EL NUEVO GOBIERNO

Es la gobernabilidad, Javier Milei: sin Macri no se puede, con Macri sale muy cara

El exmandatario quiere meterse en el bolsillo toda la política nacional. El presidente electo se hamaca en medio de los tironeos. Frentes abiertos.

El hombre parece decidido a todo, para lo cual –sorprendente respecto de sus modos conocidos– no duda en amenazar con la inanición política al presidente electo, en pelearse sin retorno con Patricia Bullrich, en enfrentarse a los gobernadores de Juntos por el Cambio y ya no en pelearse con Juan Román Riquelme, sino con una masa societaria que pensaba decidir este domingo el futuro del club que ama.

Bullrich se trabó en una negociación infinita con Milei y hasta con Sandra Pettovello, en la que se revolearon ofrecimientos que, según distintas fuentes, fueron del Ministerio de Seguridad –todo indica que este será su destino– a la Secretaría de Trabajo, con contraofertas de ella que incluyeron la posibilidad de sumar Defensa y el Servicio Penitenciario. El halcón está voraz y dice llevar legisladores en su cartera.

Sin fuerza propia más que el 55,6% de los votos del 19N –que es mucho, pero que no lo es todo–, el futuro jefe de Estado se imaginó como un político sagaz y decidió puentear la presión de Macrien pos de un acuerdo global de cogobierno –que incluía condiciones más draconianas que las confesadas, empezando por el emplazamiento de Cristian Ritondo en la línea sucesoria– y cooptar cuadros del PRO de a uno. Si lo de Luis Toto Caputo fue una apuesta de más larga data y que vino por cuerda separada, lo de Bullrich se trató exactamente de eso.

Al exmandatario no le gustó que Bullrich se mandara por las suyas, tal vez convencido de que, por alguna razón secreta, es capaz de extraer de ella todas las concesiones del mundo. La cuestión es que la –todavía– titular del PRO se plantó y, a través de Viviana Canosa, le dijo al país: "yo no me someto a MM".

Al fin y al cabo, fue ella y no él quien obtuvo 6,26 millones de votos en octubre. "Yo no tengo jefe", explica en diálogos no destinados a salir en tele.

Así, la Dama de Hierro ya blanqueó vía X su decisión de hacerse mileísta, incendiando a sus espaldas el rancho del PRO. En la elección interna prevista para febrero próximo ya no le va a interesar liderar nada allí; su proyecto será el paleolibertario.

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Imposibilitado de ser el interlocutor exclusivo de Milei, Macri lo amenazó con abandonar toda negociación, lo que privaría a la próxima administración de los alrededor de 40 votos prometidos en la Cámara de Diputados y de un apoyo aún no cuantificado en el Senado. Que la gobernabilidad te la asegure Magoya.

El juego que tentó a Milei se ha probado un dolor de cabeza: si negocia todo a través de Macri, se ve obligado a entregar el cielo, y si lo hace a sus espaldas, puede terminar pagando todavía más.

Las reglas del mercado político todavía le resultan esquivas.

En interés propio

Los diez gobernadores de Juntos por el Cambio actúan como un conjunto y descubren que, de cara a la motosierra que viene, tienen más intereses en común con sus homólogos peronistas que con quien se arroga una conducción que pocos en el espacio le convalidan.

Así, insisten en su oferta de brindarle a Milei gobernabilidad –votos en el Congreso– a cambio de una flexibilización de las promesas de llevar a cero todo aporte discrecional del Tesoro y toda obra pública. Tampoco ellos garantizan ese paquete de voluntades legislativas, pero en todo caso no quieren que Macri las negocie en su nombre. Detrás de Milei y de Bullrich, allí le nace al ingeniero un tercer foco de conflicto.

El conjunto es desolador: incluso sin entrar en el berenjenal del peronismo posderrota, la política argentina luce toda rota y la gobernabilidad de un país que se encamina a una era de conflictos sociales es una incógnita mayúscula.

Y por si fuera poco, Boquita

Conciente de que Riquelme es un hueso duro de roer para pesos livianos como, en su momento, Christian Gribaudo, y hoy Andrés Ibarra, Macri decidió jugar su propio nombre en Boca Juniors como candidato a vicepresidente. El objetivo del segundo tiempo que pretende jugar en todas las canchas incluye la recuperación del bastión conquistado en 1995 y perdido en 2019.

Mauricio Macri Boca
Mauricio Macri, candidato a vicepresidente en Boca

Mauricio Macri, candidato a vicepresidente en Boca

Con las encuestas en contra y decidido a no perder, lo que primero pensó conquistar con los votos, ahora lo busca en los tribunales. Así, se consiguió una cautelar floja de papeles para impugnar el padrón, tensó en la conciliación de ayer y logró dejar todo el proceso en el aire. ¿Qué quiere? Ganar a toda costa. ¿Para qué? Para recuperar una gran vidriera –la que lo proyectó hacia todo lo que conquistó luego–, una gran caja política y una fuente de negocios de alta visibilidad como la construcción de un superestadio para 105.000 personas.

Las claves de este cuarto conflicto abierto por Macri en simultáneo se analizan en esta nota, y se consigna la sospecha del riquelmismo de que Macri podría tratar de hacerse con el club a través de una intervención de la Inspección General de Justicia tras el cambio de gobierno.

Para eso, el exmandatario debería arreglar otros temas con Milei, un entusiasta, como él, de la privatización del fútbol. Ambas cosas parecen difíciles. Por un lado, un asalto de la IGJ al club más popular de la Argentina sería un enorme escándalo jurídico y político, toda vez que la entidad cuenta con una comisión directiva plenamente funcional y ajustada a derecho. Por el otro, la introducción del modelo de las sociedades anónimas deportivas –plan que no le consta al autor de estas líneas, pero que es un proyecto macrista de vieja data– le abriría un quinto conflicto, en este caso con la AFA de Claudio "Chiqui" Tapia y cientos de clubes de todas las categorías.

Dado lo mal que cayó la judicialización de la elección xeneize entre la masa societaria deseosa de que el club pueda revalidar sus autoridades y así refundar su fútbol, reforzar el plantel y contratar un nuevo entrenador, acaso Ibarra y Macri se estén arriesgando a pagar un costo elevado.

Por ahora, esta historia no tiene final a la vista.

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