De inmediato, el mandatario se despachó con su teoría de la “inflación psicológica”, algo que podría referirse a la inercia y la dinámica propia de regímenes de alta inflación como el actual, pero que en los hechos suena a burla. Alguien de su entorno, gente que sabe un montón de comunicación, debería advertirle que ya la corte con eso.
Ese presidente es el mismo que el 15 de marzo de 2022 había anunciado que “el viernes (N. del R.: 18/3) empieza la guerra contra la inflación en la Argentina”. El índice de febrero del año pasado, que se acababa de anunciar, arrojaba 4,7%, el acumulado del año, 8,8% y el interanual, 52,3… La impotencia abruma.
Historia de un malentendido
La crisis de identidad del panperonismo en torno a la inflación merece una genealogía.
Más allá de las cuestiones de contexto señaladas, es imposible contener la inflación cuando se sufre semejante crisis de identidad. Respecto del tema, ¿Cristina Fernández de Kirchner piensa como Sergio Massa? Y Fernández, además de ser un tipo de pésima suerte, ¿qué representa?
En medio de la confrontación de modelos en la precampaña, C5N refrescó el jueves un recordado video de Néstor Kirchner, quien en 2001 se enfrentó en TV con una de las versiones históricas de Patricia Bullrich por la defensa de la entonces aliancista del recorte del 13% de los haberes de los jubilados y jubiladas.
Nestor Kirchner x TVR: 1950 - Eternidad más insoportablemente vivo que de costumbre - 31-10 -15
"Es débil con los poderosos y fuerte con los débiles. Estoy de acuerdo con el déficit cero, con las cuentas ordenadas, con que no se puede gastar lo que no se tiene, pero colocar como variable de ajuste del gasto del Estado a los jubilados argentinos me parece un acto de una injusticia soberana y de falta de creatividad y de decisión", le replicó, metiendo un golazo que anticipó lo que más tarde encarnaría.
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En el viaje del kirchnerismo al cristinismo, elementos doctrinarios clave como el equilibrio fiscal quedaron en el camino, algo que explica en buena medida los entuertos de hoy. Es oportuno esquematizar ese derrotero, justo cuando la facción izquierda del Frente de Todos se dispone, al mismo tiempo, a celebrar la asunción de NK del 25 de mayo de 2003 y a realizar un cabildo abierto para que CFK vaya de nuevo por la presidencia. ¿Las dos cosas significan lo mismo?
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Un tema eterno de discusión en la historia y la ciencia política es si el presente está inscripto o no en el pasado, si lo que ocurre es un producto necesario o contingente del modo en que se plantearon las cosas en su inicio. El asunto es profundo y controvertido, pero cabe consignar que el Néstor Kirchner que gobernó con superávits gemelos –fiscal y comercial– fue parte, en los años finales de su vida, de ese viraje poco virtuoso. Fue él quien abortó la idea de Roberto Lavagna de crear un fondo anticíclico para cuando los recursos y las divisas ya no abundaran, quien eyectó al “Pálido” y quien ordenó o miró para otro lado cuando comenzó la vergonzante manipulación del INDEC.
Lo que contrasta es la narrativa que el kirchnerismo realmente existente de 2003-2007 le ofreció a la sociedadcon la que el cristinismo hoy busca dar cuenta de la realidad.
En la “clase magistral” que brindó el 10 de marzo en la Universidad de Río Negro, CFK se refirió largamente al problema inflacionario, uno que vinculó con la falta de reservas en una economía bimonetaria y que desenganchó del desequilibrio fiscal.
Mientras mostraba un gráfico, dijo: “De todos los países que hay ahí, solamente cinco no tienen déficit fiscal (…). Todos los demás tienen déficit fiscal. ¿Pero cómo? (…). Ya veo que Clarín mañana titula ‘Cristina quiere que haya déficit fiscal’. No, no, no quiero que haya déficit fiscal. Lo virtuoso es no gastar más de lo que ingresa, pero, evidentemente, en épocas de crisis este es un instrumento que se necesita para evitar la recesión, porque además, si no, podemos llegar a tener el infierno más temido que es recesión con inflación y estamos al horno”. Al revés, el Néstor de 2001 entendía que, si la plata se había acabado, había que ajustar, aunque exigía hacerlo con criterios de equidad.
“¡Cómo nos mienten los medios de comunicación cuando te dan clases de economía y te hablan 20 horas del déficit fiscal y no te hablan de los activos formados en el exterior para evadir impuestos y sustraer el trabajo de los argentinos!”, completó Cristina su argumento.
A Cristina no le gusta reconocer que, al apoyar en los hechos las medidas de Massa, lo que está secundando es un plan de ajuste. A Cristina no le gusta reconocer que, al apoyar en los hechos las medidas de Massa, lo que está secundando es un plan de ajuste.
Claramente, hay una diferencia de matiz no desdeñable entre el Néstor que opinaba en 2001 y gobernó “con caja” entre 2003 y 2007 y la Cristina que diserta en 2023 y gestionó con déficit crónico en su segundo mandato. Claro que la expansión del gasto es una medida anticíclica defendida por el keynesianismo, pero el problema es que la exmandataria ha sido pluscuamkeynesiana, expandiendo el gasto tanto en momentos de recesión como de crecimiento.
Lo que la vicepresidenta no (se) explica es que los países deficitarios del largo listado que suele exhibir tienen acceso al mercado voluntario de deuda para financiar sus desequilibrios, mientras que la Argentina no tiene nada. Así, nuestro rojo fiscal se cubre con pura impresión de billetes, algo que hasta la academia heterodoxa reconoce como, al menos, uno de los factores que explican la inflación.
CFK advierte que cada gobierno más que duplica la inflación que recibió, pero, con su visión de las cosas, no llega al punto de reconocer que el 25% –digamos– de 2015 era en sí mismo un problema enorme e imposible de resolver con controles de precios, bravatas de Guillermo Moreno, Precios Cuidados o Precios Justos. Estos pueden ser paliativos para las familias en problemas, pero en ningún caso una política antiinflacionaria. Dado el punto al que llegaron las cosas, el drama ya no puede ser combatido con análisis políticos y denuncias sobre oligopolios, sino que debería ser atacado con munición gruesa y transideológica. Con política económica.
A Cristina no le gusta reconocer que, al apoyar en los hechos las medidas de Massa, lo que está secundando es un plan de ajuste, acotado por la falta de músculo de un gobierno menguante, pero un ajuste al fin. Eso hace que no se pueda dar por descontado que termine por respaldar una candidatura presidencial del ministro de Economía, idea que debería venderle a una base propia a la que ella misma ha convencido de que las ideas que este representa son antes veneno que remedios para curar el gran drama nacional.
El problema del peronismo no es de candidaturas o de PASO con consenso o competencia. Es una crisis extrema de identidad y programa.
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Mientras, entre una economía en ruinas y semejante desconcierto sobre el camino que lleva a la salida del laberinto, la próxima elección parece un muro ante el que el auto Justicialista modelo 53 se dirige sin frenos.