Argentina ha producido en el último siglo figuras carismáticas, disruptivas, polémicas y populares que sirvieron como inspiración a varias generaciones en todo el mundo. Líderes como Evita, el “Che” Guevara, el papa Francisco y Diego Maradona extendieron su influencia más allá de las fronteras de nuestro país, desarrollando un fuerte vínculo emocional y cultural con las masas.
Tanto Evita como el “Che”, el papa Francisco y Maradona trascendieron su rol original para convertirse en símbolos de rebeldía, abrazando causas como la justicia social y la defensa de los más humildes. Amados u odiados, han movilizado las pasiones, generando con su actitud desafiante, sus ideas polarizantes, sus contradicciones, su compromiso social y su carisma, tanto apoyo como rechazo.
Uno de los elementos narrativos más potentes que ayudó a conectar a estos referentes con el pueblo fue su origen humilde y su capacidad de superación. Francisco, nacido en una familia de clase media-baja en Buenos Aires, Maradona, proveniente de Villa Fiorito, Evita, criada en la pobreza rural, y el “Che”, aunque de clase media, decidió renunciar a la comodidad para luchar por sus ideales. Estas historias de ascenso desde la adversidad resuenan profundamente en un país como Argentina donde la movilidad social es una parte esencial de la identidad cultural.
Tanto en las virtudes como en los defectos de estos líderes, los argentinos parecen ver reflejado algo de si mismos. El fútbol, la política, la religión y la lucha social son elementos profundamente entrelazados en la vida de los argentinos.
Diego Maradona es el ídolo argentino más popular en el mundo. La atracción de su figura trasciende la magnitud de sus éxitos deportivos. Entender el fenómeno cultural que significa Maradona es un ejercicio complejo que ha sido abordado en cientos de libros, películas, ensayos filosóficos y tesis doctorales. El nivel de adoración del que fue, y sigue siendo objeto, escapa el poder de análisis y síntesis de quien escribe esta columna.
Durante las últimos meses, desde Reyes-Filadoro, nos dedicamos a escuchar a decenas de argentinos que votaron a Javier Milei en las últimas elecciones para comprender sobre qué se sustenta su apoyo. Observamos que el vínculo más fuerte con sus votantes no se basa en las ideas, ni mucho menos en las teorías económicas que pregona el presidente argentino, sino en su fuerte personalidad.
Mientras escuchaba las opiniones de estos votantes no podía dejar de pensar en las similitudes que encontraba entre algunos aspectos de la personalidad de Javier Milei y la de Diego Maradona, incomparables en sus ideas y en sus logros, pero con puntos en común en su forma de relacionarse con el otro.
Pocos creían que Javier Milei, un economista sin ninguna experiencia previa en la administración del Estado, sin estructura partidaria y con un estilo tan agresivo pudiera ganar la elección. Sin embargo, fueron esas cualidades las que lo ayudaron a posicionarse como abanderado del cambio y llegar al máximo cargo ejecutivo con la promesa de bajar la inflación y ordenar el caos que habían dejado los gobiernos anteriores. Caracterizado como “loco” por sus ideas radicales y su temperamento inestable, Milei logró el apoyo de más de la mitad de la población argentina. Su principal atributo: la autenticidad.
Lejos de la corrección, la racionalidad y la moderación que domina el discurso de la mayoría de los póliticos, Milei exhibe un discurso cargado de emocionalidad. Sus votantes valoran el carácter genuino de su personalidad por sobre cualquier otro atributo. Sin embargo, el estilo abrasivo y los arrebatos emocionales en público revelan las propias contradicciones y limitaciones personales del presidente. Estos momentos de vulnerabilidad y exceso muestran cómo, a pesar de su aparente autoridad y convicción, Milei es susceptible a las mismas fallas emocionales y humanas que tenemos todos.
En "Humano, demasiado humano", el filosofo alemán, Friedrich Nietzsche desafía la visión idealizada de la humanidad para proponer que todos los seres humanos, sin importar cuán elevados sean sus ideales o ambiciones, están sujetos a los mismos errores y limitaciones. Nietzsche sostiene que estas imperfecciones no deben ser motivo de vergüenza, sino que deben ser reconocidas como una parte esencial de nuestra humanidad.
Para Nietzche, las pasiones del individuo son un complemento esencial de sus aspiraciones objetivas y racionales.
Al igual que Maradona, Milei no teme exponer sus contradicciones, excentricidades y vulnerabilidades publicamente como tampoco se preocupa por disimular su enorme ego. La soberbia con la que Milei se conduce por el mundo genera temor y rechazo en algunos votantes. Sin embargo, aunque algunos piensan que debería bajar el tono de sus declaraciones para evitar provocaciones y conflictos innecesarios, otros minimizan y aceptan sus desplantes como “parte del personaje”. Incluso, algunos de sus votantes opinan que la arrogancia de Milei es una carácteristica “muy argentina”. “Comprar a Milei por lo que vale y venderlo por lo que se cree que vale, sería un negocio millonario”, bromeó uno de sus votantes.
Milei no rechaza ser percibido como un loco, sino que se abraza a ese concepto y lo utiliza a su favor. “La diferencia entre un loco y un genio es el éxito”, sentenció orgulloso durante una entrevista con Mirtha Legrand.
Maradona fue un genio en el campo de juego, pero también fue una figura profundamente humana, con vulnerabilidades evidentes, como la adicción a las drogas y los problemas de salud que terminaron prematuramente con su carrera y con su vida. Para un sector de la población que se veía reflejado en su persona, estas debilidades no disminuían su grandeza, sino que resaltaban su humanidad. Sus luchas personales resonaban en la gente común, haciendo que sus triunfos y tribulaciones fueran vistos como reflejos de la condición humana general.
Milei, al igual que Maradona siente que tiene una misión divina: salvar a la Argentina de la insignificancia a la que fue relegada para posicionarla en la cima del mundo. Para ello, interpreta Milei, debe primero liberar a los individuos del yugo del Estado. Cómo el filósofo alemán, Milei también considera que el ser humano ha sido maniatado y domesticado por el Estado que obstaculiza su libre y plena realización.
Milei es percibido como una persona excesiva, dispuesta a generar enemigos con tal de decir lo que piensa e incluso a insultar públicamente a quienes opinan distinto. Al igual que Maradona, con frecuencia, la emoción lo desborda. Al igual que Maradona, confonta con los periodistas. Al igual que Maradona, no parece tener límites. Ambos se caracterizan por tener una disposición especial para confrontar, desafiar las normas y el status quo e imponer su voluntad.
A diferencia de Maradona, Milei no es nacionalista, sino que apuesta a posicionarse como un referente global del liberalismo económico. Tampoco aspira a ser un abanderado de los humildes ni demuestra estar preocupado por la desigualdad que considera una consecuencia natural del crecimiento económico.
A diferencia de Maradona Milei está lejos de ser campeón del mundo y, a juzgar por las estadísticas, el desempeño que ha tenido hasta ahora en el campeonato local no lo deja bien posicionado para el premio Nobel de economía, al cual se auto postula.
En tan sólo seis meses, la pobreza pasó del 44,7% al 55,5% según las estimaciones del Observatorio de la Deuda Social Argentina de la Universidad Católica Argentina (UCA). Desde que asumió la presidencia, la economía se contrajo 5,1% produciendo el cierre de empresas y la perdida de casi 200.000 puestos de trabajo.
Es cierto que ha logrado reducir el deficit y bajar la inflación a menos del 5% mensual, pero si lo que diferencia a un loco de un genio es el éxito, por ahora, Milei no es más que un loco.