PROYECCIÓN '23

El Frente de Todos, peor que Cambiemos

Hoy, no podría siquiera presentar al Presidente para su reelección. Capitulación, autocultivo de enanos, la marca en discusión y falsas opciones.

Si el plazo para inscribir candidaturas presidenciales venciera hoy, el Frente de Todos estaría condenado a bajar la vara que dejó muy baja la alianza Cambiemos, que tuvo que abandonar el edificio de Balcarce 50 sin la chance de un segundo mandato. El presidente Alberto Fernández no solo no podría aspirar a ser reelecto: no estaría en condiciones de presentarse a dar la pelea, como sí hizo Mauricio Macri, a pesar de todo.

 

Capitulemos, Alberto

Si alguna vez pensó, con más o menos seriedad, que podía seguir solo sin morir en el intento, Fernández ha llegado a la amarga certeza de que, como dijo en la prehistoria de la coalición que lo auparía hasta el despacho que nunca había imaginado ocupar, sin Cristina no se puede -en aquel tiempo era que no se podía ganar elecciones; ahora, que no se puede gobernar-. Después de la curiosa pirueta europea en la que se lanzó "definitivamente" a la búsqueda de un waiver de cuatro años y reculó en ojotas 36 horas después con las alforjas prácticamente vacías de adhesiones, no dio más que señales inequívocas de resignación.

 

-Puso las dos mejillas -hubiera puesto tres si las hubiese tenido- en el acto aniversario de YPF, territorio K alambrado para la vicepresidenta, con tal sacarse una foto con ella. Se fue con la cara llena de dedos.

 

-Entregó a Matías Kulfas, su ministro favorito. No le perdonó un off the record en el que ponía en duda la moral y las buenas costumbres de la tropa cristinista de la Secretaría de Energía. 

 

-Le pareció poco y, a través de su vocera oficial, retó al renunciante por la carta-bomba que lanzó para presentar su dimisión. En on tampoco, Matías, porque el problema no era si le ponía o no la firma a su guerra con CFK, sino que guerreara con ella. Un tema de timing. ¿Por qué no avisan?, habrá preguntado el saliente, con derecho.

 

-Colgó una espada sobre la cabeza de Martín Guzmán, su otro ministro favorito: si en los próximos dos meses la inflación no muestra una tendencia pronunciada a la baja, afuera. El mensaje, transmitido off the record por la mesa chica presidencial, tiene una sola traducción: estoy en tu misma sintonía, Cristina.

 

El problema para el Presidente es que esa espada también pende sobre su cabeza. Si la inflación no bajara y tuviera que sacrificar también a Guzmán, ¿qué le quedaría por hacer? Para cubrir esa silla ardiente, ¿podría usar la lapicera que CFK le dio en Tecnópolis o debería devolvérsela y ceder definitivamente el manejo de la economía? La renguera del pato sería indisimulable.

 

Para qué te traje

El ultimátum a Guzmán acaso haya sido el acto cumbre de la capitulación albertista en la pulseada que libró, a su modo, con su mentora, con quien se midió en una guerra fría de teléfonos cortados y sostenimiento de un rumbo económico basado en un acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI) defenestrado por ella y sus lanzallamas. El Presidente soy yo, dijo Fernández en más de una ocasión, quizá sospechando que valía la aclaración.  

 

Sin embargo, hubo más. El propio jefe de Estado había convocado a unas primarias todistas bien abiertas que no excluyeran ni la definición de la candidatura presidencial de la coalición. En esa arena movediza, las aspiraciones iban cobrando publicidad. Usando el satánico off the record, fueron anotándose para la carrera dirigentes de distintos pelajes, como Sergio Massa, Wado de Pedro, Coqui Capitanich... Incluso se sintió un incipiente clamor por el regreso de CFK a esas lides desde los conurbanos cristinistas, que tuvieron el decoro de pedir que volviera La Jefa en diáfanos pronunciamientos on the record.

 

Por si faltaban enanos creciendo en el jardín de la quinta de Olivos, Fernández decidió honrar la tradición agrícola iniciada por Juliana Awada y dedicarse al autocultivo: caído Kulfas, repatrió a Daniel Scioli de su exilio en Brasil. El rey del optimismo, se sabe, jamás pierde la esperanza. Sin siquiera haber estrenado su traje de ministro, el exgobernador ya asoma su cabeza como aspirante a la revancha para sacarse la sangre que inyecta sus ojos desde 2015, cuando un punto y medio lo dejó afuera de la Casa Rosada.

 

Siempre nos quedará De la Rúa

Aquel año, Macri inició su gobierno canchereándola. Dijo que en cinco mintuos bajaría la inflación y pidió ser juzgado por los índices de pobreza que dejara al término de su primer mandato. Los resultados son conocidos. Su herencia fue una catástrofe. Sin embargo, supo administrar -apoyado en los inestimables oficios de la malabarista Lilita Carrió- las tensiones de una alianza que era verdaderamente una alianza de partidos. Las tuvo con la UCR y las tuvo con el PRO blando que encarnaban los Frigerio y los Monzó -Kulfas se equivocó de gobierno: las palomas hicieron un off the record por semana para hablar mal de Macri-, pero a nadie se le ocurrió presentarle batalla. Con la economía detonada, con el país otra vez rendido a los pies del Fondo, en 2019 el ingeniero dijo ¡Sí, se puede! y se presentó a elecciones. Perdió por paliza, pero mantuvo un piso (40%) que lo tiene hoy soñando con un segundo tiempo a puro shock mientras hace de papa con los curas que quieren la bendición.

 

¿Qué le pasó al Frente de Todos, una alianza de peronismos que tuvo que administrar una de las crisis más dramáticas de la historia de la Humanidad y el impacto de una guerra que despatarró la economía global -sí que pasaron cosas en estos dos años y medio- y hoy no quiere, pero tampoco podría siquiera sostener al Presidente en la vigilia electoral y, como viene contando Letra P, empieza a pensar, a un año del cierre de listas, que acaso deba otorgarle una jubilación anticipada a la marca FdT, como hizo Cambiemos en 2019, cuando necesitó inventar Juntos por el Cambio para esperar el milagro que, claro, nunca llegó?

 

¿Qué va a inventar el Frente de Todos si, como ya admiten referentes del poder territorial federal peronista -malditos off the rfecord-, el boleto del Presidente está picado?

 

¿Quién estaría en condiciones de levantar el muerto? ¿Scioli, que ya perdió una vez? ¿Massa, que ya salió tercero la misma vez que su enemigo íntimo llegó al ballotage? ¿Cristina, que ya no podía en 2019, con la tragedia macrista en su apogeo? ¿De Pedro, con sus técnicas de resucitación de cadáveres del medio? ¿Capitanich y sus manos mágicas de economista ininteligible y recolector municipal de residuos?

 

¿Qué le pasó al Frente de Todos, como maquinaria política, que puede terminar rindiendo menos que Cambiemos y conformándose con no ser peor que la Alianza de De la Rúa y Chacho Álvarez?

 

Martín Menem (LLA) y Cristian Ritondo (PRO), figuras decisivas para Javier Milei en Diputados. 
Leandro Busatto se despegó del rechazo del peronismo a la reforma constitucional.

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