El peronismo se marca solo con su cristinodependencia, pero el Gobierno celebra la victoria, en Estados Unidos, de un convicto por 34 delitos.
Javier MIlei, con Cristina Fernández de Kirchner, durante su asunción.
Javier Milei se frota las manos ante la inminencia de la ratificación en segunda instancia de la condena contra CFK en la causa "Vialidad". Lo hace con la resaca de los festejos a los que se entregó por la victoria de Donald Trump, habilitado para volver a la Casa Blanca a pesar de haber sido condenado por 34 delitos.
Como explicó Marcelo Falak este lunes, la decisión de la Cámara de Casación Penal de confirmar el fallo de primera instancia que condenó a Cristina Fernández de Kirchner a seis años de prisión e inhabilitación perpetua para ejercer cargos públicos por direccionamiento irregular de contratos de obra pública, que se conocería este miércoles, pondría a la expresidenta a tiro de proscripción si el Congreso, a instancias del oficialismo y sus aliados de la transparencia, avanzara en el tratamiento y lograra la sanción del proyecto de "ficha limpia", que sacaría a La Jefa de la cancha electoral y hasta de la conducción del PJ.
Atrapado en un dilema que se hace eterno, el peronismo se marca solo.
La facción cristinodependiente no logra generar un liderazgo alternativo para promover una renovación acorde al desafío de reconquistar a una sociedad a la que defraudó y obtura el ascenso de una dirigencia que sea capaz de tocar una nueva canción. Axel Kicillof, sin ir nada lejos, ya demostró sobrada potencia electoral y, al resistir la presión cristinista para que respaldara la renovación del título de conductora de su mentora, dio señales de estar listo para romper el corset del kirchnerismo en busca de una construcción más amplia. La principal responsable de este bloqueo es, por supuesto, la propia Cristina.
La facción cristinofóbica, en tanto, encarnada en campeones del zigzag como Miguel Ángel Pichetto, Florencio Randazzo y Emilio Monzó, también empasta la reconstrucción de un peronismo robusto, distraída siempre en ensayos de apertura hacia el centro multicolor -cuando no en republicanismos funcionales a los oficialismos antiperonistas de turno- que acaso sería una gran noticia una vez consolidada una plataforma peronista sólida. Mejor el carro detrás de los caballos.
El peronismo se marca solo y reelige a CFK, a punto de ser una condenada en segunda instancia por corrupción, como frontwoman para batallar contra un presidente que hace del contraste con la casta y sus vicios su principal fortaleza. Milei tiene, efectivamente, la ficha limpia.
Con todo, el problema, diría la tía Esther, son las yuntas.
El Presidente es el secretario general de la delegación cono sur del Club de Fans de Donald Trump. Viajó en febrero a Estados Unidos para fundirse en un abrazo con el entonces candidato republicano a la Casa Blanca y expresó en mil ocasiones su admiración por el magnate del real state, a quien apuesta para que le abra una puerta a la renegociación de la deuda que el país mantiene, por obra y gracia de su aliado incómodo Mauricio Macri, con el Fondo Monetario Internacional (FMI).
El miércoles pasado, bien temprano, Milei felicitó al presidente electo de Estados Unidos. "@realDonaldTrump felicitaciones por tu formidable victoria electoral. Ahora, Make America Great Again. Sabes que puedes contar con Argentina para llevar adelante tu tarea. Éxitos y bendiciones. Atentamente, Javier Milei", escribió en su cuenta de Twitter.
El 30 de mayo pasado, un jurado de Manhattan declaró a Trump culpable de 34 cargos de falsificación de registros comerciales. El fallo marcó un hito sin precedentes en la historia de Estados Unidos: convirtió al republicano en el primer expresidente de la potencia norteña en ser condenado por un delito grave.
La sentencia le dio a Trump, además, la categoría de primer candidato presidencial de un partido importante condenado por un delito en medio de una campaña para la Casa Blanca y desde el 20 de enero será el primer convicto en ejercicio de la primera magistratura.
El peronismo se marca solo, pero Milei podría pisar en falso y demostrar que no siempre, a su juicio, los encontronazos de las personas con la ley son un problema para que asuman las más altas responsabilidades públicas.
Una de muertos que se ríen de degollados en la Argentina libertaria.