El Frente de Todos tuvo una muerte, pero más de un nacimiento. Se asomó cuando Alberto Fernández le recomendó a Cristina Fernández de Kirchner que escribiera Sinceramente, el bestseller fruto del reencuentro de la expresidenta y su exjefe de Gabinete. Otro natalicio, público, ocurrió cuando, en un estudio de C5N, el actual mandatario le dijo a Sergio Massa, que estaba en Chubut celebrando la victoria de Mariano Arcioni: "Cuando vuelvas a Buenos Aires, tomemos un café y terminemos esto". El líder del Frente Renovador sabía, desde hacía varios meses, que terminaría confluyendo en el FdT: desde el verano de 2019, el consultor Antoni Gutiérrez-Rubí le machacaba con que era la mejor salida electoral, después de la mala performance de las legislativas 2017. El experimento duró menos de cuatro años y su caída en desgracia lo trasciende, ya que pone en jaque un proceso político que este año cumple dos décadas.
Fue Máximo Kirchner el primero en reconciliarse con Massa, a quien conoció en la Quinta de Olivos cuando el tigrense -como titular de la ANSES- iba a ver a Néstor Kirchner. Hasta se quedaba para los partidos de fútbol, oficiando de arquero. Al arco también supo ir Fernández en sus primeros meses en la residencia presidencial, antes de que se declarara la pandemia de covid-19. Desde esa cancha, que Mauricio Macri hizo arreglar durante su estadía en Olivos, se cimentó el poderío territorial del primer frente, que no era de Todos sino De la Victoria. Con ese armado, Kirchner le arrebató el cetro del peronismo bonaerense a Eduardo Duhalde a partir del recordado debate de "alta peluquería", como definió Aníbal Fernández a la interna CFK-Chiche Duhalde en 2005.
Fue Massa, nacido en San Martin, el que desafió al patagónico para ser candidato en Tigre, donde reinaba el vecinalismo. La historia es conocida: ganó, se tomó licencia, asumió como jefe de Gabinete cuando Fernández renunció, fue candidato testimonial a diputado, se fue después de la derrota de Kirchner, se fue del FpV, siguió el consejo de CFK de armar su propio partido y ganar las elecciones (en 2013), fue aspirante presidencial en 2015 y quedó tercero, se acercó al macrismo en 2016, se peleó y volvió a amigarse con el kirchnerismo para armar el Frente de Todos para jubilar a Macri.
¿Qué falló?
La probeta del FdT mostró partículas extrañas desde el principio, con la dueña de los votos fuera de la Casa Rosada, un presidente contratado por un video de Youtube que ofició de gerente general sin ganas de influir en el directorio y un esquema intrincado de firmas cruzadas para poblar el organigrama oficial de los ministerios.
En la Semana de Mayo, reflexiones y decisiones.
Años después se haría público el primer entredicho entre ambos Fernández, que ocurrió después de las PASO de 2019, cuando todo era alegría: ella le recriminó a él que le diera una mano a Macri al hablar del valor del dólar, lo que frenó una creciente corrida. Todo eso pasó mucho antes de los "funcionarios que no funcionan" y del "te pido que uses la lapicera", entre otros reproches para el recuerdo.
A pesar de los desplantes públicos, ninguno de los dos firmó el divorcio. Lo más cerca que estuvieron de hacerlo fue con la ola de renuncias que no fueron, encabezadas por Wado de Pedro en 2021, después de la derrota de las primarias de ese año. Como en La guerra de los Roses, dividieron la vivienda y cada uno se quedó en su sector.
¿Mañana es mejor?
La historia que viene es más incierta. Cristina Kirchner pidió que otro (u otra) tomara el bastón de mariscal al avisar, por tercera vez, que no sería candidata "a nada" en 2023, como había prometido al ser condenada. Nunca lo reclamó Máximo Kirchner, que dejó su rol de líder espiritual de La Cámpora cuando cumplió años suficientes para dejar de ser el jefe de una agrupación juvenil y pasar a presidir el ortodoxo PJ Bonaerense.
Axel Kicillof parece ser el heredero natural de la vicepresidenta, pero pide componer nuevas canciones para musicalizar lo que viene. La provincia promete ser el refugio especial para liderar la resistencia a Javier Milei. El Frente Renovador es un partido armado a imagen y semejanza de Massa, con todo lo que ello implica. Sobrevivió a los éxodos de quienes huyeron en las malas, pero con su líder, que no obtuvo revancha, es difícil presagiar su integridad futura. El tigrense ya fue el opositor designado de Cambiemos y sería extraño que repitiera el papel durante un mandato de La Libertad Avanza, a la que si algo no le falta serán opositores. Fue un 2023 para el olvido del PJ: varios popes del peronismo perdieron en sus provincias.
Después del 10 de diciembre, Alberto Fernández intentará reivindicar su gestión haciendo eje en los problemas inéditos que sufrió su administración -pandemia, guerra, sequía...-. Tal vez, como publicó Letra P, el Presidente se mude a España, el destino que pretendía obtener en 2019: como ha contado varias veces, antes de que CFK lo incluyera en la boleta, su mayor aspiración era ser embajador en Madrid. La entonces senadora ensayó el experimento de secundarlo en la boleta y el aspirante a diplomático terminó siendo el titular de un partido (ParTE) con escaso volumen dentro de una coalición que contó con 17 sellos.
Desde el minuto cero, Fernández prometió que no fundaría el albertismo y cumplió. A pesar de que a su alrededor lo instaban a romper con el kirchnerismo, fue el kirchnerismo el que terminó rompiendo con él cuando firmó el acuerdo con el FMI. A partir de ahí vino la lenta descomposición de un oficialismo que fue testigo de un intento de magnicidio a su jefa política, que se mantuvo en un segundo plano por cuatro años, y un presidente que, sin reelección, quedó reducido a una figura protocolar. El último 17 de octubre, nadie se preguntó dónde estaba el titular del PJ Nacional. La respuesta: en Olivos.
No sólo en el peronismo ambacentrista hay un liderazgo vacante. La liga de los gobernadores, que se pasó una década tratando de jubilar al kirchnerismo, quedó este año reducida a la mitad. Quienes imaginaban ser protagonistas de un "peronismo moderno", como el sanjuanino Sergio Uñac, quedaron en el camino. No hay nombres propios de peso a excepción del incombustible Gildo Insfrán, que siempre prefirió moverse por el justicialismo lejos de donde pegaran los focos de luz. La vieja guardia pretoriana no existe más.
Las miradas de los posibles emergentes del nuevo PJ se posarán sobre Kicillof, que durante cuatro años también, como Fernández, evitó construir su propio ismo, en una administración que fue intervenida por el kirchnerismo.