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Espionaje, intriga y corrupción: enero, a la medida de un tanque de Netflix

El año electoral arrancó vertiginoso, con escándalos de alta gama, el choque de poderes y una trama opaca que promete más sorpresas. A comprar pochoclo.

En la mañana de este martes, Alberto Fernández  recibía a los gobernadores que lo acompañarán en el pedido de juicio político contra el presidente de la Corte Suprema de Justicia (CSJ) y del Consejo de la Magistratura, Horacio Rosatti. La ofensiva intrigaba a buena parte de la prensa, que insistía en que podría pasar el filtro de la Comisión de Juicio Político de la Cámara de Diputados, pero no el del pleno de esa casa para llegar al Senado debido al ratificado rechazo de Juntos por el Cambio. Sin embargo, dado que lo que se denuncia es una politización del alto tribunal bajo la conducción del santafesino, la guerra que se le declarará será también política y de presión ante la opinión pública.

 

La disputa entre el juez supremo y el Frente de Todos tiene como hitos los fallos sobre la conformación del Consejo y la coparticipación para la Ciudad de Buenos Aires, pero en los últimos días se le abrió a aquel un flanco inesperado: el de los supuestos chats entre su asesor Silvio Robles y el ministro de Justicia y Seguridad de Horacio Rodríguez LarretaMarcelo D’Alessandro, de los que surgiría un promiscuo intercambio de información para que el PRO jugara siempre con las cartas marcadas en los estrados.

 

Sin esperar a ninguna reunión, el santiagueño Gerardo Zamora denunció a Robles –director general de la Vocalía de Rosatti– por tráfico de influencias e incumplimiento de los deberes de funcionario público. La causa cayó en el juzgado federal de Guillermo Molinari, en Santiago del Estero, donde Robles quedó imputado y se le ordenó que "con carácter de urgencia deposite su teléfono celular" en la secretaria de turno para evitar su manipulación durante la feria. La causa comenzará, cabe esperar, una lenta migración hacia despachos más amigables.

 

Lo del Poder Judicial es curioso. Por alguna razón que motiva diversas elucubraciones, Rodríguez Larreta sostiene a D’Alessandro a pesar del costo político que le genera un funcionario que, según se desprende de esos chats, habría recibido montos de entre 50 y 60 mil –¿dólares?– de manos de un empresario contratista de la Ciudad y se habría ofrecido como vehículo para presentarle "negocios a Horacio".

 

Sin embargo, "Marce", como le decía, al parecer, su tocayo el empresario Marcelo Violante, al menos se sintió obligado a realizar alguna declaración pública al respecto, por poco sólida que parezca. En efecto, explicó que su teléfono fue hackeado y los chats, adulterados, sin aclarar cuál es el punto de tomarse la molestia de penetrar ilegalmente en un dispositivo para truchar mensajes que podrían ser directamente inventados con el Paint. Como sea, el hombre dijo algo, pero Robles –y Rosatti– no sienten la necesidad de aclarar nada. "Papá, ¿qué es el poder?".

 

Rodríguez Larreta está enojado con D’Alessandro, al parecer más que nada por su descuido y, aunque filtra que la permanencia del ministro en el gabinete porteño no debe darse por descontada, no se anima a echarlo. La molestia del jefe de Gobierno permea hacia abajo en su administración.

 

Siempre dispuesto a arrojarse sobre cualquier granada al grito de "¡La culpa es del peronismo!", el recién llegado Waldo Wolff fue el único miembro del elenco larretista en solidarizarse con un ministro que, acaso, debería haber renunciado mucho antes del escándalo del momento, por ejemplo cuando se comprobó –tras el asesinato del futbolista de Barracas Central Lucas González– que mandar a efectivos de la Policía de la Cuidad en autos sin identificación y ni siquiera patente es política oficial.

 

Mientras se teme otra salva de chats comprometedores para después del verano, cuando la campaña electoral sea ya casi una realidad, surge en el seno de la administración porteña otra corriente de enojados: los que le reprochan al alcalde tibieza en la denuncia de la "operación K". El silencio es la demostración de que ciertas razones no pueden explicarse.

 

Por otro lado, ¿quién será el extorsionador que avisa? ¿Por qué el larretismo presume que habría nuevas víctimas de hackeo?

 

Silencios y enjuagues

Patricia Bullrich, que no deja de reprocharle a Larreta que hace campaña con dinero que no es de él, calla con gozo, pero Mauricio Macri –otro que aguarda el curso de los acontecimientos– comienza a coordinar con aquel la estrategia de campaña.

 

Ambos se reunieron en el último día de 2022 y cenaron este lunes por la noche. ¿La mano del expresidente comienza a soltar a su exministra de Seguridad? Es pronto para saberlo, sobre todo con la incertidumbre que rodea a Larreta.

 

¿Otro espionaje?

Antes de Navidad, un grupo de diputados del PRO encabezado por Cristian Ritondo había presentado un pedido de informes acerca del presunto funcionamiento de una mesa de espionaje militar dentro de la Agencia Federal de Inteligencia (AFI). El titular de ese organismo, Agustín Rossi, no solo negó tal cosa, sino que afirmó no haberse cruzado con César Milani, señalado como jefe de la cueva, desde 2015.

 

El año recién comienza y, formalmente,  la campaña electoral todavía no nació, pero este es el clima que se anticipa: Cristina Fernández de Kirchner fue condenada, se ventilan presuntos y escandalosos hackeos, hay filtraciones anunciadas a plazo fijo, se cruzan denuncias de espionaje, la Corte Suprema está sospechada en persona de su titular y se cierne una sombra sin precedentes sobre la manera en la que el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires se vincula con sus contratistas… Lo que viene no va a ser fácil y costará separar la paja del trigo.

 

Maximiliano Pullaro y Axel Kicillof firman un convenio de ayuda mutua en materia de seguridad.
Marcelo Lewandowski junto a Silvina Frana quien iba a ocupar la vicepresidencia del peronismo de Santa Fe.

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