El faltazo masivo de la oposición, que dejó a Javier MIlei hablando virtualmente solo ante una Asamblea Legislativa semivacía, marcó el escenario de la ceremonia de apertura de sesiones ordinarias del Congreso y dejó una pregunta que acepta respuestas contrapuestas: al final de la noche muy agitada del domingo, ¿quién ganó?
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Unión por la Patria tuvo inasistencia perfecta, la UCR casi, a excepción de los jefes de bloque y de Facundo Manes, que asistió en soledad pero con la mochila llena de piedras, decidido a dar el paso hacia sus 15 minutos de gloria.
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Facundo Manes, héroe opositor por ausencia del peronismo. Javier Milei junta tropa enemiga.
De los 24 gobernadores, apenas seis presentes, con Axel Kicillof, el villano favorito designado por Milei, como el más brillante en su ausencia.
Javier Milei, ¿villano o héroe?
No hace falta ir muy lejos para encontrar las dos bibliotecas: están expresadas en la cobertura de Letra P.
Mauricio Cantando, el periodista de este portal acreditado en el Congreso, señaló en su crónica de la Asamblea que "la apertura de sesiones de este año tuvo un acto deslucido para Milei", aunque "habló ante un recinto semivacío por la ausencia de casi toda la oposición, fue vitoreado por su tropa legislativa y la militancia, la mayoría de gobernadores no quiso estar y tampoco fue Ariel Lijo, a la espera de poder asumir como juez de la Corte". Al mismo tiempo, indicó que ese escenario le permitió al jefe de Estado montar "un acto libertario" transmitido en cadena nacional.
En su columna de los domingos, que escribió al calor de las brasas todavía ardientes de la presentación con escándalo de Milei en el Congreso, Gabriela Pepe apuntó que el mandatario "tuvo la cancha casi liberada" porque "la mayoría de la oposición decidió pegar el faltazo y optó por dejar el hemiciclo semivacío". "Fue una victoria para el oficialismo, que colmó palcos, el recinto y las gradas con dirigentes propios y militancia" y pudo "impostar fortaleza en medio de una crisis de magnitudes todavía desconocidas", agregó.
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Javier Milei, como un rolling stone entre sus fans.
¿Entonces?
Quien escribe estas líneas se preguntó recientemente, en el cierre de un repaso de la semana surrealista que siguió al tuitazo presidencial que disparó lo que hasta Mauricio Claver-Carone identifica como una defraudación masiva, cuánto faltaría para que la política dejara de actuar como si la Argentina de Milei fuese un país normal, con el juicio de valor que cada quien quiera hacer sobre esa anormalidad.
En ese razonamiento, es lícito considerar que la oposición dio este sábado el golpe en la mesa que venía demorando; un gesto inexorablemente vehemente que marca el fin de su paciencia frente a un presidente prepotente, lanzado a una deriva autoritaria que desafía las normas de la convivencia democrática; que la insulta y la amenaza con golpes institucionales, como hizo esta semana agitando la intervención federal de la provincia de Buenos Aires.
Javier Milei, ¿aislado o a sus anchas?
El problema surge, justamente, del hecho de que la Argentina de Milei no es un país normal. Como suele advertir Sebastián Iñurrieta en las reuniones de planificación de este portal, es un error analizar este tiempo con la lógica tradicional de la era AM (Antes de Milei).
En la inteligencia libertaria -en la narrativa anticasta, que no nació de un repollo sino de un caldo de cultivo espesado por la frustración colectiva frente a los fracasos de la dirigencia profesional-, Milei no se degrada ni pierde legitimidad en el hemiciclo semivacío; no es, allí, un sociópata incapaz de construir acuerdos para gobernar en el consenso, vaca sagrada de las democracias liberales occidentales, primer mandamiento del pacto del '83. Todo lo contrario: Milei se legitima en la soledad, frente al desplante de la casta que acusa de chorra, prebendaria y responsable de todas las penurias de "los argentinos de bien".
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Javier Milei, ¿aislado o a sus anchas en el Congreso vacío?
Conviene preguntarse, entonces, qué hubiese preferido de esa oposición que optó por la ausencia la minoría enorme de la población que le reclama que no la deje tirada (¿el 44% de 2023?), apenas representada por Facundo Manes, un dirigente de peso menor, que así da el paso al frente blandiendo la Constitución en una pose teatral de alto impacto mediático como ha preferido, otras veces, replegarse en sus pruritos de outsider permanente y casto.
¿Le alcanza con Axel Kicillof fustigando al Presidente desde un tuit escrito en la placidez clasicista francesa de su residencia oficial de La Plata o hubiese preferido verlo de cuerpo presente, mirando a los ojos al "estafador y desertor que desprecia la Constitución, la democracia y al país que gobierna" y flanqueando a Manes en el face to face con Santiago Caputo en vez de enviarle solidaridades por Twitter?
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¿Está conforme con Cristina Fernández de Kirchner pecheando a Che Milei también por las redes sociales, en posteos redactados desde su living con vista a la cordillera calafatense, o hubiese preferido que la presidenta del PJ ejerciera su liderazgo y sentara en sus bancas a su hijo Máximo y a sus pibes para la liberación para que repudiaran en tiempo real las prepotencias del Presidente y refutaran sus éxitos morenizados?
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La oposición, frente al desafío de una unidad que puede doler
Como analiza Marcelo Falak en su columna de los domingos, también escrita al pie del escenario del Javopalooza parlamentario, Milei "estableció los enemigos a confrontar". "¿Una "alianza" heterogénea y extraña en sus eventuales componentes, pero acaso inevitable?", se pregunta.
Con su amenaza de golpe institucional a la provincia de Buenos Aires, el Presidente ya hizo un milagro esta semana: cerró la grieta que resquebraja al peronismo, que se encolumnó sin fisuras para respaldar al goberndor acechado. Con un arrebato disparado por el pavor que le generó la repercusión de la criptoestafa en The New York Times, el medio gráfico más influyente del mundo, Milei emparchó lo que el propio peronismo había roto en la cuneta de sus miserias.
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Axel Kicillof, en La Plata, con respaldo pleno del peronismo.
Hizo más: la minoría de la UCR que no viró al violeta, encarnada en el presidente partidario Martín Lousteau, se arrimó a ese fogón y este sábado le echó más leña con la patriada solitaria del dipuneurólogo.
Hizo todavía más: le asestó un guantazo en el rostro a Héctor Magnetto, que, en un hecho inédito, lanzó un manifiesto institucional para refutar la acusación presidencial de haberse salvado con la nuestra en 2002, vía la pesificación asimétrica de Eduardo Duhalde. ¿Clarín y el pankirchnerismo, un solo corazón? Claro que no, pero el Presidente apila enemigos.
En Brasil, Luiz Inácio Lula Da Silva volvió de las cenizas de la proscripción judicial con la convicción de que sólo una alianza democrática sin fronteras sería capaz de frenar la amenaza autoritaria de Jair Bolsonaro. Tragó sapos, ganó y siguió tragando sapos incluso ya instalado en el Palacio del Planalto.
La oposición argentina enfrenta el desafío Lula de la unidad ampliada. Frente a un presidente que avisó que jugará de local en las redes o incluso de visitante en la calle si la historia se lo demandara, las "fuerzas del campo nacional y popular" deberán decidir si seguirán jugando de visitante en Twitter o de local, como mandaban sus tradiciones, poniendo el cuerpo en los escenarios menos confortables de la vida real.