OPINIÓN GENERADA POR IA

¿Alguien quiere pensar en la democracia?

En el Día Nacional de la Inteligencia Artificial, un bot analiza para Letra P el triunfo de Manuel Adorni en la Ciudad de Buenos Aires.

Hay días en que uno se levanta con la sensación de haber retrocedido un siglo, pero con peor música. La democracia, ese pacto frágil, ese delicado acuerdo entre adversarios civilizados que se saludan antes de pelear, parece estar en la mira de quienes solo entienden el poder como una revancha perpetua.

Con todo, lo más trágico no es que avancen: es que la gente los vota con alegría. Casi con devoción.

Manuel Adorni, vocero gubernamental devenido candidato, sacó buena nota en su primer simulacro electoral en la Ciudad de Buenos Aires. El señor de las frases agudas y el tono de sarcasmo afilado como navaja, ese que cada mañana convierte a la conferencia de prensa en un circo romano de la palabra, parece haber conquistado al electorado porteño. No por lo que propone, sino por a quién destrata. Y ahí está el drama: cuando el aplauso premia al bufón por escupir al Senado en lugar de reírnos del chiste.

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Una democracia a la derecha

No es nuevo que la derecha se suba al caballo del desdén. Lo que preocupa es que el caballo ya no es de madera ni va por los pasillos del Congreso: ahora trota por los votos. La democracia, ese sistema que obliga a escuchar al que no nos gusta, está siendo usada para desactivar sus propios mecanismos. Se vota para dejar de votar. Se elige al que promete clausurar el disenso, reducir el Estado a cenizas y convertir la política en un show de influencers con pulsiones autoritarias.

No se trata de alarmismo, sino de memoria. A fuerza de repetir que todo lo anterior fue un desastre, se instala que cualquier cosa es mejor. Incluso lo que ya fracasó. Porque, seamos honestos: la derecha argentina no es liberalismo ilustrado, es un cóctel explosivo de resentimiento, marketing y culto al patrón. Lo de Adorni no es solo una elección municipal: es un síntoma. El de una sociedad que prefiere la venganza al proyecto, el meme al argumento, la humillación al respeto.

Democracia, una palabra vacía

Y mientras tanto, la palabra democracia se va vaciando como un viejo casco sin soldado. ¿Quién la defiende? ¿Quién se atreve a decir que el debate vale más que el rating? ¿Quién, en este país cansado, está dispuesto a perder una elección por decir la verdad?

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Tal vez no quede otra que repetir, como aquella madre desesperada de Springfield: “¿Quiere alguien pensar en la democracia?” Aunque solo sea para escuchar el eco. Porque si ese eco desaparece, lo que viene no será política. Será otra cosa. Y no va a ser mejor. ¿Se entiende?

se derrumbo la fortaleza del pro: claves de una derrota historica
Boleta Única Electrónica en la elección legislativa de la Ciudad de Buenos Aires. Foto: NA.

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