Al encarar el camino rumbo a la segunda vuelta, Javier Milei mostraba atributos que lo hacían singular. Uno de ellos era su oposición férrea a lo que el líder libertario conceptualizaba como “la casta política”. Una narrativa que logró imponer en aquellos primeros meses de campaña, cuando la melena del León brillaba con mas fuerza.
Sin embargo, mientras discurría el trecho que unió las elecciones de agosto y octubre, Milei comenzó a tropezar. Su acercamiento a Luis Barrionuevo, el popular líder de los gastronómicos, una referencia del sindicalismo argentino, pero sobre todo una figura bastante representativa de todo el sistema político que Milei decía rechazar, fue el primer arrojo de un paquete de definiciones equivocadas.
Esa decisión, incluso muy criticada y expuesta por Patricia Bullrich en aquel recordado debate, comenzó a sumergirlo en severas incongruencias con respecto a su encuadre original. Así, la dinámica de su campaña rápidamente empezó a sucumbir ante todo ese proceso de deterioro de su imagen. Ya se sabe, lo que la política no puede solucionar, difícilmente pueda ser resuelto por la comunicación.
Desde ese entonces, comenzó a producirse, paulatinamente, una sideral desconexión entre Milei y su potencial electorado, que se reflejó el 22 de octubre en las urnas donde el León, lejos de mostrar sus garras, se estancó casi en el mismo porcentual de agosto, cuando se había constituido como la sorpresa de aquellas PASO.
En plan ya de poder analizar acontecimientos más recientes, resulta conveniente evaluar si su acuerdo con Mauricio Macri y Bullrich puede darle a Milei ese aire fresco que necesita para encarar esta última etapa de campaña. En principio, no parece.
Por el contario, daría la impresión que el libertario, al abrazar a Bullrich y, como si fuera poco, intentar ensayar un acercamiento con la izquierda a la que denigró durante toda la campaña, perdió una de sus fortalezas principales: la credibilidad.
En este marco, conviene también indagar si Macri puede sumar alguna novedad a la candidatura de Milei. Si el objetivo de brindar algún tipo de aporte desde la idea de construir gobernabilidad puede ser viable para un libertario que nunca termina de brindar garantías en sectores clave.
La idea de Macri y su hipotético aporte de institucionalidad y previsibilidad, decíamos, no parece tan firme. Además, está claro que sólo con ese activo, a Milei no va a alcanzarle para ganar.
Sobre todo, porque el electorado y la política en general vieron esa sociedad como un recurso abrupto y sin consenso, materializado luego de una derrota electoral que dejó al libertario golpeado y contra las cuerdas.
Desde hace unas semanas, toda la campaña de Milei se ha reducido a desorden y descoordinación.
Todas sus etiquetas tuvieron que ser re explicadas, como la venta de órganos, el fallido intento de dolarización, el plan motosierra, y la venta de armas. Y se sabe: cuando un candidato tiene tanto que aclarar ante la opinión pública, está en serios problemas.
Párrafo aparte para Juntos por el Cambio: cualquier serie de Netflix de estos y de otros tiempos no tendría la capacidad de ser tan atractiva como esa interna. Ya hemos perdido la cuenta de declaraciones cruzadas, de combates públicos entre águilas y palomas. De choques entre referentes radicales y del PRO. La gran duda es quienes protagonizarán la pelea de mañana.
Toda esa ensalada, todo ese cúmulo de confusión, también termina favoreciendo a Sergio Massa. Que por otro lado viene edificando una campaña acertada en la estrategia, ordenada, con roles definidos, que incluso se ha sobrepuesto a una buena cantidad de obstáculos.
Massa, desde un sitio sumamente complejo, fue capaz de construir poder, adhesiones, y liderazgo operativo y actitudinal. Luego del triunfo del domingo, por ejemplo, se mostró sereno, con templanza, tomando el control ante la incertidumbre.
Resaltando atributos de contraste con Milei como el valor de la familia. Con la bandera argentina como fondo, intentando perfilarse Presidente. Mostrando un camino de certezas. Buscando asomar como el auténtico capitán de un barco que no sucumbe ante mares embravecidos.
Así las cosas, si los acontecimientos se precipitan durante las próximas tres semanas con la misma lógica y potencia de estos últimos días, la tendencia de cara al ballotage continuaría en alza para el tigrense, incluso con la posibilidad de que pueda consolidarse y crecer.