Eduardo Accastello se encamina a ser oficializado como el candidato de la unidad en Villa María y cerrar un acuerdo con el intendente, Martín Gill, para garantizar la continuidad del peronismo en una de las localidades más importantes del interior de la provincia de Córdoba.
En una vorágine de reuniones, que ya empezaron el fin de semana y que se multiplican a horas del cierre de listas, desde el accastellismo completan el parte: aseguran que ya está acordado el ingreso del secretario de Comercio de Córdoba, Juan Pablo Inglese, a la lista para el Concejo por el oficialismo.
Desde la capital, siguen con atención la evolución de las tratativas que ya arroja humo blanco. “Que se sienten en una mesa y se pongan de acuerdo”, esa es la postura del gobernador electo, en su ya evidente lugar de próximo líder del peronismo cordobés. Martín Llaryora sabe que la unidad es casi la única garantía del PJ para retener el gobierno en la ciudad que, según el último censo, ya tiene más de 100 mil habitantes.
Por esa razón, tanto Juan Schiaretti como Llaryora siguen de cerca un proceso en el que no quieren meterse demasiado para no entorpecer las negociaciones. Sabe que están en juego viejas rencillas que se deben resolver con plazo fatal el 1 de septiembre, momento para la inscripción de listas que se medirán un mes más tarde en las urnas.
“Nosotros no nos podemos imponer, que solucionen lo que tienen que solucionar y ganen las elecciones, para eso están los dirigentes”, dicen desde Córdoba. En ese acuerdo, según las últimas informaciones que pudo recoger Letra P, lo único que no se negocia es la candidatura de Accastello.
Vieja danza
Con ese debate saldado, se sientan en la mesa de discusión y analizan las maneras de acercar posiciones con el gillismo, con quien el espacio tuvo su último choque cuando los concejales que responden al ministro provincial le negaron al intendente la extensión de la licencia en el cargo. Producto de esta decisión, Gill tuvo que renunciar a su cargo de secretario de Obras Públicas de la Nación, espacio desde donde se convirtió en una de las referencias territoriales más fuertes del otrora Frente de Todos en la provincia.
Con el legislador Darío Capitani protagonizando desde hace meses una campaña que logró aglutinar al espectro más amplio de Juntos por el Cambio en Villa María, los peronistas sabe que no pueden darse el lujo de ofrecer ventajas a una oposición que desde el año 1999 intenta volver a ocupar la oficina principal del edificio ubicado sobre la calle Antonio Sobral.
De todos modos, el voto opositor también tendrá la posibilidad de optar por Braulio Zanotti, un radical que ya fue intendente de Villa Nueva y que consiguió el apoyo de una parte del juecismo que expone las diferencias entre el senador que perdió la gobernación en junio con Capitani y que busca ubicar en una banca del Concejo Deliberante a Guillermo Lorenzatti.
Hasta el viernes habrá tiempo para afinar el lápiz y terminar de repartir los espacios que formarán parte de la nómina de candidatos y candidatas de cara a la elección que tendrá lugar el 1 de octubre. Esa pareciera ser la rosca principal, aunque también hay una serie de puntos que desde el gillismo quieren discutir y que están más relacionados con los aspectos programáticos que regirán en una eventual continuidad de la gestión peronista en el sudeste provincial.
En el medio, las miradas y las conversaciones también se concentran en el resto de los nombres que se habían puesto en carrera por la candidatura peronista, entre ellos el del secretario de Comunicaciones en Gobierno de Córdoba, Marcos Bovo, uno de los hombres más cercanos a Schiaretti que hasta el miércoles por la tarde no había declinado su candidatura.
Accastello asumió por primera vez como intendente de Villa María en 1999, subido al envión de Unión por Córdoba y la caída en desgracia del radicalismo provincial. En 2003 se convirtió en el primer ministro de Gobierno de la historia de Córdoba y luego llegó a la Cámara de Diputados mediante una lista que unificó todas las expresiones del peronismo provincial de aquel entonces. Volvió a la intendencia en 2007 y se mantuvo allí hasta el 2015, cuando intentó nuclear al pankirchnerismo detrás de un armado que tuvo a Cacho Buenaventura como candidato a vice, pero que apenas alcanzó el 17% de los votos. Durante el macrismo empezó a rearmar su relación con el schiarettismo y en 2019 fue designado como parte del gabinete provincial en un área clave que le permitió volver a proyectarse, el Ministerio de Industria.
En ese sentido, su trayectoria no dista demasiado con la de Gill, siempre proclive a intentar reconstruir las relaciones que fueron quedando en el camino por las peleas entre la Nación y la Provincia. Más allá de los coletazos locales, propios de la disputas de poder territorial; los posicionamientos actuales respecto al gobierno nacional fueron la razón que pusieron a ambos en veredas opuestas, aunque ambas identificadas con el peronismo, que los acercó en la elección provincial, donde ambos se encolumnaron detrás de la candidatura de Llaryora.
Sin que Gill tenga oportunidad de una nueva reelección, Accastello amagó con impulsar a algún candidato en la línea de sucesión hasta que se dio cuenta que el contexto le ofrecía una oportunidad.
En su cuenta de X, ex Twitter, ya no se presenta como ministro. “Tengo dos hijos, una nieta y una historia de amor con Villa María. Candidato a Intendente 2023 - Experiencia y Nuevas ideas. Villa María sueña de nuevo”, dice debajo de su nombre. La confirmación de ese nuevo rol que se le aparece en el horizonte, parece estar al caer.
Aunque no todo está dicho, como se sabe, hasta que se apunta el último nombre de la nómina.