Cristina Fernández de Kirchner tiene dos desafíos titánicos por delante conectados entre sí: explicarle a la militancia kirchnerista, que todavía clama por su candidatura, que el acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI) que busca desesperadamente cerrar Sergio Massa en condiciones desventajosas, es ahora necesario para la Argentina y por qué eso podría, además, convertir al ministro de Economía en la mejor opción electoral para el Frente de Todos (FdT).
La vicepresidenta preparó el terreno el jueves, en su presentación en el Teatro Argentino de La Plata, del cual la dirigencia salió convencida de que CFK le puso punto final a la discusión sobre su candidatura presidencial y le dio un respaldo a la gestión de Massa, con elogios a su decisión de utilizar reservas para frenar la corrida cambiaria y de poner en marcha “un muy buen acuerdo” con China para utilizar yuanes en el comercio bilateral.
La activación del swap con el gigante asiático no requería de ningún acto público, ya que el acuerdo estaba vigente. La conferencia que armó Massa al embajador chino Zou Xiaoli para anunciar el reemplazo 1070 millones de dólares por yuanes en el comercio bilateral se transformó en una de las cartas que el ministro puso sobre la mesa en su negociación con el Fondo, donde Estados Unidos es protagonista principal. La presencia de China en la región es la mayor preocupación de la administración de Joseph Biden.
Argentina está acorralada, pero Massa buscó visibilizar que China vino en su ayuda con el mecanismo que Cristina suscribió cuando era presidenta, en 2011. La vicepresidenta valora especialmente la audacia del ministro a la hora de tomar esas decisiones, discutidas en la intimidad de sus conversaciones, en una relación que se solidificó, paradójicamente, al ritmo de la crisis.
El ministro está en su momento de mayor despliegue de herramientas para conseguir su objetivo de convertirse en presidenciable. Hacia adentro, tiene una agenda saturada de reuniones con todo el sistema político y económico. Esta semana, consiguió una foto con un sector de la CGT y los movimientos sociales que se leyó como un apoyo a su eventual candidatura. También armó un acto con gobernadores – del que finalmente participó también el presidente Alberto Fernández- y puso en marcha la convocatoria a empresarios para forzar un nuevo acuerdo de precios y salarios. Trabaja a contrarreloj para tratar de que la inflación no se desboque aún más, mientras intenta contener el estrés cambiario.
El reto mayor está en el frente externo. Si Massa tiene una posibilidad de erigirse como candidato con chances electorales reales, eso depende exclusivamente del cierre de un nuevo acuerdo con el FMI. En eso trabaja su equipo, que finalmente demoró su partida a Washington. El secretario de Política Económica, Gabriel Rubinstein y el jefe de asesores, Leonardo Madcur, suspendieron el viaje previsto para el jueves pasado y volarán la semana próxima. Una versión indica que la demora se debió a una complicación en las conversaciones. En Economía sostienen que Massa les pidió que se quedaran porque los necesita para resolver otro tema importante, el martes. No revelan de qué se trataría.
Massa pretende que el Fondo adelante desembolsos por 12.600 millones de dólares para controlar la crisis cambiaria y la escasez de divisas que provocó sequía. La pregunta se cae de maduro: ¿por qué el FMI sería tan flexible con un gobierno que ya está de salida? En el oficialismo se ensayan diferentes respuestas. Una, que para el Fondo sería una catástrofe que Argentina, un país de ingresos medios y su principal deudor, entrara en default. Otra, que eso desestabilizaría la situación política local, generaría demasiado zozobra en la región y podría arrastrar la reacción de otros deudores asfixiados. Y, también, que en el organismo hay plena conciencia de que su fama de inflexible se rompió el día que, por presión de la administración de Donald Trump, decidió concederle el préstamo más grande de la historia a la Argentina para hacerle un favor político a Mauricio Macri. El board debería convencerse de que la ayuda a la Argentina sería, en realidad, en defensa propia.
En la Casa Rosada arriesgan otra teoría, que indica que la administración Biden preferiría un triunfo de un moderado del FdT en las próximas elecciones antes que el regreso del macrismo, ligado directamente a Trump. Del viaje de Fernández a Washington, el oficialismo volvió con la idea de que la Casa Blanca le tema a un triunfo de Javier Milei o de Patricia Bullrich, y no cree que Horacio Rodríguez Larreta sea capaz de imponerse en la interna de Juntos por el Cambio.
https://twitter.com/alferdez/status/1652028428260896768
En ese escenario, Massa aparecería como el interlocutor más potable para un Biden que ya se lanzó a la reelección. El líder del Frente Renovador está ahora ante la oportunidad de mostrar cómo operan las relaciones que construyó a lo largo de dos décadas en los Estados Unidos. El ministro busca erigirse a sí mismo como garante de estabilidad; y tiene como principales aliados a Juan González, asesor especial para América Latina; Jake Sullivan, asesor de Seguridad Nacional; y la subsecretaria de Estado, Wendy Sherman.
La Casa Blanca mostró especial interés en ayudar a la Argentina en la reunión bilateral que Biden mantuvo con Fernández a fines de marzo, en la que también estuvo Massa. Durante el encuentro, el presidente estadounidense instruyó en ese sentido a la secretaria del Tesoro, Janet Yellen, que hasta ahora había sido más dura en las negociaciones.
Massa leyó que la voluntad de la Casa Blanca de establecer relaciones más sólidas con Argentina y la decisión de recibir a Fernández se relacionan directamente con la preocupación por la incidencia de China en la región y por el acercamiento hacia el gigante asiático de Luiz Inácio “Lula” Da Silva. Estados Unidos verá a Massa jugar al multilateralismo y prestarle atención a la relación comercial con China pero cuenta con que nunca tendrá una “agenda antinorteamericana”.
La jugada es a todo o nada y permitiría llegar con vida a fin de año. El próximo gobierno tendrá que volver a negociar. Para esa etapa, Cristina ya marcó algunas pautas. Cree que es necesario revisar las condicionalidades del acuerdo. Como mínimo, la exmandataria quiere que el organismo entienda de una vez por todas que Argentina tiene características diferentes a las de otros países por su economía bimonetaria. Busca carta blanca para la intervención en las corridas cambiarias y que las metas estén atadas a una variable de crecimiento.
El plan M(assa)
En paralelo, la vicepresidenta trabaja para “terminar de venderle a Massa” a su propio espacio, ya sea como candidato o en su rol de negociador con el Fondo. El sector más duro le desconfía: son quienes todavía no se resignan al renunciamiento de la vicepresidenta, o los que anuncian que presentarán una propuesta propia en las PASO, como Juan Grabois. El dirigente social ya bajó varios cambios en su cruzada contra el ministro. El viernes, en Radio Con Vos, lo describió como “un tipo que labura”, aunque “con una orientación equivocada”, pero que podría darle “otra oportunidad”.
Massa mantiene una distancia prudente. El jueves evitó estar en el país a la hora del acto de Cristina, ya que su viaje a Montevideo tampoco era imprescindible. Mandó una delegación a La Plata y puso a la diputada Mónica Litza a trabajar en la Escuela Justicialista Néstor Kirchner, codo a codo con La Cámpora. Por ahora, Fernández quedó afuera del acuerdo.
El despliegue doméstico de Massa provocó esta semana escenas de incomodidad. Si algo quedó demostrado fue la dificultad del FdT para adaptarse a la nueva realidad política: la de un primer mandatario que renunció a la posibilidad de pelear por la reelección, un ministro de Economía que acapara toda la agenda para ser candidato.
Los términos de convivencia y los nuevos papeles no están resueltos. El Presidente tuvo un rol desdibujado. “¿Y por qué pensás que demoró tanto en anunciar que se bajaba? Porque iba a pasar esto”, decía el jueves en La Plata un hombre de la vieja guardia kirchnerista. En su discurso en el Teatro Argentino, Cristina ignoró su decisión de dar un paso al costado en la pelea por la reelección. Saboreó, en cambio, la presencia de dirigentes albertistas, como la ministra de Desarrollo Social, Victoria Tolosa Paz.
Un rol para Alberto
El viernes, Fernández compartió con Massa un acto con gobernadores en el CCK. El armado de la actividad estuvo a cargo de Economía. El Presidente se sumó a último momento. A la tarde, un amigo en común que comparte con Cristina, el diputado Eduardo Valdés, habló en C5N sobre el rol del mandatario. "Necesitamos un Presidente de la Nación, activo, fortalecido. No me parece que haya que debilitarlo", dijo.
Destrabada la discusión electoral, la Casa Rosada pretende que el Presidente pueda sostener sus actividades, actos e inauguraciones. Dedicarse a “poner en valor” la gestión. Sus colaboradores también lo alientan a que haga valer su rol como presidente del Partido Justicialista para discutir el armado electoral. Entienden que debe encontrar una agenda que el FdT pueda capitalizar en las elecciones.
El martes, Fernández viajará a Brasil para reunirse con Lula, con quien abordará cuestiones comerciales y buscará activar el acuerdo para que el país vecino financie las importaciones argentinas y eso también evite la salida de dólares. Es parte de los convenios que se firmaron en enero, durante la visita del brasileño a Argentina. En medio de la crisis cambiaria, el embajador Daniel Scioli - que mantiene su precandidatura presidencial- trabajó con el gabinete de Lula para acelerar el proceso. El brasileño quiere ayudar al FdT y a su amigo Fernández.
Como todo en el FdT, la discusión por las candidaturas y el reparto de tareas en los nuevos roles entra en el callejón sin salida del diálogo cortado entre Fernández y Cristina. Los dirigentes cercanos al Presidente le insisten en que reanude urgente la comunicación con la vice para avanzar en la definición de estrategias comunes. ¿Cristina todavía está dispuesta a hablar? Por ahora, juega solo en tándem con Massa. En el menú de temas que tratan está, por ejemplo, la decisión de cambiarle el nombre al Frente de Todos para las próximas elecciones. La marca está desgastada y ya se barajan alternativas.