, Héctor “Pichi” Campana; el viceintendente electo, Javier Pretto; la vicegobernadora electa, Myrian Prunotto; y el legislador electo por el departamento Capital, Paulo Cassinerio.
“Fallaron todas las encuestas y todos los números, pero lo que no fallaron fueron los cordobeses. Eso es lo importante, porque hoy es el triunfo de miles de vecinos. Vinimos a inaugurar una nueva manera de hacer política, creando el partido cordobés y esta nueva expresión política tumbó todas las encuestas y todos los pronósticos”, bramó Llaryora sobre el escenario.
El trasfondo de esa algarabía es un clima previo en el que todos los escenarios presagiaban un resultado adverso. Sin embargo, el peronismo de Córdoba sacó a relucir el peso de un dispositivo territorial construido a lo largo de dos décadas y fortalecido durante los últimos cuatro años, que terminó resultando clave para una remontada que dejó en off side a toda la plana mayor de Juntos por el Cambio, que había llegado a la ciudad para celebrar el triunfo de De Loredo.
La remontada final
El clima de tensión que marcó las primeras horas de la tarde en el búnker ubicado en el hotel Quórum de la capital provincial fue cambiando a medida que llegaban los datos de las mesas testigo y terminó con un estallido definitivo cuando De Loredo reconoció la victoria del candidato oficialista. Allí, todo el funcionariado provincial y representantes nacionales del schiarettismo que habían empezado a llegar al espacio ubicado en la zona norte de ciudad descargaron una algarabía que se habían tenido que guardar el pasado 25 de junio, cuando el retraso de la Junta Electoral provincial impidió al cordobesismo celebrar como hubiese querido el triunfo de Llaryora.
El intendente que será el próximo gobernador de la provincia se desquitó con un mensaje eufórico, con aires de lanzamiento nacional, que utilizó para ponerse definitivamente el traje de mandatario provincial y celebrar con la tropa que había arengado apenas unos días atrás.
Todos los sectores del partido cordobés, como ahora le dicen a la fuerza que encabeza el PJ mediterráneo, coinciden en que la reunión del sábado en la cancha de Instituto resultó determinante para dar vuelta una elección que, apenas unos días atrás, preocupaba hasta a quienes eran más optimistas. La arenga que encabezaron Llaryora y Passerini incluyó movimientos de peronismo explícito que repercutieron de modo directo en el estado de ánimo de una estructura militante que parecía empezar a flaquear.
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Lo que siguió a eso es resaltado por el mundillo político mediterráneo como la clave de la elección. No sólo que los esfuerzos colectivos se multiplicaron a través de las estrategias alternativas de campaña que incluyeron un "spameo" inédito en la que funcionarios, empleados públicos y personalidades de la vida pública provincial no sólo salieron a militar “hasta que duelan los huesos”, sino que empezaron a construir un relato alrededor de la figura de Passerini como quizás nunca antes había sucedido en la campaña.
Se viralizaron imágenes jamás publicadas y se contaron historias que se mantenían en la memoria de la militancia. Passerini emergió como un líder indiscutido y ese empuje corrió a Llaryora, la carta ganadora con la que siempre jugó el cordobesismo capitalino, a un plano secundario. Todo sucedió en menos de 48 horas. El resultado final puso de manifiesto el éxito de ese movimiento final con triunfos que, porcentualmente, ensancharon la ventaja que Llaryora había obtenido sobre Luis Juez en la contienda provincial.
“Las elecciones se ganan hablando con la gente, no paseándose por los medios de la Capital Federal”, chicaneó el sanfrancisqueño en medio de un discurso en el que le agradeció a la militancia por el trabajo "de estos últimos diez días", habló de “los pituquitos de Recoleta” y “el grito de Córdoba”, y terminó con Schiaretti bailando en el escenario.
Ahora sí, la transición
La victoria de Passerini termina de acomodar un mapa provincial en el que el nuevo partido cordobés tantas veces anunciado por Llaryora comenzará a construir su camino desde el poder provincial y el gobierno de la ciudad más grande del país. La nueva generación que el sanfrancisqueño alumbró en la accidentada noche del 25 de junio empieza con una inyección anímica que deja atrás los sorbos amargos que había dejado aquella contienda que terminó con un resultado mucho más ajustado que el esperado.
Aunque no se notará automáticamente de modo lineal, las fotos del domingo empiezan a descubrir la emergencia de nuevos liderazgos que, como hace mucho tiempo que no sucede, empiezan a construirse desde la gestión de la capital provincial. Una camada dirigencial que empezará a ocupar los roles protagónicos que históricamente concentraron los dirigentes más cercanos a José Manuel de la Sota y Schiaretti.
En lo inmediato, Llaryora y Passerini empezarán a darle forma a sus equipos de gobierno intentando coordinar movimientos para que el fin de la era schiarettista en Córdoba se presente con la menor conflictividad posible. Por lo bajo, hay quienes ya empiezan hablar de retirada, pero en tiempos de festejos, será parte de otra discusión. Que no está tan lejos.