ELECCIONES 2023

Juan Schiaretti, como Sergio Massa en 2019 pero con Horacio Rodríguez Larreta

El cordobés puede ser un plus para un armado antigrieta con el porteño, por fuera de la polarización XL. Dos batallas: Bullrich y Milei. El rol de la UCR.

Los acercamientos entre Juan Schiaretti y Horacio Rodríguez Larreta coparon, finalmente, la rosca nacional opositora. El cordobés y el porteño ingresaron en una etapa de guiños cruzados. Empiezan a jugar con una sintonía que ya venían insinuando en declaraciones, conceptos y señales que tienen su eje vertebrado en el discurso antigrieta y busca correrse de la crispada discusión entre extremos que domina la escena preelectoral.

Esta semana, el gobernador de Córdoba lanzó su propuesta de un "frente de frentes" en el que puedan confluir los sectores más moderados de cada una de las grandes coaliciones políticas del país y sirva para crear una alternativa que también le dispute el monopolio de la indignación al referente libertario, Javier Milei. El gran dilema que por estas horas se plantean los operadores de cada uno de esos espacios -inteligentemente, Schiaretti buscó interpelarlos filtrando su intercambio con los referentes de la Unión Industrial Argentina- es la forma en que ese proyecto podría canalizarse en una opción concreta.

¿Para las PASO de agosto? ¿Para las generales de octubre? ¿Para la segunda vuelta de noviembre? Estas son las dudas que se plantean en los corrillos políticos, aunque comienza a perfilarse alguna que otra certeza: con los números de las encuestas en la mano y con la posibilidad de proyección que le da el centralismo que beneficia al distrito que comanda, Larreta asoma con buenas chances de ser candidato a presidente. ¿Cómo contener al resto de las figuras presidenciables? La otra incógnita.

Con su “no es tan descabellado”, el diputado Carlos Gutiérrez le quitó el velo a las incógnitas en torno al futuro de Schiaretti. En rigor, tanto el riocuartense, que es uno de los principales operadores del cordobés a nivel nacional, como el resto de los hombres y las mujeres que forman parte del círculo íntimo del cordobesista siempre se ocuparon de dejar en claro que al gobernador no lo motoriza el deseo de alcanzar el máximo cargo político al que puede aspirar la dirigencia en la Argentina. Por el contrario, presentan al mandatario mediterráneo como un “armador” y ponen especial énfasis en su compromiso para la construcción de un espacio “que finalmente saque a la Argentina de la grieta”.

Todas esos temas fue conversando el cordobés en sus diálogos con el Círculo Rojo y con algunos dirigentes, la mayoría de ellos radicales, con los que se reunió y se tomó fotos durante los últimos dos años. Algunos lo visitaron en el mismísimo Centro Cívico cordobés y forman parte del grupo de referentes boinablancas más cercanos a Larreta: Gerardo Morales, Martín Lousteau, Emiliano Yacobitti y Facundo Manes. Este último mucho más cercano al cordobés que al porteño.

El tercer hombre

En mayo de 2019, Cristina Fernández de Kirchner definió que el candidato a presidente del panperonismo nacional iba a ser Alberto Fernández. La jugada logró encolumnar a un justicialismo disperso que no terminaba de confiar del todo en la actual vice, pero encontraba algún tipo de certezas en una figura con una reputación construida en base al diálogo y la búsqueda de consensos como la de Fernández. Con el Gobierno de Mauricio Macri en caída libre, el armado resultaba atractivo, pero en los tinglados de la entonces oposición sabían que la batalla final iba a requerir un esfuerzo superior y una mayor amplitud.

Sergio Massa, que por aquellos días intentaba protagonizar un armado centrista que mediara entre el macrismo y el kirchnerismo junto al propio Schiaretti, Juan Manuel Urtubey y Miguel Ángel Pichetto, iba a convertirse en ese tercer jugador necesario para una construcción diagonal. El objetivo era nuclear la representación con la transversalidad necesaria para dar forma a una oferta superadora al mapa hiperpolarizado. "Tomemos un café y terminemos con esto", le dijo un día Fernández a Massa en medio de un móvil por televisión. El resto de la historia es conocida.

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Aunque a Schiaretti no le caerá simpática la comparación por su propia relación con el tigrense y por lo que la figura del actual ministro de Economía representa para el inconsciente colectivo que experimentó esta semana la oficialización del índice inflacionario más alto de los últimos 30 años, su creciente armado ofrece al larretismo exactamente lo mismo: una fuerza con la posibilidad de sumar referencias territoriales y dirigenciales capaces de terminar de conformar una alternativa que le dé una vuelta de página al presente político nacional.

Habrá que ver si el formato del eventual acuerdo termina generando una alianza entre las palomas amarillas y el peronismo de centro que pudiera contemplar a los sectores de la UCR que sostienen las precandidaturas de Gerardo Morales y Facundo Manes y, si no mediaran enojos de última hora, a la Coalición Cívica. En qué momento del devenir electoral ese acuerdo podría ser presentado en sociedad es parte de otro debate.

El pliego de condiciones

Schiaretti siempre habló sobre la necesidad de formar un espacio “por fuera” de las estructuras de JxC y el FdT. Si no cambia de opinión, el armado debería estar anticipado por una ruptura de la principal alianza opositora o, al menos, de un cambio de nombre que, fiel al estilo del cordobés, sirviera para representar una nueva etapa. Sea cual fuere la opción, esa chance debería, de mínima, contener a los radicales y, para eso, Morales y Manes tendrían que declinar sus ambiciones presidenciales. Dispersar las opciones en un armado amplio dejaría la interna servida a Patricia Bullrich.

Esa situación, por un mero cálculo histórico y razones de peso territorial llevaría al cordobés a una posición estratégica que lo dejaría fuera de la fórmula, que terminarían integrando el porteño amarillo y un radical. El papel de Schiaretti se descubriría luego, en una eventual estructura de gobierno. Ya hay quienes hablan de la Jefatura de Gabinete, poniendo el eje en su capacidad de gestión, o del Ministerio de Interior, poniendo énfasis en la rosca del cordobés que se reinventó y se convirtió en una figura clave para el escenario nacional.

Para Schiaretti, el acuerdo debería darse antes de las elecciones primarias. El cordobés quiere un acuerdo electoral que contemple un programa de gobierno, algo que le faltó al FdT y también a Cambiemos entre 2015 y 2019.

La otra opción, que dejaría el mapa tal cual se presenta en la actualidad, contempla un escenario en el que Schiaretti esperaría los resultados de las PASO o las generales para asumir su apoyo a la candidatura del porteño. Su rol, en ese terreno, adoptaría un objetivo distinto: conformar una cuarta vía que sirviera para captar el voto de indignados y sumar apoyos que, basados en el desencanto con la gestión y con la clase política en general, les arañara votos a Milei y al peronismo. A su vez, esta maniobra terminaría despejando el camino para que Larreta se concentrara en ganarle la interna a Bullrich y convertirse, formalmente, en el principal candidato opositor a presidencia.

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