opinión

En el país del no me acuerdo, no hay que caer en la boca del león

En las primarias, un 30% de la población se vio seducida por un proyecto liberal.

A 40 años del retorno a la democracia, el 13 de agosto se realizaron las elecciones primarias para definir candidaturas rumbo a los comicios de octubre. En esa instancia, quien resulte ganador determinará si en los próximos cuatro años continuamos en el camino de la reconstrucción, o nos entregamos a la represión como política pública, o al set de filmación de una serie de catástrofe distópica.

Vivimos una elección de tres tercios. La sorpresa, para todos —sí, para todos— fue el crecimiento de una fuerza que, pregonando libertad, atenta contra todas y cada una de las libertades de los ciudadanos argentinos.

El justicialismo asume diariamente el compromiso de forjar un derecho allí donde existe una necesidad, y concibe al Estado como el instrumento con mayor capilaridad para tender una mano solidaria con el pueblo. En este momento, vivimos con un 30% de argentinos que se ven seducidos por la ausencia total del Estado, como si esa fuese la solución a todos los problemas. Estamos ante un proyecto liberal donde predomina lo personal ante lo colectivo. Esa es una construcción social que nos hará enfrentar unos contra otros.

Ya ni siquiera el debate se acerca a la igualdad de oportunidades con perspectiva federal, sino a un “sálvese quien pueda”; en donde en vez de respeto mutuo se forje el miedo a la impunidad del otro, en donde la comunidad organizada queda sepultada bajo las bases del individualismo. ¿Hacia dónde vamos? ¿Estamos dispuestos a que el odio por destruir al otro sea la guía? Esa es la propuesta.

Ante nosotros se materializa la posibilidad de arancelar la vida cotidiana: la salud, la educación, la ciencia, la cultura, los servicios públicos, las jubilaciones, quizá hasta los propios órganos. Se hace carne un escenario de retroceso, en donde los derechos humanos son demonizados, la identidad de género cercenada, el matrimonio igualitario y el aborto legal derogados, la educación sexual sepultada, las subjetividades perseguidas.

¿Estamos seguros que de esto se trata la libertad? ¿Tanto tendremos que retorcer en derechos y felicidad para vivir libres?

Hoy tratan de minimizar sus discursos y genuinas propuestas para llegar al poder, pero la verdad esta dicha y ha sido ampliada por todo el cortejo de medios adictos que hoy buscan ponerle racionalidad a sus propuestas y no pueden lograrlo.

Estamos hablando de una persona sin historia ni pasado en la administración pública. Todo lo que plantea parece la panacea. Muchas de sus ideas son impracticables y no se llevan adelante en ninguna parte del planeta. El pueblo ante la realidad encuentra en este falso profeta un camino, que puede llevarnos a situaciones peligrosas.

Nuestra patria no es una empresa. Por ejemplo: ¿si una provincia tiene deficit se tiene que cerrar? No es así. El Estado tiene la obligación de cuidarnos, vivimos en un sistema solidario. Un país se construye con personas que trabajan todos los días por hacer una patria cada día más grande.

Muchos jóvenes creen en su propuesta. Quizás es porque hoy no gozan de muchos derechos de los cuales les hablamos, pero hoy más que nunca tienen que mirar a su alrededor, su familia, sus amigos. Seguramente alguno de ellos son sujetos de derechos de la escuela pública, salud pública, jubilación, transporte público. Tienen que pensar en el futuro y que es lo que quiere construir. Si un proyecto colectivo solidario, donde sea protagonista, o donde el proyecto sea el individualismo y quizás este joven sea víctima de este proceso individualista y lo deje en el camino.

Los empresarios tienen que evaluar si quieren un Estado ausente que los deje a la deriva y que abra las importaciones dejando entrar productos de inferior calidad donde ahí la competencia no es justa, o un estado presente como pasó en la pandemia. Allí el Estado nacional dijo presente y muchos hoy tienen empresas florecientes en muchos sectores que pudieron crecer, porque también privilegiamos a la industria nacional.

Es momento de preguntarnos varias cosas. ¿Qué pasó? ¿Por qué la población optó por esta propuesta? Primero, tenemos que respetarla y ser inteligentes y hacer una propuesta superadora y posible que enamore, que les vuelva a dar esperanza a ese grupo de argentinos y argentinas. Tenemos que pedir disculpas por la desilusión que provocamos. El impulso con el que llegamos a poner de pie a la Argentina se topó con una pandemia, el yugo del Fondo Monetario Internacional y un contexto mundial de violencia y bloqueos comerciales. Aún así, lo urgente no tapó lo importante ¿Cumplimos todas nuestras metas? Claro que no. Se pudieron realizar muchísimas cosas importantes, esta claro, no alcanzaron.

No vamos a bajar los brazos porque defendemos este modelo. Conscientes, más que nunca, de que es un modelo, un modo de entender los procesos, de gestionar y racionalizar los recursos. Pero hay otros, cada vez más radicalizados, en otras plataformas de campaña.

Soñamos con una Argentina que fortalezca sus estructuras para abrazar más y mejor a todos sus compatriotas; que el derecho al trabajo digno siga en crecimiento en cada sector productivo; que podamos acceder a productos de calidad y fortalecer las economías regionales; que las políticas de estado con perspectiva de género lleguen cada vez más temprano a construir un país sin violencia; que el sistema de previsión sea una realidad para todos y cada uno nuestros ciudadanos, un estado inteligente, eficaz cuidando los recursos y achicando así el déficit en las cuentas sin que nadie sienta que queda afuera .

Esta claro que la realidad te hunde o te levanta, por eso el principal objetivo es cambiar esta realidad y explicar como lo vamos a realizar. La destrucción no es el camino. Elegimos trabajar por el derecho al futuro.

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