En estas horas de creciente tensión social y política, con agitación y violencia que de organizada por grupos interesados en desestabilizar puede mutar de un minuto para el otro en una revuelta genuina, el peronismo exhibe un desconcierto y un descalabro que configuran una paradoja de alto riesgo: acusado históricamente por el republicanismo antiperonista de autoritario en el ejercicio del poder, se hunde en un vacío que potencia la crisis que supo concebir o, al menos, profundizar atado a la pesada herencia macrista. Caracterizado por liderazgos firmes de fuerte tono personalista, zozobra en la desconducción total. Por enésima vez: ¿dónde están Alberto Fernández y Cristina Fernández de Kirchner?
El 14 de agosto, el día que siguió al revés electoral que sufrió el Gobierno en las PASO, este portal advirtió que se cernía sobre el país una inquietante sensación de acefalía: presidente rengo de las dos piernas; vicepresidenta ausente; la botonera del Estado en manos de un funcionario sin votos -Sergio Massa- que se arroga autonomía para tomar decisiones -incluso la de seguir en su cargo "hasta el 10 de diciembre"- pero aclara que él no es presidente sino apenas candidato a ese cargo; un escenario electoral de tercios que impide la emergencia de la más mínima certeza acerca del rumbo que podría tomar la Argentina el 11 de diciembre...
El clima de ebullición que se instaló en las últimas horas -armado o genuino, eso se verá con el correr de las horas, si acaso esa diferencia hace alguna diferencia- no alcanzó para sacar de sus escondites a las dos autoridades más importantes, por su legitimidad sostenida en el voto popular. El poder real, ausente.
¿La coalición gobernante evaluó que conviene guardar los ases de espadas y de bastos porque su exposición solo tributaría a consagrar y darle volumen a una situación artificial, creada por esos intereses desestabilizadores que denunció la vocera presidencial, Gabriela Cerruti?
Si así fuese, el déficit en el ejercicio del poder daría paso a la alarma por otro problema serio que el Gobierno exhibe a cielo abierto, como ha hecho desde que decidió, tras la derrota electoral de las primarias de 2021, sacar a ventilar sus trapitos sucios: nadie parece conducir a los funcionarios designados -esos que no han sido votados por nadie para ocupar sus cargos- que se han erigido como voceros.
Cerruti y Aníbal Fernández se pisan y se contradicen -que fue Milei, que a mí no me consta...- y revelan, así, la ausencia de un plan diseñado y conducido por una autoridad superior, con el agravante de que la portavoz presidencial y el ministro de Seguridad pertenecen, se supone, al grupo interno que se mantiene leal al Presidente.
Sorprende, también, el brillo por ausencia de otros dos funcionarios designados que ostentan las más altas responsabilidades. El jefe de Gabinete, Agustín Rossi, es el presunto coordinador del gabinete; el ministro del Interior/degelado de CFK, Wado de Pedro, tiene a su cargo la relación de la Casa Rosada con las provincias. Al menos hasta el cierre de esta nota, se desconocían sus paraderos.
Muy, muy lejos
Mientras tanto, a miles de kilómetros de distancia de las llamas que redujeron a ruinas el supermercado prendido fuego en José C. Paz, el ministro/candidato/no presidente duerme los detalles de las medidas destinadas a amortiguar el golpe de la devaluación que convalidó a la salida de los cuartos oscuros.
Después de los tres días de recogimiento que se tomó para asimilar el batacazo ultraderechista, Massa prometió sumas fijas y otros conejos criados en su galera del Señor de los Alivios. Mientras se escribían estas líneas, Letra P preguntaba en Washington si los hechos de las últimas horas precipitarán esos anuncios.
Como reveló Gabriela Pepe esta semana, el ministro candidato espera que los intendentes que gobiernan las zonas más calientes del mapa de la crisis "rompan el chanchito". Concretamente, que saquen sus ahorros del colchón de los plazos fijos y pongan plata en el bolsillo de, al menos, sus plantas de personal, las peor pagas del aparato estatal.
Como escribió José Maldonado mientras ardía el súper de José C. Paz, en una reunión que mantuvieron con el gobernador Axel Kicillof -otro funcionario clave que ejerce su función por imperio del voto popular pero en las últimas horas no se ha puesto al frente de un operativo de prevención de males mayores-, los intendentes pidieron lo contrario: que la ponga Massa.
De nuevo: conducción cero. De nuevo: ¿dónde está el presidente Alberto Fernández? "Hace dos meses que no lo vemos", reveló esta semana el secretario adjunto de SMATA, Mario Manrique. ¿Dónde está CFK, última exponente de una galería de ilustres liderazgos que condujeron con mano firme a aquel peronismo que el republicanismo antiperonista acusaba de autoritario? "La vicepresidenta no habla, el Presidente no habla, la mayoría de los gobernadores no habla. Como militante y peronista me llama la atención el silencio de muchos funcionarios que hoy tendrían que estar al frente de la campaña", dijo este martes el jefe camionero Pablo Moyano.
La historia reciente de la Argentina sabe demasiado de tragedias precipitadas en vacíos de poder, un escenario que no machea con el ADN peronista. Esta nueva coyuntura es otra que no admite deserciones.