Esta vez no hubo grito triunfalista. Apenas sí un conteo corto y efectivo. "Un, do!", enumeró, sin la letra S, Martín Llaryora y empujó su voto hacia adentro de la urna. Fue en el Colegio Santa Teresa de Jesús, el mismo donde votó el pasado 25 de junio, cuando se consagró como el próximo gobernador de Córdoba. "Al triunfo", había dicho entonces, antes de votar.
Llaryora fue una de las casi 70 personas que votaron en la mesa 24 del centro de votación ubicado sobre la peatonal cordobesa, a una cuadra y media de la Catedral y del Cabildo Histórico. En esa mesa había 345 personas habilitadas para votar, lo que marca el clima de una elección en la que la participación aparece como el dato clave, al que le temen de uno y otro lado de la grieta capitalina. Esa que el oficialismo dice que no existe y que la oposición exacerba.
"Tuve que esperar siete días para que la Justicia confirme lo que ya sabía todo el mundo", se quejó el intendente que espera que la carga de datos del domingo se presente de un modo más ágil que lo que sucedió cuatro domingos atrás, cuando se fue a dormir sin el resultado que lo consagró ganador. El mensaje del intendente se da en el marco de una creciente tensión con la Justicia Electoral municipal que recibió cuestionamientos tanto del oficialismo como de la oposición.
El último round lo protagonizó el propio jefe de campaña de Hacemos Unidos por Córdoba, Hector "Pichi" Campana, quien a través de las redes sociales repudió la solicitada con la que la Junta Electoral salió a "aclarar" que las personas que no asistan a votar no serán multadas. Tanto Campana como Llaryora aseguran que eso desincentiva la participación y que, si vota menos gente, el oficialismo es el sector más perjudicado.
En un nuevo llamado a la participación, aseguró que su actividad del día se continuará como las agitadas jornadas que marcaron su agenda en las últimas semanas: trabajando para lograr que Daniel Passerini se convierta en su sucesor. "Ya agarré el teléfono y hablé con todo el mundo", confesó y anticipó una serie de recorridas por la ciudad.
En ese esfuerzo, espera encontrar al grueso de la militancia y la dirigencia de la ciudad que gobierna desde el 2019 y que, junto con el aparato schiarettista, busca desequilibrar un escenario que se presenta demasiado parejo.
“Hemos hecho un esfuerzo enorme para transformar la ciudad y la queremos seguir mejorando con Daniel desde la intendencia, y conmigo desde la gobernación. No le voy a dar una mano, le voy a dar las dos y todo lo que tenga a mi alcance para hacerlo. Por eso le pido a la gente vaya a votar”, aseguró el intendente antes de partir, rodeado por un grupo de asesores.
Si el tiempo se lo permite, intentará conseguir un plato de tallarines a la boloñesa como los que su madre le cocinaba en cada domingo electoral, cuando ganaba las elecciones en San Francisco, la cuidad que gobernó entre 2007 y 2015.
Llaryora tiene la certeza de que este domingo no descansará. Como lo repite cada vez que se le pregunta, su cábala consistirá en irse a dormir con el cuerpo doliente por haber dejado todo en la cancha. Sabe que el partido se presenta un poco más complicado que el que le permitió abrazar el triunfo en la elección provincial.